Durante años en un barrio de La Dorada (Caldas) varias menores de edad partieron creyendo que más allá de la frontera colombiana había un futuro mejor. La oferta no era nada despreciable: les prometían trabajos como meseras, enfermeras o niñeras con un sueldo de 30‘000.000 de pesos. Pero una vez ponían un pie afuera de sus humildes casas la promesa no tenía nada que ver con al realidad. Un grupo de mujeres, con reconocimiento y aceptación en las comunidades donde planeaban sus estrategias criminales, era el encargado de engañar a las niñas, entre los 15 y 19 años de edad, para que creyeran que podían tener la esperanza de un trabajo estable con un millonario salario.  La fórmula del engaño les funcionó con decenas de adolescentes. Luego de la promesa, esta organizada red de trata de personas tenía planeado al detalle la operación para que las víctimas llegaran a una isla del Caribe: Trinidad y Tobago. Le sugerimos: El capitán (r) que violaba y marcaba a sus víctimas, y otras historias de terror en Cartagena Por tierra viajaban hasta la ciudad de Cúcuta, allí cruzaban la frontera gracias a la ayuda de dos hombres, y una vez en territorio venezolano, recorrían cerca de 1.450 kilómetros hasta llegar a Güiria, una población costera del Estado de Sucre, en la zona nororiental de ese país. Un viaje que puede durar un poco más de un día.  Luego atravesaban en botes clandestinos los 92 kilómetros del golfo de Paria hasta llegar a Puerto España, la ciudad más importante y capital de Trinidad y Tobago.  Allí, la pesadilla empezaba a hacerse más oscura para las víctimas, la cabecilla de toda la organización las recibía y las llevaba a algo que en la fachada simularía un hotel, pero en realidad se trataba de una casa de proxenetismo.  Le recomendamos: Declaraciones de la ‘Madame’ a la prensa: un posible bumerán A las menores de edad les quitaban los documentos personales, las encerraban en pequeñas habitaciones, vigilaban todos sus movimientos, la alimentación era reducida y los servicios públicos estaban restringidos. Ahí las víctimas se daban cuenta de que todo era un engaño, y que lo peor estaría por venir.  Las menores de edad eran obligadas a hacer trabajos sexuales en la isla hasta que pudieran pagar el viaje del traslado desde Colombia hasta Trinidad y Tobago, y que además generaran ganancias para los criminales detrás de esa red de explotación. La cifra siempre era elevada a dólares para que las niñas pasaran encerradas meses y hasta años. Pero la crueldad de esta red no llegaría hasta ahí.  Luego de que las mujeres estaban cerca de cumplir con la cuota del pago, se enfermaban. Y el jefe de esa estructura se deshacía de ellas de la peor manera: informaba a la Policía de ese país que habían ingresado de manera ilegal. A lo cual las autoridades de migración de la isla las encerraban en la cárcel. Le recomendamos: ¿La prostitución es trabajo o crimen?, el debate que llegó a la Corte Constitucional Una de las víctimas contó que mientras estuvo en la cárcel conoció a 28 menores de edad de nacionalidad colombiana que llegaron por la misma forma hasta allá. La Fiscalía y la Dijin investigaron durante varios años este caso, al tiempo que le seguían el rastro a los criminales. Se cree que se trataría de cerca de 100 casos como estos en el mismo barrio, aunque pueden haber más en ciudades del Valle del Cauca y el Eje Cafetero. Edna Ruth Avendaño Esterling, Mónica Tatiana Avendaño Esterling y Angie Carolina Hernández López fueron capturadas en La Dorada, al parecer, por ser integrantes de esta red de trata de personas. Una fiscal de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos les imputó cargos por el delito de trata de personas en concurso homogéneo y serán recluidas en la cárcel Picaleña en Ibagué.