Magdalena eternoAl Magdalena, las últimas décadas le han pegado más que sus 12 millones de años anteriores. Más de 75 por ciento de su cobertura vegetal ha quedado transformada o deforestada. La pesca cayó 50 por ciento y se calcula que ha recibido al menos 180 toneladas de mercurio por cuenta de la minería ilegal de acuerdo con un estudio del Foro Nacional Ambiental y Fescol.Y aun así, el río sigue articulando la economía. Esta corriente hídrica, la más importante de Colombia, es uno de los 30 ríos aluviales más grandes del mundo. En los 1.528 kilómetros de su cuenca alberga casi 80 por ciento de la población del país y es responsable de 80 por ciento del PIB, 70 por ciento de la energía hidráulica, 96 por ciento de la termoelectricidad, 70 por ciento de las cosechas agrícolas, 90 por ciento del café y 50 por ciento de la pesca de agua dulce, según el mismo estudio, adelantado en 2015.Una caracterización realizada por Cormagdalena cuenta que los habitantes de los 128 municipios ribereños le han sacado provecho para las actividades agrícolas, la minería de carbón, oro, platino, plata y sal y hasta para generar energía, específicamente en el embalse de Betania.Puede ver: En fotos: la vida alrededor del MagdalenaEl río Magdalena, para bien o para mal, construyó al país. En la Conquista los españoles entraron por sus aguas para dominar las culturas prehispánicas más importantes de la zona andina. En los siglos posteriores en sus riberas surgieron prósperos pueblos y ciudades comerciales como Honda, Mompox, Barrancabermeja y Barranquilla. Desde la Colonia y hasta mediados del siglo XX, el río se convirtió en la puerta de salida y de entrada de productos importados y de exportación. Por sus aguas salieron millones de sacos de café que en el sigo XX hicieron posible al país modernizarse. Ese proceso se construyó también con arena, gravas y gravillas de su lecho y en parte se financió con el oro de aluvión e hidrocarburos.Una encuesta adelantada por la Procuraduría General de la Nación en 393 municipios determinó que 180 de ellos no cuentan con plantas de tratamiento de aguas residuales y 27 las tienen, pero sin funcionar. Casi la mitad de los municipios encuestados tampoco cuenta con un sistema de disposición final de residuos sólidos.El Bogotá se niega a morirPara muchos colombianos el río Bogotá no es más que una mancha negra que se encarga de recibir los desechos de más de 8 millones de personas que habitan en la capital del país.Sin embargo, este contaminado tramo de 90 kilómetros, que le ha dado tan mala fama a nivel mundial, es solo una pequeña parte de un imponente y diverso afluente que desde su nacimiento, en el páramo de Guacheneque hasta su desembocadura en Girardot, recorre 380 kilómetros del departamento de Cundinamarca.La cuenca hidrográfica a la que pertenece, la de Bogotá, tiene una superficie de 589.143 hectáreas, 32 por ciento de todo el departamento, que cubre a 46 municipios. Por su dinámica, la cuenca está divida en 3: la alta, la menos contaminada, va desde su nacimiento en Villapinzón hasta el puente de La Virgen en Cota, por donde recorre 170 kilómetros de 18 municipios con un caudal medio de 13,5 metros cúbicos por segundo.La media, la más afectada, recibe las aguas residuales de Bogotá y de otros 7 municipios, las cuales le dan su color negro y su aspecto turbio. Cuenta con un caudal de 37 metros cúbicos y va hasta el embalse del Muña.El último tramo, el bajo, tiene 120 kilómetros, cobija a 14 municipios cundinamarqueses y desemboca en el río Magdalena, a la altura de Girardot. Aunque después del Salto del Tequendama varios afluentes limpios le inyectan algo de vida, el Bogotá es la principal fuente de contaminación del carmelito Magdalena.Le puede interesar: ¿Podremos nadar en el río Bogotá?Según el Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del Bogotá de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), a lo largo de la cuenca se han posicionado actividades agrícolas y pecuarias para el beneficio de sus habitantes, como cultivos de papa, caña, café, frutales y plátano y pastales para el ganado lechero, los cuales han afectado los recursos naturales de la región.En las 3 últimas décadas la cuenca perdió más de 9.000 hectáreas de páramo, probablemente para dar paso a los desarrollos agropecuarios. Actualmente, hay 13.000 hectáreas de páramo, 57.000 hectáreas de bosques naturales y 25.000 hectáreas de plantaciones forestales. Se han identificado cerca de 194.000 hectáreas de cultivos y 214.000 hectáreas de pastos para ganado.Floricultura en las cuencas alta y media, al igual que la agricultura comercial de papa, en zonas de páramo, subpáramo y bosque alto andino, completan el panorama.En cuanto a la calidad del agua, la corporación indica que el primer golpe lo recibe a pocos kilómetros de su nacimiento, por las curtiembres de Villapinzón. Luego, el cañón de Suesca y el embalse del Sisga favorecen la dilución de los contaminantes, beneficios que se esfuman al entrar a Bogotá, su principal verdugo, que solo trata el 35 por ciento de las aguas residuales de sus afluentes Fucha, Tunjuelo y Tintal en la planta del Salitre.Para tratarlas antes de que lleguen al Magdalena, el Distrito, la CAR y la Gobernación de Cundinamarca firmaron un convenio por 4,5 billones de presos para construir la tercera planta más grande de América Latina, la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Canoas, cuyas obras irán entre 2019 y 2024.Bita, el río de la vidaPor su lejanía, los tesoros ambientales del departamento de Vichada, uno de los más extensos del país, permanecen casi intactos, sin mayores alteraciones y protegidos por sus propios habitantes.Uno de ellos es el Bita, un río antiguo de aguas negras pero limpias con 710 kilómetros de longitud, que nace en el municipio de La Primavera y el cual se encuentra con el Orinoco en inmediaciones de Puerto Carreño, en un antiguo fragmento del Escudo Guayanés.Su área de influencia, que cobija las veredas La Esmeralda, Pasoganado y San Rafael y los hatos de La Mariposa, El Tigre y El Conejo, está repleta de lagunas, morichales y un espeso bosque, además de más de 5.000 quebradas y pequeños cauces que lo nutren y nacen en la cuenca.Le recomendamos: El río Bita, en el Vichada, también busca ser un río protegidoSu recorrido, que se puede hacer en un solo día en lancha, está decorado por ecosistemas conservados que sirven de hogar a dantas, venados y felinos. En sus aguas habitan especies como el pavón (pez bandera del Vichada), rayas, esponjas de agua dulce, tortugas charapas, la arawana azul y la sapuara.Aunque está a años luz de ser tan impactado como el Bogotá o el Magdalena, la explotación maderera, los cultivos de palma y la posible llegada de la agroindustria lo hacen un territorio vulnerable.Hace 3 años, 11 instituciones conformaron la Alianza por el Bita y unieron fuerzas para darle vida al proyecto ‘Bita, río protegido’, que cuenta con el apoyo de la Gobernación del Vichada y el Instituto Humboldt. Esta asociación busca convertirlo en el primer río protegido del país, consolidando una estrategia de gestión participativa e integral desde sus aspectos ecológicos, socioculturales, económicos e institucionales.Una evaluación de la biodiversidad y los ecosistemas, llevada a cabo por 30 investigadores, registró 1.474 ejemplares de plantas; 8 especies de tortugas (guachupe, cabezón, terecay y morrocoy, entre otros); 169 de aves (loro, guacamaya y rapaz); 200 de peces; 36 de mamíferos terrestres y voladores (danta, puma, oso hormiguero, tigrillo, cajuche y murciélago); 19 de anfibios; 38 de reptiles; 6 de serpientes (anaconda, coral de agua y cuatronarices); y mamíferos acuáticos como delfín o tonina, nutria gigante, lapa y chigüiro.Otro insumo de esta alianza ha sido la elaboración de nuevos mapas en los que se identifican las sabanas, bosques, plantaciones, lagos, caños, bajos, esteros y morichales de la cuenca. Esta herramienta identificó que el 94,5 por ciento del Bita aún está constituido por sabanas y bosques naturales.Los principales usos del río Bita son la pesca (40,4 por ciento), siendo la deportiva la más popular y en la que participan personas de todo el país y extranjeros; le siguen el turismo (39 por ciento) y riego para cultivos y consumo (4,5 por ciento).