Este año, el premio Los Mejores Líderes de Colombia llega a su décima edición. Y cada una de estas entregas ha estado marcada por la coyuntura política nacional e internacional.
En 2011, cuando se llevó a cabo la primera ceremonia, comenzaban a circular rumores sobre los acercamientos del Gobierno de Juan Manuel Santos con la entonces guerrilla de las Farc. Un año después, en la edición de SEMANA que anunciaba los ganadores del premio, el tema de portada hablaba sobre la confirmación del inicio de esas negociaciones. En 2013, el país veía expectante el paro campesino y el fuerte resurgimiento de la protesta social. En 2016, el mundo estaba en vilo por la elección presidencial en Estados Unidos entre Donald Trump y Hillary Clinton. Y, así sucesivamente, el país transitaba de coyuntura en coyuntura.
Los liderazgos surgidos durante la década que se cierra no fueron ajenos a esas circunstancias. Respondían o eran consecuencia de ellas y marcaron un derrotero en los temas más importantes. Así, durante estos diez años, el premio condecoró a quienes buscaban darles legitimidad a la inclusión, la paz y la reconciliación –en el sentido más amplio de la palabra que no se circunscribe al acuerdo con las Farc–, la diversidad, el progreso social, la educación o la resiliencia, así como a los que denunciaban la violencia, el olvido, el abandono estatal o la discriminación. Gracias a esos liderazgos, algunos individuales y otros colectivos, Colombia ha construido las bases de una sociedad que soporta los embates de una complicada realidad.
Ejercer el liderazgo entraña dificultades. El país navega entre la esperanza y la desesperanza. Y la luz en la oscuridad, que en momentos se alcanza a ver, en muchas ocasiones es apagada por las malas decisiones de los dirigentes o por la falta de voluntad de distintos actores. Los históricos anhelos de paz con los que comenzó la década pasada han estado acompañados por los destellos de un nuevo ciclo de violencia, que podría durar muchos años más. Los ánimos de reconciliación y diálogo de la mayoría de los colombianos van de la mano de una minoría que busca obtener réditos con la polarización y la intransigencia. Las conquistas sociales obtenidas en los últimos años son constantemente amenazadas por sectores anquilosados, que se niegan al cambio y al avance de las sociedades.
Quizás, el hecho en el que se ve claramente esa ambivalencia del país es en el asesinato de líderes sociales. Mauricio Rodríguez, experto y profesor en temas de liderazgo, explica que, sin exagerar, en los últimos diez años hay una explosión de nuevos liderazgos que encarnan los sueños de una Colombia mejor, pero que, al mismo tiempo, se ven coartados y perseguidos por los que quieren que las cosas sigan como están. En una ecuación macabra, pareciera que los avances sociales de todo tipo logrados por estos héroes estuviesen equilibrados por el aumento de sus muertes, y violaciones a su integridad. Pese a las situaciones adversas, cada día nacen más liderazgos dispuestos a cambiar el país.
Lejos de vanidades y de egocentrismos, estos nuevos liderazgos se diferencian de los líderes tradicionales, porque les huyen a los reflectores, al protagonismo, al egocentrismo y a la vanidad. Ellos saben que su labor no es ser aplaudidos o alzados en hombros ante multitudes, tampoco se consideran mesías de la sociedad. Simplemente, buscan cumplir su labor, por minúscula que parezca, y darle dignidad a una causa. En un país donde sus líderes más mediáticos disocian, polarizan y guían a sus seguidores solo con fines personalistas, estos nuevos liderazgos solo construyen y sirven aun por encima de su integridad personal. Ellos han resignificado la palabra líder o le han vuelto a dar valor. Con sus actos demostraron que líder no es igual a jefe. Al contrario, su trabajo se basa en la colaboración y en el diálogo.
Hoy más que nunca, esos liderazgos pusieron a prueba sus valores positivos y su capacidad de trabajo y entrega, lejos de los reflectores por cuenta de la covid-19. La pandemia ha sido un laboratorio que comprueba que los que más hacen por una sociedad no son esos líderes tradicionales adictos al narcisismo, sino esos hombres y mujeres silenciosos que con sus acciones evitaron que la crisis del país fuera mayor, y que llevaron tranquilidad y esperanza a los hogares colombianos. Campesinos, transportadores, personal de la salud, tenderos, sacerdotes, líderes sociales continuaron sus labores para mantener a la sociedad a flote.
Esta coyuntura demostró que el liderazgo es un don innato en las comunidades y que las simples labores cotidianas pueden ser desempeñadas por potenciales líderes. Y el mejor ejemplo es el personal médico. Antes de la pandemia, el papel de miles de galenos, enfermeras, auxiliares, recepcionistas o psicólogos era visto por el resto de la sociedad como algo común, importante, sí, pero sin mayor relevancia. Sin embargo, el coronavirus volvió a revelar su función vital y su capacidad de liderazgo. Por encima de su integridad y de sus familias, y poniendo en riesgo la vida, no abandonaron los puestos de trabajo y, en un sistema de salud con profundas deficiencias, aplicaron una estrategia para atender enfermos y evitar a toda costa su muerte.
La pandemia también puso de presente que ese nuevo tipo de liderazgo está en su esplendor, pese a las dificultades del país. Que esa cultura de liderazgo público, que tanto ha querido fomentar el premio, es un valor más en los colombianos. Pero ¿qué características entrañan los líderes colombianos? ¿Qué enseñanzas dejan? Quizás, un somero análisis cualitativo y cuantitativo de los 90 ganadores en las nueve ediciones (diez por cada año) darán una luz al respecto. Muchas de las conclusiones podrán desmitificar ciertas ideas.
Las características
Luego de analizar las historias del casi centenar de galardonados, el liderazgo en Colombia incluye varias características:
1. Diversidad
Contrario a lo que podría pensarse, en el país no hay un solo tipo de líder. Ellos provienen de una gran variedad de actividades, de distintos lugares y posiciones económicas. En el caso de los premiados, se clasificaron en 13 categorías distintas: fuerzas del Estado (Policía y FF. MM.), servidores públicos, académicos y científicos, líderes o movimientos sociales, empresarios, miembros de ONG, periodistas, deportistas, políticos elegidos por voto popular, artistas, ecologistas e iniciativas ciudadanas.
Dentro de esa diversidad, cabe anotar el papel de las minorías: más del 15 por ciento de los ganadores pertenecen a etnias indígenas, afros o grupos LGBTI. Una alta proporción si se tiene en cuenta la historia de exclusión que ha caracterizado al país. La participación de esos sectores es uno de los triunfos de la Constitución del 91, a propósito de su trigésimo aniversario el próximo año.
2. Inclinación hacia el conocimiento y a las causas sociales
La idea común que se tiene del líder, por lo general, está relacionada con el gran político (al que muchos le confieren el papel de mesías), con el renombrado empresario o con una persona famosa. Los ganadores del premio muestran una faceta distinta: 15 por ciento de ellos provienen de universidades o centros de investigación, y 13 por ciento son líderes o movimientos sociales. Que más de la cuarta parte de los seleccionados pertenezcan a estas categorías es un buen mensaje para la sociedad colombiana. Significa que estos líderes aportan a la construcción de una sociedad con el conocimiento y el respeto a los derechos.
3. Prevalencia de lo regional
Una parte importante de los liderazgos, alrededor de 45 por ciento, provienen de los pequeños y medianos municipios o de las regiones más apartadas de los centros urbanos. Esa conclusión no debería sorprender, porque, si bien las grandes ciudades concentran la mayor población, es en esas zonas lejanas donde personas y comunidades se unieron para pedir respeto por sus derechos, para gestionar soluciones o para hacer visibles las voces que el conflicto armado ha acallado.
4. Mayor participación de la mujer
Desde hace casi un siglo en Colombia, las mujeres iniciaron la lucha para obtener la igualdad de derechos frente a los hombres. Aunque el camino ha estado lleno de dificultades y todavía hay muchos logros por alcanzar, ellas lograron una mayor notoriedad. Y hoy celebran decisiones como la aprobación en el Congreso de la paridad de género en las listas de elección popular. La creciente participación se ha visto reflejada en el aumento del liderazgo femenino en la sociedad colombiana. Y el premio da cuenta de eso: las galardonadas son casi el 30 por ciento. Un poco más del 50 por ciento son hombres, mientras que el 20 por ciento está conformado por liderazgos colectivos mixtos. Unas cifras alentadoras, pero que en un futuro se podrán mejorar a favor de las mujeres.
5. Liderazgo colectivo
Expertos en el tema coinciden en que la era de los liderazgos individuales como motor de las sociedades se agotó. Los casos de Donald Trump, Nicolás Maduro y otros líderes mundiales, que, como explica Mauricio Rodríguez, “Vuelan puentes en vez de construirlos”, son un síntoma de que el arcaico ideal del líder solitario que comanda un grupo de seguidores fieles trae más problemas que soluciones. “Los países cuyo gobierno se fundamenta en el culto al líder individual son los que más mal andan”, afirma Rodríguez.
Así, el liderazgo individual, aquel que el escritor escocés del siglo XIX Thomas Carlyle condensó en la frase “La historia del mundo es solo la biografía de grandes hombres”, ya cumplió su función. Hoy la humanidad, en general, y la sociedad colombiana, en particular, encaran importantes retos y una sola persona no tiene la solución. Ahora, es necesario abordar mancomunadamente los grandes problemas, y entonces surge el liderazgo colectivo, una revolucionaria manera de abordar la construcción y el progreso de una comunidad. Un nuevo tipo de liderazgo, propositivo, constructivo, alejado de la polarización e inspirador, basado en lo colectivo, en el que las soluciones no provienen de un mesías, sino que buscan en conjunto con el apoyo de todos los miembros de una comunidad.
Colombia cuenta con una larga tradición comunitaria y ha sido tierra fértil para el nuevo tipo de liderazgo. A lo largo y ancho del territorio nacional, en las zonas rurales y en las grandes urbes, los colombianos se han organizado para crear verdaderas fuerzas motoras de la sociedad. En vez de dividir o polarizar, estos liderazgos buscan la reconciliación y apelan al diálogo para dirimir los conflictos. En esos liderazgos se observan personas de todas las condiciones –empresarios, estudiantes, emprendedores, indígenas, afros, mujeres, sacerdotes– que trabajan de manera mancomunada.
Las Enseñanzas
Las acciones de los diversos liderazgos de la última década en el país dejan varios aprendizajes que inspiran o guían a los colombianos. Así se resumen:
1. Recursividad
Los expertos en temas de liderazgo explican la recursividad como la capacidad de generar soluciones en medio de espacios caóticos o confusos sin tener que recurrir a otros elementos fuera de ese espacio. Un ejemplo perfecto es la anécdota sobre cómo Arquímedes descubrió el principio que relaciona el peso y el volumen de un cuerpo con el fluido desalojado cuando este es sumergido. Ese razonamiento lo tuvo porque entró a una tina y observó el agua rebosarse. Fue cuando exclamó ¡Eureka! En primera instancia, él no recurrió a la experimentación, sino a su experiencia para resolver un problema que le habían planteado. Según Rodríguez, la recursividad de los colombianos tiene características propias; tanto es así que podría hablarse de una recursividad criolla: sacar proyectos adelante en contextos que prácticamente harían imposible hacerlo.
2. Resiliencia
En este concepto proveniente de la psicología, la capacidad para superar circunstancias traumáticas, el país se ha vuelto un verdadero experto. A pesar de las dificultades y de la violencia histórica de más de 50 años, la mayoría de los colombianos están dispuestos a dejar a un lado los traumas para construir una sociedad mejor. Acá hay miles de historias de resiliencia en las que sus protagonistas son líderes que, en vez de buscar venganza o ahogarse en el dolor, la utilizan para evitar que otros vivan situaciones similares a las que ellos padecieron. Por eso es común que desplazados, familiares de desaparecidos o víctimas de atentados terroristas se organicen y busquen por medio de métodos pacíficos la transformación social.
3. Coraje
En el campo del liderazgo, se entiende como la capacidad de afrontar riesgos, tomar decisiones difíciles o enfrentar las consecuencias de los actos. Sin embargo, en Colombia cobra un significado más profundo que linda con el sacrificio. Aquí no es fácil ser líder y en algunos casos implica poner en riesgo la vida. Para la muestra un botón: de acuerdo con un informe de la ONG Global Witness, este es el país del mundo en donde más líderes ambientales asesinaron en 2019, con un 30 por ciento de los casos (64 en total). Aun así, los líderes sociales colombianos vencen el temor y encaran situaciones peligrosas con tal de resguardar los derechos de sus comunidades y exigir respeto a la vida.
4. Resultados tangibles
En Colombia los líderes sociales son soñadores natos, porque imaginan una sociedad distinta que parece utópica. Ellos guían su accionar por nobles propósitos o ideales trascendentes. Pero no se quedan en idealismos inertes, sino que invierten su tiempo y hasta su vida para hacer realidad esos sueños. Y así no se cumplan en su totalidad, abren los senderos para que la sociedad colombiana continúe el camino. De esta manera, los líderes contribuyen a resolver grandes problemas que, en principio, parecen irresolubles o que solo los pueden arreglar agentes externos. Basados en valores positivos, impulsan transformaciones sociales en ambientes complejos, construyen una visión de progreso y fortalecen la acción colectiva con fines específicos. Gracias a esa acción, los líderes sociales han logrado con éxito mejorar la educación de los niños, leyes para proteger derechos, formar comunidades autosostenibles, entre otros hechos.
A manera de Conclusión
Colombia y el mundo atraviesan difíciles momentos. La pandemia y las constates cuarentenas causadas por el coronavirus debilitaron el espíritu humano y sembraron incertidumbre sobre el futuro. En el país la situación se agrava con el recrudecimiento de una violencia que mermó durante unos años de esta década. Pero, a pesar de ese panorama sombrío, hay que ser optimistas. O por lo menos esa es la conclusión de las características y las enseñanzas que los líderes les dejan a los colombianos. El ejemplo dado por ellos, más que proporcionar un modelo ético o de comportamiento, brinda la posibilidad de que en un ambiente adverso se sueñe con un futuro mejor y hacerlo realidad.