De los más de 9,2 millones de estudiantes de colegios públicos y privados en Colombia, solo el 11 por ciento ya regresó a clases presenciales. La cifra es ínfima teniendo en cuenta la evidencia de los impactos por tener a los niños alejados de las aulas; en especial a los más pequeños.
Un informe del Banco Mundial afirma que el cierre por más de un año puede provocar que ocho de cada diez alumnos no estén en capacidad de entender un texto de extensión moderada, y que los estudiantes pierdan entre el 50 y el 75 por ciento del conocimiento adquirido el año anterior.
A este preocupante panorama se suma el impacto en la salud mental. El Instituto Colombiano de Neurociencias reveló que el 88 por ciento de los niños tiene algún síntoma de afectación en su salud mental. Y hay que sumar la preocupante deserción escolar causada por el cierre de colegios. El año pasado, 100.000 alumnos abandonaron el sistema educativo, con riesgos de trabajo infantil y reclutamiento forzado en las zonas rurales.
A pesar de las inquietantes cifras, el país está lejos de lograr un consenso para buscar una solución que beneficie a los menores. La reapertura de colegios se ha convertido en el tema más polémico de la reactivación en medio del inicio de la tercera ola de contagios.
Mientras muchos piden celeridad en la reapertura de las instituciones, Fecode mantiene su posición de no volver a las aulas, al considerar que no existen las garantías suficientes para un retorno seguro. El gremio docente ha difundido imágenes que evidencian la precariedad de algunos colegios y argumenta que es inviable volver a las aulas por ahora.
En parte tienen razón. El Primer Estudio Nacional de Salud y Bienestar Escolar muestra que el 55 por ciento de los planteles del país no cuenta con suficiente agua y jabón para satisfacer las necesidades de la comunidad educativa. Eso preocupa a los padres, quienes se oponen a la reapertura.
Para solucionar esta falencia, el Gobierno dispuso de 400.000 millones de pesos a fin de dotar a los colegios de elementos de bioseguridad para reabrir. Algunos insisten en que la cifra es insuficiente frente a las deficiencias en varias instituciones. Pero el dinero tampoco ha ayudado para que los niños vuelvan a las aulas, pues solo se ha ejecutado el 23 por ciento del total.
Más allá de las condiciones de las instituciones educativas, que claramente deben mejorar, en el proceso de reapertura se debe tener en cuenta la evidencia científica disponible. La muerte de menores por coronavirus conmociona a la opinión pública; no obstante, es algo muy raro.
Un estudio publicado en The Lancet Child & Adolescent Health reveló que menos del 1 por ciento de los casos en niños resultan graves o mortales.
El director del Instituto Colombiano de Neurociencias, Jorge Eslava, asegura que muchas personas, por querer proteger a sus hijos, les están haciendo un daño más grande: “La covid no es más grave que una gripe común para ellos, pero alejarlos un año de los colegios sí podría tener efectos irreversibles”, afirma.
Varias ciudades han demostrado que es posible volver a las aulas de manera segura si se adoptan soluciones creativas. En Antioquia, por ejemplo, autoridades y privados como EPM y Argos lanzaron la Gran Alianza por el Agua, para que las instituciones con deficiencias en este servicio puedan reabrir cuanto antes. Y en Bogotá, la Alcaldía emitió una circular con el fin de que docentes menores de 60 años y sin comorbilidades retomen la presencialidad.
Reabrir los colegios es posible si cada quien pone de su parte. Hasta ahora el debate no ha tenido en cuenta a los más afectados, los niños, cuya voz nadie ha escuchado. Por eso, es imperativo: hay que volver a las aulas ¡ya!