El regreso a clases de los niños es una de las angustias más grandes de los padres de familia hoy. A pesar de que existen riesgos, pues la pandemia no ha pasado y los pequeños no tienen autorizada aún la vacuna, la verdad es que la educación virtual es todo un desafío y no alcanza a llenar las necesidades de los estudiantes.

Un grupo de padres de familia de Pereira decidió emprender una lucha para que los colegios vuelvan a la presencialidad. Y concluyeron que así como los maestros salen a las calles para pedir no regresar al trabajo, ellos también podían salir a exigir que el derecho a la educación de sus niños y niñas se respete.

La movilización tuvo lugar el 10 de agosto y surgió por cuenta de la decisión judicial del Juzgado Segundo Municipal de suspender las actividades presenciales en la ciudad de Pereira, tras una petición de Fecode. Cientos de padres se manifestaron en contra y luego el mismo juzgado falló a favor de los niños y jóvenes autorizando regresar al colegio.

En entrevista con SEMANA, Marcela Ceballos, perteneciente al grupo de padres padres de familia del colegio Liceo Campestre de Pereira, cuenta por qué se lanzaron a reclamar por sus niños.

SEMANA: ¿Qué la impulsa a exigir que los niños vuelvan a las clases presenciales?

Marcela Ceballos (M. C.): Mi hijo es mi mayor motivación. Si me toca voltear el mundo de cabeza por él, lo hago y vuelvo lo acomodo. Ellos venían de una semana de presencialidad totalmente felices, de encontrarse con sus compañeros, su colegio y su vida. Cuando llega la noticia, le digo a mi hijo que se cancelaron las clases presenciales y él se puso a llorar hasta que se quedó dormido. Somos un grupo de padres del Liceo Campestre de Pereira que hemos sido muy unidos y hemos sacado muchas cosas adelante. Por eso comienza esta iniciativa.

SEMANA: ¿Qué ha percibido que sea necesario para que los niños vuelvan al colegio presencialmente?

M. C.: Vemos ansiedad, obesidad, niños con escasa motricidad. Lo digo por conocimiento de todo lo que hemos vivido como padres, hace falta tolerancia, ya no quieren poner más atención cuando se sientan en el computador. Los niños pierden interés, el atraso de conocimiento, no se han podido desarrollar bien. Tuve conocimiento de jóvenes que han intentado suicidarse, niños que no comen bien y que han retrocedido. Los seres humanos somos sociables por naturaleza, nosotros convivimos con las demás personas, por eso tenemos vecinos y familiares. Las aulas forman a la persona y les permite crecer dentro de su mundo, pero este aislamiento no les permite crecer y no les permite desarrollar habilidades.

SEMANA: ¿Qué experiencias han tenido sobre la educación virtual?

M. C.: Estamos dentro del grupo de los afortunados, muchas personas en otras condiciones económicas han tenido un atraso significativo, se nota la diferencia. La profesora era increíble, cómo manejaba el grupo, el aplauso es para los profesores. No tuvimos tantos problemas, pero sí se presentan. Nuestro hijo tuvo problemas comiendo algo de más y esto se genera porque no hay independencia, cuando se va al colegio el niño debe ser independiente y abrir su lonchera, estar solos los lleva a evolucionar hacia un crecimiento adecuado.

Nuestro hijo ha sido independiente desde los cuatro años, se ha ido a dormir a donde sus amiguitos sin ningún problema, esta vez no fue capaz de ir a dormir a otro lado. Estamos en pro de ellos porque no había nada. Ahora que salimos de nuevo a la realidad ellos se preguntan: ¿por qué no puedo salir a estudiar? Ahora papá y mamá van a trabajar, yo por qué me tengo que quedar acá. Los niños necesitan compartir y tener socialización con sus iguales.

Después de varios meses en educación virtual los estudiantes de jardines, colegios y universidades han empezado a volver a la educación presencial con alternancia en Bogotá y en varias ciudades del país. Foto: Guillermo Torres Reina / SEMANA | Foto: GUILLERMO TORRES

SEMANA: ¿Cómo inicia el proceso de liderar una movilización para que los niños vuelvan al colegio?

M. C.: Nos enteramos de la noticia y en el grupo de padres nos documentamos para entender el problema. El Juzgado Segundo Municipal tomó la decisión frente a una tutela que impuso el Sindicato de Educadores de Risaralda, donde vincula a colegios privados. Las instituciones privadas hicieron un esfuerzo grandísimo para recibir a los niños en ambientes bioseguros que no se podía desconocer.

Nos contactamos con la Asociación de Colegios Privados de Risaralda y realizamos un oficio al Juzgado Segundo Municipal informando nuestra inconformidad. Enviamos las recomendaciones de lo que era el plantón y enviamos una encuesta donde obtuvimos 4.573 firmas. Nos citamos en el Parque de Banderas, pero nace otro movimiento de instituciones públicas y privadas, ya que la inconformidad era muy grande. Se movilizaron desde el Viaducto por toda la 30 de Agosto en compañía del gremio transportador. Gritamos arengas como: “No más virtualidad, arriba la presencialidad”. Tuvimos medios locales y nacionales, nos demoramos una hora. No queríamos torpedear a los demás. La movilización se realizó el martes 10 de agosto a las diez de la mañana.

Aprender el concepto de inglés. Niña en casa estudiando idioma en casa, lección en línea, aprendizaje a distancia, e-educación. Niña estudiante hablando con el profesor escribiendo y leyendo | Foto: derechos de autor no

SEMANA: ¿Qué va a pasar con los protocolos de bioseguridad?

M. C.: Quiero la salud mental para mi hijo porque tiene que forjar ese carácter que solo le da el colegio. No se tienen los mismos problemas en los colegios públicos que en los privados, no podemos tener la misma mirada porque los colegios públicos vienen acarreando diferentes problemáticas hace años. En el colegio tenemos una plataforma la cual nos exige responder una encuesta de bioseguridad para saber el estado de salud a diario.

SEMANA: ¿Qué concluye de manera positiva y negativa de la movilización?

M. C.: El panorama nacional es complejo. Tuvimos rechazo por manifestarnos, porque la marcha social está muy estigmatizada por estos días. Tuvimos las recomendaciones adecuadas de bioseguridad, no marchamos cerrando vías, no se permitían niños. Era un acto simbólico a favor de la presencialidad. No se pueden transgredir los derechos de los demás en su vida cotidiana.

SEMANA: ¿Qué percepción tiene del riesgo latente que aún hay de contagios?

M. C.: Nosotros seguimos nuestra vida cotidiana porque el sistema está diseñado para recibir remuneración por el trabajo dado, los papás trabajando y saliendo, cuando llegan a la casa no van a usar el tapabocas dentro de ella. Los niños están siendo educados en un miedo que les está robando la infancia, no hay nada más rico que comer un dulce después de haberse caído al suelo. Antes simplemente se lavaba y se comía. Ahora todo está infectado. Las instituciones educativas son más estrictas porque saben el foco de contagio, pero nosotros sí podemos ir a mercar, ir a cine, incluso bares y restaurantes, y ¿por qué los niños no? No hay consistencia ni coherencia en las cosas que queremos. Los niños tienen baja mortalidad por covid. Hablo desde la experiencia como mamá, vecina y perteneciente a una sociedad. En ocasiones, recibimos a todos los familiares que salen de fiesta o viaje, pero los niños no pueden salir porque ellos sí contagian o se contagian, no tenemos coherencia frente a todo.