El presidente Iván Duque dio detalles de políticos que quisieron hacerle daño a su mandato. En entrevista con Vicky Dávila, directora de SEMANA, habló de quiénes habrían estado detrás de esos intentos.

Reconoció que lo quisieron tumbar, pero que siempre se mantuvo firme en su posición. Cuando se le preguntó por quiénes estuvieron detrás de ese propósito, reconoció que “hubo mucha gente” entre la que estuvieron grupos armados al margen de la ley, pero también políticos interesados en que le fuera mal. “La política tiene gente buena, pero también tiene rémoras y seguramente algunas trataron de ver qué recogían de esa situación”, dijo.

Cuando se le consultó si uno de esos fue el presidente electo Gustavo Petro, quien desde que perdió las elecciones en 2018 con Duque anunció una férrea oposición, el mandatario contestó: “No solamente me la habían declarado, sino que habían dicho que podría no terminar mi gobierno. Que íbamos a vivir cuatro años en las calles”.

También reconoció que Petro, desde que perdió las elecciones, se declaró como su máximo opositor. “Sí, él lo hizo”, dijo.

Cuando se refirió a los hechos por los que lo buscaron afectar, mencionó que uno de ellos fue el paro del año pasado en el que el objetivo, según él, era “llevar al país a un baño de sangre”.

“Querían una reacción desesperada del presidente, que sacara al Ejército o a la Policía, o que decretara la conmoción interior. Mantuve siempre a la mano un papelógrafo donde llevábamos la secuencia día a día lo que había ocurrido en Chile y trataron de replicar el mismo fenómeno en Colombia”, comentó.

El presidente habló de otras “cascaritas” con la que buscaron afectarlo. Otra fue la libertad de Jesús Santrich con la que considera que intentaron desestabilizarlo. “Me intentaron desesperar cuando Santrich se voló, después cuando pasó lo mismo con Aida Merlano. Trataban de que algunas situaciones se convirtieran en huracanes que afectaran la confianza, la credibilidad y la estabilidad del Gobierno. En ninguna circunstancia nos dejamos llevar”, comentó.

También recordó cuando se presentó un férreo ataque contra 60 CAI en Bogotá. “Nos tocó enfrentar otro momento muy complejo cuando en la primera minga querían desesperar a la Fuerza Pública para que se presentara un acto de violencia. Y le digo una cosa con amor por mi trabajo: las adversidades me gustan, las sé enfrentar con fe y asumo una prueba como una ocasión para poder demostrar estabilidad emocional y reciedumbre”, reconoció el presidente Duque.

Duque reconoció que Petro, desde que perdió las elecciones, se declaró como su máximo opositor. “Sí, él lo hizo”, dijo.

El mandatario aclaró que no tendrá el mismo tono y que no será opositor una vez termine su mandato y que por eso en medio de su intervención en la instalación del Congreso del pasado 20 de julio, deseó al mandatario entrante que le vaya bien por el bienestar del país, a diferencia del anuncio qué él hizo hace cuatro años.

“Nunca pago con la misma moneda. Me tocó enfrentar una oposición hirsuta y cerrera que nunca quiso reconocer nada. Fue hostil en casi todos los momentos y hubo muchos ataques personales. Vimos ataques a mi esposa, a mi hermano, a mi mamá, en mi contra. Todo eso es cosa del pasado. Cuando a uno no le queda sino el ataque personal, perdió la batalla”, dijo.

El mandatario reiteró que su propósito no es hacerle oposición al nuevo gobierno y recordó que hizo una campaña en la que no descalificó a nadie y que ganó por encima de los demás por sus propuestas hace cuatro años. “He asumido una postura hace un tiempo. No soy contradictor, no soy candidato a nada y no estoy en la política pendenciera. Cuando me enfrenté con mis contrincantes en 2018, a todos les gané, trabajando, recorriendo el país y mostrando propuestas. Nunca caí en el agravio contra ninguno. De hecho, en la segunda vuelta ganamos por un margen avasallador, más de dos millones de votos. Antes de que diera mi discurso de victoria, me habían declarado la oposición”, contó sobre ese momento.

Señaló que en ese entonces, a pesar de que la oposición fue tan aguda, no se dejó amedrentar. “No, nunca. Al contrario, muchos de mis colaboradores siempre decían: ‘¿Por qué se mantiene siempre tan calmado? ¿Por qué no sale a pelearles?’. Les respondía: es lo que quieren”, comentó.

Dijo que su objetivo en ese momento era estar concentrado en sus labores y no caer en “pequeñas peleas” y en la “pequeña política”, la “diatriba” y el “mal juego de palabras”. “Me mantuve gobernando. Prueba de ello es que, a pesar de una pandemia, un huracán categoría cinco, la mayor crisis migratoria y el reto de sacar adelante un proceso de paz que no tenía recursos y con tantas fragilidades, logramos que nuestro plan de desarrollo se cumpliera en más del 85 %”, afirmó el mandatario.

Aseguró que si les hubiera contestado a los críticos, ellos se habrían victimizado. “Habrían dicho que el Gobierno estaba agrediéndolos. Nadie lo puede decir. La demostración más clara es que ha sido un Gobierno demócrata”, comentó el presidente Duque.

Vea la entrevista completa acá:

VICKY DÁVILA (V. D.): Presidente, le va a parecer extraño que empiece esta entrevista así. Pero hábleme de los graves planes para asesinarlo después del 7 de agosto.

IVÁN DUQUE (I. D.): Vicky, siempre he tratado de no abordar las amenazas porque no me gusta invocar esas situaciones. Pero hay información corroborada de inteligencia sobre miembros del GAOr 33 que están tratando de movilizar alrededor de 8.000 millones de pesos para la contratación de hombres armados que puedan atentar contra el ministro Molano, la cúpula militar y contra mí. Pero confío en la protección de la Policía y hemos tomado precauciones porque la información es verídica.

V. D.: ¿Quién está detrás?

I. D.: Alias John Mechas, el mismo que estuvo detrás del atentado de Cúcuta. A quien también la extinta Marquetalia le pagó para que atentara contra el avión presidencial en una aproximación a la sabana de Bogotá. Ese grupo tiene esa obsesión y lo seguiremos enfrentando hasta el último día de nuestro gobierno.

V. D.: 8.000 millones de pesos es mucha plata. ¿Cómo lo quieren asesinar?

I. D.: No tenemos información exacta sobre qué tipo de atentado quisieran perpetrar, pero han intentado muchas cosas: explosivos, trataron de conseguir misiles de corto alcance para que pudieran estar en los conos de aproximación en la sabana de Bogotá, en las entradas del avión presidencial. En el ataque en Cúcuta, vimos que había información que les fue suministrada también por personas que conocían la ruta del helicóptero y que tenían datos sobre las coordenadas de aterrizaje. Nuestro gobierno ha enfrentado con toda la determinación a todos los grupos terroristas. A Los Pelusos, Los Caparros, Los Puntilleros, al Clan del Golfo, al GAOr 33 y la Narcotalia dejó de existir también en nuestro gobierno.

V. D.: ¿Es cierto que quisieron matarlo antes del 7 de agosto?

I. D.: Lo intentaron. Los primeros 18 meses de gobierno viví en mi casa, y el coronel Torres, del equipo de seguridad presidencial, descubrió un intento de Los Comba por comprar el apartamento de abajo para tratar de perpetrar un atentado. Después nos tocaron dos francotiradores en el Cauca. La información me la dio el entonces fiscal Néstor Humberto Martínez. Por audios, nos enteramos de que estaban listos para hacer el atentado.

V. D.: Presidente, lo que pasó en Cali, en los días de paro, también fue muy grave.

I. D.: La situación fue muy compleja. En medio de los bloqueos, hubo una información de que, a la llegada de la caravana presidencial, querían bloquearla y ponerle una bomba lapa al carro en el que me transportaba. Desarticulamos el plan, cambiamos los horarios y llegamos a Cali a la madrugada. Volvimos a los dos días. Después vino el atentado en Cúcuta. La verdad, siempre mantengo mi fe y mi coraje intactos.

V. D.: No solo lo han querido asesinar, también lo quisieron tumbar. ¿Está de acuerdo?

I. D.: Como decía un político latinoamericano, al 90 % de los presidentes los quieren tumbar, y los Gobiernos siempre tienen que enfrentar conspiraciones y ataques. Lo que vimos fue un interés de asfixiar al Gobierno. Con lo que no contaron fue con que nunca me desespero, nunca tomo decisiones bajo presión y sé analizar. El año pasado intentaron llevar al país a un baño de sangre. Querían una reacción desesperada del presidente, que sacara al Ejército o a la Policía, o que decretara la conmoción interior. Mantuve siempre a la mano un papelógrafo donde llevábamos la secuencia, día a día, de lo que había ocurrido en Chile y trataron de replicar el mismo fenómeno en Colombia.

V. D.: ¿Cómo lo hicieron? ¿Cuál era la estrategia?

I. D.: Incluso utilizaron las mismas expresiones: “estallido social”, “primeras líneas”, etcétera. Lo que querían era asfixiar el aparato productivo, voltearlo en contra del Gobierno, generar una situación de desespero. Hubo muchas presiones a gobernantes locales y trataron de unirse también las fuerzas del narcotráfico y del terrorismo. Pero no lo lograron. Los enfrentamos con cerebro y paciencia, ganándoles cada espacio en el que también quisieron afectar la institucionalidad de nuestro país. Demostramos que la institucionalidad es más fuerte que cualquier intento por desestabilizarnos.

V. D.: ¿Quiénes fueron?

I. D.: Mucha gente.

V. D.: ¿Pero me puede decir quiénes?

I. D.: Hubo participación de grupos armados y de narcotráfico.

V. D.: Y de políticos...

I. D.: Claro. Usted sabe que la política tiene gente buena, pero también tiene rémoras y seguramente algunas trataron de ver qué recogían de esa situación.

V. D.: No lo lograron, pero entonces me da la razón, sí lo querían tumbar.

I. D.: Vimos una intencionalidad que nunca prosperó. A lo largo de mi gobierno hubo varias cascaritas que tuvimos que sortear. Por ejemplo, me intentaron desesperar cuando le dieron la libertad a Jesús Santrich.

V. D.: Ese es un capítulo muy interesante de su gobierno.

I. D.: Me intentaron desesperar cuando Santrich se voló, después cuando pasó lo mismo con Aida Merlano. Trataban de que algunas situaciones se convirtieran en huracanes que afectaran la confianza, la credibilidad y la estabilidad del Gobierno. En ninguna circunstancia nos dejamos llevar. Después nos tocó ver ese ataque fratricida contra 60 CAI en Bogotá. Nos tocó enfrentar otro momento muy complejo cuando en la primera minga querían desesperar a la Fuerza Pública para que se presentara un acto de violencia. Y le digo una cosa con amor por mi trabajo: las adversidades me gustan, las sé enfrentar con fe y asumo una prueba como una ocasión para poder demostrar estabilidad emocional y reciedumbre.

V. D.: Gustavo Petro se lo advirtió desde 2018 cuando usted ganó las elecciones. La oposición sería en la calle y muy fuerte.

I. D.: He asumido una postura hace un tiempo. No soy contradictor, no soy candidato a nada y no estoy en la política pendenciera. Cuando me enfrenté con mis contrincantes en 2018, a todos les gané, trabajando, recorriendo el país y mostrando propuestas. Nunca caí en el agravio contra ninguno. De hecho, en la segunda vuelta ganamos por un margen avasallador, más de 2 millones de votos. Antes de que diera mi discurso de victoria, me habían declarado la oposición.

V. D.: Habla de Petro…

I. D.: No solamente me la habían declarado, sino que habían dicho que podría no terminar mi gobierno. Que íbamos a vivir cuatro años en las calles.

V. D.: Pero se refiere a Petro, ¿sí o no?

I. D.: A ver, no me diga si sí o no. Usted sabe quién fue mi contrincante en la segunda vuelta.

V. D.: Por eso, Petro…

I. D.: Sí, él lo hizo. Por eso se lo dije al Congreso: no soy hoy contendor de Petro. Es el nuevo presidente y le deseo que le vaya bien y acierte. Nunca pago con la misma moneda. Me tocó enfrentar una oposición hirsuta y cerrera que nunca quiso reconocer nada. Fue hostil en casi todos los momentos y hubo muchos ataques personales. Vimos ataques a mi esposa, a mi hermano, a mi mamá, en mi contra. Todo eso es cosa del pasado. Cuando a uno no le queda sino el ataque personal, perdió la batalla.

V. D.: En esos momentos de oposición tan aguda, ¿tuvo instantes de angustia?

I. D.: No, nunca. Al contrario, muchos de mis colaboradores siempre decían: “¿Por qué se mantiene siempre tan calmado? ¿Por qué no sale a pelearles?”. Les respondía: es lo que quieren. Cuando uno está concentrado en la obra de gobierno, no puede caer en las pequeñas peleas, en la pequeña política, en la diatriba y en el mal juego de palabras. Me mantuve gobernando. Prueba de ello es que, a pesar de una pandemia, un huracán categoría cinco, la mayor crisis migratoria y el reto de sacar adelante un proceso de paz que no tenía recursos y con tantas fragilidades, logramos que nuestro plan de desarrollo se cumpliera en más del 85 %.

V. D.: O sea que decidió no contestarles a sus críticos.

I. D.: Si me hubiera dedicado a contestarles a los miembros de la oposición, se hubiesen victimizado y habrían dicho que el Gobierno estaba agrediéndolos. Nadie lo puede decir. La demostración más clara es que ha sido un Gobierno demócrata.

V. D.: Por lo que me ha dicho, no va a ser un opositor natural de Petro y su gobierno.

I. D.: Ya goberné, fui presidente, mi rol no es asumir liderazgos de oposición. Es necesaria la oposición en una democracia y es mejor cuando es proposición. Así lo hice desde el Congreso. Cuando tenía reparos, siempre tenía una propuesta. En el mundo en el que nos movemos, la posverdad, la polarización y el populismo son enemigos de la democracia.

V. D.: ¿La oposición que le hicieron fue limpia?

I. D.: No fue honesta. Porque cuando usted niega los hechos, hay deshonestidad intelectual. Cuando no se reconoce que se han entregado 50.000 títulos de propiedad rural, la mayor entrega en la historia reciente, hay un problema. Cuando no se reconoce la matrícula gratis para la educación superior pública, que cubre a los estratos 1, 2 y 3, no se está siendo honesto. Cuando no se reconoce que hay 290.000 campesinos que venden en agricultura por contrato y sin intermediarios, que este gobierno sacó adelante un catastro multipropósito, 1.400 obras PDET y la reglamentación de la extensión de la Ley de Víctimas, que permitió que las víctimas llegaran al Congreso, con voz y voto; no reconocer todo eso es deshonestidad intelectual. Si hay hechos que muestran que hay un acierto, hay que reconocerlos. Si uno empieza a generar la diatriba a partir de la negación de los hechos, no está haciendo una política honesta.

V. D.: De parte de la oposición, se vendió una narrativa: que no hizo nada.

I. D.: Podían intentarlo, pero los hechos son los hechos. He ido a más de 200 municipios adonde nunca había ido un presidente. Hicimos más de 113 talleres Construyendo País, casi cuatro vueltas a Colombia. ¿Y las narrativas? Muy similar a un libro que se publicó del presidente Barco, donde una célebre periodista del momento decía que, como Barco no les caía bien, había que desfigurarlo. Quisieron reunirse varios a desfigurarme. Entiendo que en la política esas cosas se puedan presentar, pero no son honestas. ¿Sabe qué me permite dormir tranquilo? Que nunca he sentido odio en la vida y mi único sentido es el deber.

V. D.: ¿Eso le causó dolor?

I. D.: No. ¿Sabe en qué se convierte eso? En energía y fuerza. Durante buena parte de mi juventud me dediqué a estudiar aikido. Su fundador, Morihei Ueshiba, decía que la esencia del aikido es saber utilizar la fuerza del contrincante en su contra. Cuando me decían que no había hecho nada, bueno, no he hecho nada. Aquí tienen diez vías de cuarta generación inauguradas. Once millones de hogares reciben asistencia social de este gobierno, elevé el salario mínimo a un millón de pesos. Son hechos.

I. D.: Cuando Petro era candidato, dijo en ‘El País’ de España que estaba de acuerdo en que a usted lo procesaran por delitos de lesa humanidad.

I. D.: Quiero asumir que todas esas cosas se dijeron al fragor de una campaña, porque siempre he obrado conforme a la Constitución y la ley. Incluso se atrevieron a decir que había ordenado asesinar jóvenes.

V. D.: Y sacarles los ojos…

I. D.: Eso es una falacia. Hemos investigado las conductas individuales que han representado desmérito y deshonra para la Fuerza Pública. Pero también actuamos de la mano con los gobernantes locales. Ese día terrible en Cali, quien decretó el toque de queda fue el alcalde. Y le dimos el apoyo, él lo pidió. Ni yo, ni el ministro de Defensa, ni mucho menos la cúpula, que ha sido honorable y patriótica, dimos una instrucción en contra de la población civil.

V. D.: ¿Cree que el nuevo Gobierno lo puede perseguir?

I. D.: Espero que este país no vaya a caer en esas prácticas propias de las autocracias. John F. Kennedy decía: usted puede ganar con el 50 % de los votos, pero no puede gobernar con el 50 % en contra. Cuando uno llega a la Presidencia, lo primero que tiene que hacer es pasar todos los incidentes de controversias políticas a un segundo plano. El ejercicio de la Presidencia no es para revanchismos, venganzas, ni vendettas o para acabar con el contrario. Es para tener una posición de grandeza, hay que estar dispuesto a asumir toda suerte de ataques y críticas. Por encima de cualquier cosa está la patria.

V. D.: ¿Pero si pasa?

I. D.: Cualquier instinto de persecución, de tratar de censurar por la vía de la presión judicial o del aniquilamiento personal, como ha ocurrido en muchos países de América Latina, a lo único que lleva es a un resquebrajamiento institucional muy fuerte y puede conducir a graves oleadas de violencia que este país no quiere volver a tener.

V. D.: ¿Por qué, al llegar a la Presidencia, no quiso hacer un corte de cuentas con Juan Manuel Santos? ¿Se arrepiente?

I. D.: No creo que los discursos de posesión tengan que ser un corte de cuentas. Y si volviera al 7 de agosto de 2018, volvería a dar el mismo discurso. Fue escrito con el corazón, la cabeza. Ahora bien, creo que era importante en muchos temas haber hecho un corte de cuentas, sí. No en el discurso, pero era importante. Pero el corte de cuentas no es tanto de echar culpas.

V. D.: No, pero sí para saber qué recibió…

I. D.: Hubo una discusión en el Gobierno y era si debíamos hacerlo y con qué grado, y fui muy cauto en proteger dos cosas: la economía y la confianza. En política es muy dado recibir voces incendiarias que dicen: “Salga y golpee”. Ojo, porque a veces uno termina tomándose esa misma cicuta. Si usted sale a vender desgracia, caos, desesperanza, después se la tiene que tomar. Era importante mantener un mensaje de esperanza, credibilidad y crecimiento. Así me haya costado políticamente, lo hicimos.

V. D.: ¿Pero en algún momento lo culparon por cosas que usted recibió mal del gobierno Santos?

I. D.: Seguramente. Inclusive le conté una anécdota al presidente electo, Gustavo Petro, que tengo grabada en el corazón. El 8 de agosto de 2018, me fui a San Andrés, no llevaba ni 24 horas posesionado, eran las doce del día y una señora me dijo: “Duque, no has hecho nada”. Entonces, ¿por qué guardo esa anécdota? Porque cuando uno llega a la Presidencia, asume lo que se ha hecho y lo que no. Y este es un país donde todavía subsisten grandes brechas, hay muchas deudas que no están saldadas.

V. D.: Fíjese qué le pasó con los estudiantes. Cuando apenas llevaba dos meses en el Gobierno, le hicieron una gran protesta.

I. D.: Y no lo hicieron en los ocho años anteriores. Nos sentamos con ellos, llegamos a un gran acuerdo y estamos dejando la matrícula gratis para 720.000 jóvenes, casi el 97 % de la matrícula de educación superior pública gratuita. Una conquista tremenda.

V. D.: Si hizo una buena Presidencia, ¿por qué ganó Petro?

I. D.: Me han hecho esa pregunta varias veces. Primero, hay que reconocer que la izquierda lleva más de 20 años de conquista tras conquista. Desde 2003, Bogotá estuvo 12 años bajo gobiernos del Polo Democrático. En 2006, aunque Álvaro Uribe ganó en primera vuelta, Carlos Gaviria quedó de segundo. En 2010, Antanas Mockus estuvo en segunda vuelta. En 2014, la reelección del presidente Santos se dio con el apoyo de Petro y el Polo. Y en el año 2018 nos enfrentamos y ganamos, pero obtuvieron 8 millones de votos, tenían capital político. Creo también que en la disputa final de esta elección hizo falta un debate más claro de ideas y de poder confrontar posturas. Entonces, son dos fenómenos: un proceso que la izquierda venía adelantando y hubo grandes vacíos en la confrontación política, sobre todo en la segunda vuelta.

V. D.: A quienes le echan la culpa por el triunfo de Petro, ¿qué les dice? Aunque a usted lo culpan por todo.

I. D.: Hasta de la guerra en Ucrania, como me dijo alguien. Pero que me echen la culpa si hubiera sido candidato y hubiera perdido. Échenmela completita y la asumo completica. Pero cuando me enfrenté, gané, y no por pelitos en el alambrado. Por eso dije que, si hubiera reelección, me hubiera presentado y ganado. Se pusieron bravos y dijeron: “Qué arrogancia”. Santos, en 2014, pasó a la segunda vuelta con el 25 % de favorabilidad; y Emmanuel Macron pasó en Francia con ese mismo porcentaje. ¿Por qué yo, que tengo 30 % en la peor encuesta, no lo hubiera podido hacer?

V. D.: ¿Lo que me está diciendo es que en segunda vuelta Petro no tuvo competencia?

I. D.: Creo que no.

V. D.: ¿Le pareció raro?

I. D.: No sé si raro, pero no se vio competencia. No lo digo por descalificar a nadie, pero ¿qué hace un candidato en una segunda vuelta? Recorrer el país, participar en debates, dar entrevistas, hablarles a los medios, invertir en publicidad para dar a conocer su programa. Eso es lo que hace un candidato en segunda vuelta. Como colombiano, vi esas ausencias en la segunda vuelta.

V. D.: ¿Y esa ausencia fue la de Rodolfo Hernández, el contendor de Petro en segunda vuelta?

I. D.: Pues si usted lo quiere ver así, sí. Ahí hubo un vacío. Si me pregunta si vi confrontación de ideas y modelos, algo fuerte e importante, eso no se vio. Los colombianos nos quedamos con esa deuda.

V. D.: En todo caso, las dos personas que llegaron a la segunda vuelta eran críticas de su gobierno.

I.D .: Es usual, Vicky. Cuando tiene un gobierno y no hay reelección, es muy fácil atacarlo. Es más, cada cuatro años gana “el cambio”.

V. D.: Es como una ilusión…

I. D.: Una constante en la política. A muchos presidentes que nos ha tocado gobernar en medio de la pandemia y, como me lo describió el propio presidente Fernández, de Argentina, es como si hubiéramos salido de una guerra. Hay fatiga, desazón. Pero, si mira a Colombia frente al resto de países de América Latina y del mundo, salimos de la pandemia y crecimos al 10,6 %. Este año vamos a crecer por encima del 6,5 %. Recuperamos el 100 % de los empleos que se perdieron. Dimos un salto tremendo en materia de vacunación y fuimos el primero en el ranking de Bloomberg en América Latina y el Caribe. Si hubiera sido candidato y hubiera perdido, cóbrenmela. Pero, como no lo hice, esa responsabilidad no me la voy a dejar poner. Eso sería validar las cosas que no hicieron otros para tratar de justificar sus derrotas.

V. D.: Miremos algunos momentos en su Presidencia. Por ejemplo, ¿qué pasó el día en que le dictaron una medida de aseguramiento al expresidente Uribe?

I. D.: Fue un día muy impactante para mí.

V. D.: ¿Cómo se enteró?

I. D.: Usted sabe que este es un país donde empiezan los rumores en las redes y hasta que salió la decisión. Me impactó porque una medida de aseguramiento a quien le ha servido a Colombia es bastante cuestionable. Esa es una medida excepcional en el derecho penal y sobre todo es aplicable a delincuentes con probada peligrosidad frente a la sociedad. Cualquier persona que haya ocupado la primera magistratura del Estado le ha servido a la Constitución y la ley, y debe poder defenderse en libertad. Uribe es un colombiano ejemplar y le ha servido a este país con amor. Cuando la historia haga ese balance desapasionado, la Colombia que tenemos hoy, que ha traído inversión, que ocupa un país de mayor reconocimiento internacional, tiene en el gobierno de Uribe uno de esos grandes momentos de cambio.

V. D. Cuando se enteró, ¿lo llamó?

I. D.: Claro.

V. D.: ¿Recuerda la conversación?

I. D.: Fue de solidaridad. Por la persona, la familia, por quien he visto trabajar de manera denodada. Fueron momentos que me llevaron a reflexionar sobre lo que no quiero que le pase a Colombia. Hay muchos países de América Latina donde las vendettas entre gobernantes o las confrontaciones entre justicia y gobernantes terminan destruyendo las fortalezas institucionales. ¿Sabe cuáles son las fortalezas institucionales más grandes de nuestro país? Tener la transición organizada del poder.

V. D.: ¿La detención de Uribe fue una decisión política o jurídica?

I. D.: No quiero entrar en ese debate. Lo superé hace dos años. Se decía que mis comentarios estaban invadiendo la competencia de la Corte Suprema de Justicia.

V. D.: Además, que eran irrespetuosos.

I. D.: A la Sala de Instrucción le tengo respeto institucional y a todas las cortes. Lo que dije en ese momento, cuando alguien me preguntó si estaba cuestionando los fallos, fue que no, que estaba cuestionando las fallas.

V. D.: Otro momento de su gobierno fue el caso Santrich. Primero: ¿era narco o no?

I. D.: Total. A Santrich lo capturan antes de que yo fuera elegido presidente.

V. D.: Claro, en el gobierno Santos…

I. D.: El día de su captura, el entonces fiscal Martínez Neira dio una declaración con el entonces presidente Santos y los dos hablaron de pruebas contundentes que llevaron a esa captura. Ahí estaba involucrado Marlon Marín, el sobrino de Iván Márquez, que empezó a colaborar con las autoridades norteamericanas. Entonces, Márquez se fue para el sur del país con el Paisa y Romaña. Ya tenían armado un plan para constituir un nuevo grupo armado. Cuando llego a la Presidencia, nos encontramos con una dificultad tremenda para hacer esa extradición y, finalmente, lo dejan en libertad. Era una cáscara. Muchas personas decían que tenía que decretar la conmoción interior, echarle mano y despacharlo en un avión. ¿Cuál conmoción interior ni qué ocho cuartos? Eso es solo cuando hay una grave alteración del orden público, no un fallo judicial, bueno, malo o regular. El bandido ese salió a posar de víctima, todo enclenque en una silla de ruedas, pero se posesionó y a los pocos días se fue para una ETCR y después cruzó la frontera con Venezuela. Esa fue la segunda cáscara que me tiraron. Posteriormente, apareció el video de la Narcotalia, donde me declararon la guerra y, bueno, paciencia, que al final del día, como les dije a los colombianos, la Narcotalia se va a acabar y se acabó.

V. D.: ¿En ningún momento pensó en extraditar a Santrich a la fuerza?

I. D.: No.

V. D.: ¿Pero le decían que lo hiciera?

I. D.: No es que a uno le digan. Usted sabe que en este país hay tantos juristas como técnicos deportivos desde los medios de comunicación, hasta en las calles y pasillos.

V. D.: (Risas) Gracias por lo que nos toca…

I. D.: Usted lo sabe, siempre aparece un jurista que dice lo que el presidente tiene que hacer. Lo cierto es que cualquier declaratoria de conmoción era improcedente, un acto de chambonería jurídica que era una violación flagrante de la Constitución y la ley. Por otro lado, echarle mano y montarlo a un avión era cometer una ilegalidad. Muchas personas apostaban a que, como presidente, fuera a cometer ese error. No me iba a prestar para esa ilegalidad. Que si fue duro, claro, porque ver un bandido narcotraficante en esas da dolor, pero, fíjese, los bandidos mueren en su ley y así murió esa porquería.

V. D.: ¿Estados Unidos quedó frustrado porque no hubo extradición?

I. D.: Estados Unidos no se frustra y no claudica, al igual que Colombia, en esa lucha. El otro día estaba haciendo el cálculo y en mi gobierno cayeron Guacho, David, Pácora, Puntilla, Otoniel, Fabián, Uriel, Monoclinton, Elefante, Iván Mordisco, Gildardo el Cucho, Rodrigo Cadete, y le puedo seguir enumerando.

V. D.: También cayeron el Paisa, Romaña, Santrich…

I. D.: Esos cayeron en otro lado. Entre bandidos, ellos seguramente llevarán sus penas.

V. D.: A propósito, ¿sabe algo más de Iván Márquez?

I. D.: Algunas fuentes aseguran que murió en un acto confuso en Venezuela. Otras dicen que está en un hospital en muy grave estado de salud, prácticamente en estado vegetativo. Sobre eso siempre he creído que hay que tener paciencia, mirar qué arrojan las fuentes de inteligencia, pero lo cierto es que la Narcotalia ya no tiene a Santrich, al Paisa, a Romaña, a Gentil y a Iván Mordisco. La Narcotalia ha dejado de existir.

V. D.: Las disidencias aseguraron en un video que Márquez estaba bien después de un ataque en su contra.

I. D.: Dijeron que fue leve. Y, si fue así, que salga, que haga un video como le gusta a él, hablando desde Venezuela.

V. D.: ¿Se indignó cuando lo amenazó Santrich?

I. D.: No. ¿Sabe cuándo me dio indignación? Cuando la amenazó a usted. A un presidente lo pueden amenazar, los bandidos amenazan siempre la institucionalidad, pero me pareció cobarde ese video que le mandó a usted, donde puso además un carrito de niño, eso me indignó. Primero, por la vileza de amenazar a una mujer; segundo, por amenazar a una periodista; y, tercero, por tratar de hacer una alegoría grave y gráfica a quien es madre de menores. Me pareció una vileza por parte de esa porquería. Pero mi Dios nunca se queda con esas penas guardadas. Esos bandidos murieron en su ley y el mundo se dio cuenta de todo lo que denunciamos. Recuerdo cuando me atacaron, cuando fui a Naciones Unidas y mostré el dosier. ¿Dónde cayeron? En los puntos en donde estaban en el dosier.

V. D.: Y Nicolás Maduro ni mu…

I. D.: Pues el que calla otorga.

V. D.: Definitivamente a la posesión no viene.

I. D.: Vuelvo y digo: mientras sea el presidente, Nicolás Maduro no entrará al espacio aéreo colombiano. No lo reconocemos como jefe de Estado de Venezuela. Después de las 3:00 p. m., cuando esté juramentado el nuevo presidente, él podrá tomar sus decisiones. Pero, además, no sé si Maduro esté dispuesto a asumir el riesgo de darse una pasadita por acá, cuando sabe que tiene una orden de extradición de Estados Unidos.

V. D.: ¿Eso qué quiere decir? ¿Lo podrían capturar?

I. D.: Que tiene orden de extradición a los Estados Unidos.

V. D.: Los cargos contra Maduro son muy graves. ¿Eso debería tenerlo en cuenta cualquier gobierno?

I. D.: Él, Tareck El Aissami, Delcy, Diosdado, todos tienen procesos con la justicia de Estados Unidos. Acuérdese de que todos los que ejercemos funciones tenemos fecha de expiración, pero la justicia no.

V. D.: ¿Qué significó el llamado escándalo de la ‘ñeñepolítica’, al que lo quiso vincular la oposición?

I. D.: Fue una infamia. Primero dijeron que éramos íntimos amigos; luego que amigos de toda la vida, que habíamos crecido juntos, qué no dijeron. Conocí a ese personaje, pero en espacios en los que las fotos fueron en eventos públicos. Conocí a su padre, a su madre y a su hermano. En una entrevista que le hicieron a su madre, ella dijo que su hijo no tenía ninguna relación cercana con el presidente Duque. Luego le preguntaron a su esposa, María Mónica Urbina, y dijo lo mismo. ¿Y sabe cuál es la parte más irónica? Quiero saber cuándo alguien comprobó que él fuera un narcotraficante y que tuviera algún vínculo económico o negocio conmigo. Nunca. Pero eso se utilizó para atacar mi honra y la de mi familia. Pero uno tiene que ser resiliente en esos momentos y lo fuimos.

V. D.: Cuando menciona a su familia, pienso en los ataques que recibió su esposa.

I. D.: Difícil. María Juliana es una mujer excepcional en todo el sentido de la palabra. No solamente es mi compañera de vida, el amor de mi vida, sino una persona que ha cumplido una labor extraordinaria como madre y primera dama. Sin protagonismo, sin ínfulas, sacó adelante la campaña ‘Ayudar nos hace bien’. Cuando estábamos en pandemia y no había vacunas, se fue a recorrer el país y a entregar mercados, en un acto de amor genuino por el prójimo. Me tocó ver ataques muy bajos, pero hay algo que nosotros siempre logramos mantener como familia y es altura ante las bajezas. La atacaron con la tendencia “la moza de Duque”. Con eso también afectaron a mis colaboradores, como María Paula Correa, que han trabajado con gran honestidad y gran compromiso por Colombia.

V. D.: ¿Un ataque así se lo esperaba?

I. D.: Eso fue la tapa de la olla. Vimos muchas infamias que tocaban a las personas que trabajan conmigo, a mi familia, ataques por ejemplo con mi hermano que ha sido mi compañero, mi confidente, mi amigo y me ha acompañado en todos los viajes que he hecho en el país y en el exterior. Mi hermano Andrés es un hombre que tiene una extraordinaria formación humanística y una inteligencia superior. Él, en su discreción, ha sido una persona que siempre ha sabido estar a mi lado, pero que no participa de reuniones oficiales. ¿Sabe qué me dio ironía? Cuando empezaron a atacarlo y yo veía, por ejemplo, cómo en el pasado aquí hubo presidentes que tenían a los hijos de secretarios privados y fueron muy influyentes. Otros tuvieron a sus hermanos de negociadores con grupos armados ilegales, otros tenían a sus hijos en posiciones o en cargos novedosos, rimbombantes. También hubo cuñados en cargos públicos y otros familiares. ¿Por qué ese doble rasero? ¿Por qué a ellos se les celebra? Aquí viene el ataque rastrero, a quien no le ha hecho daño a nadie y que hace parte de mi familia y que me acompaña sin generarle ninguna erogación al Estado. A mí me duelen esos ataques rastreros, pero esas cosas también hay que dejarlas pasar.

V. D.: Esos ataques a la familia le debieron doler más que los ataques en su contra.

I. D.: Es que uno ya va desarrollando blindaje cinco, seis, siete u ocho, porque nunca he dejado que nada de eso me penetre el alma. Cuando uno lo permite y hay reacción de odio, ese día ganaron ellos.

V. D.: Recuerdo una polémica que se armó por el traje que llevó su esposa en un evento público. ¿Se acuerda?

I. D.: Sí, me pareció hasta ridículo, la verdad. Ella tiene un gran sentido del humor.

V. D.: ¿Se reía de eso?

I. D.: Todavía nos seguimos burlando de eso. Muchos de esos ataques rastreros y bajos los pasamos de largo, con humor y manteniéndonos unidos como familia y unidos en el servicio.

V. D.: En los últimos días, la protagonista de dichos ataques ha sido su mamá.

I. D.: Esa ha sido la parte más dura. Mi mamá es una mujer mayor, una ama de casa que tuvo una vida profesional muy exitosa. Siempre la ven consiguiendo un mercado para una familia que lo necesita. De hecho, se ganó un premio de la Fundación El Nogal. Y lo triste es que mi mamá, que no tiene malicia para detectar ciertas manipulaciones, fue abordada por una persona que les dijo, además, a las autoridades que utilizó su nombre indebidamente. En las cosas que han sacado, lo único que se ve de parte de ella es el deseo de ayudarle, o a la Cruz Roja, o a alguien para que puedan mover un mercado. Pero claramente sí se ve la intencionalidad de la otra persona, de captar una especie de cariño y amistad para después utilizarla al servicio de intereses corruptos.

V. D.: Y, obvio, eso le duele…

I. D.: Claro, esas cosas a uno le duelen, pero también está la tranquilidad de que mi mamá es una persona honorable y de valores.

V. D.: Cuando habla de esa persona que quería utilizar el nombre de su mamá, se refiere a la grabación del proceso contra Mario Castaño.

I. D.: Sí. Es claro que esa señora estaba usando el nombre de mi mamá. Nunca conocí a la señora. A finales del año pasado, alguien me llamó la atención, me habló de una asesora de mi mamá que estaba buscando citas. ¿Cómo así que asesora de mi mamá? De inmediato prendí las alertas, le avisé a mi hermano y hablamos con ella. Le dijimos: “Mucho cuidado con esto, puede haber personas que estén utilizando su nombre”. La verdad, para mi mamá, que confía mucho en la gente, no fue fácil entender por qué le estábamos prendiendo esa alerta. Afortunadamente comprendió que era una preocupación de hijo por ella. Mi papá siempre decía que hay que tener mucho cuidado con los zalameros. Porque muchas veces hay amigos del cargo o amigos de la mamá del que está en el cargo o el hermano o la hermana o la tía o el que sea. Por lo menos, esa señora reconoció ante las autoridades que, en efecto, mi mamá nada tenía que ver con la red de corrupción en la que estaba.

V. D.: ¿Qué le dijo su mamá?

I. D.: Agradeció y entendió la gravedad. Una de las primeras cosas que les dije a los miembros de mi gabinete fue que ningún familiar mío podía estar haciendo gestiones ante el Estado sin que se me informara a primero. No las iba a aceptar. En el caso de mi mamá, nunca participa ni en contratación ni en cosas de esas. A mi mamá le puede pasar que cada rato la llaman del Tolima, su tierra, un alcalde, una reina, la señora de un hospital, de un convento o la cárcel. Saben de su deseo de ayudar, pero a veces en esas circunstancias, que son loables, aparecen los zalameros, los lagartos, los manipuladores que tratan de aprovechar una cercanía que se construye a partir de la adulación para después tratar de convertir esa aparente cercanía en un arma para obtener beneficios.

V. D.: En este tiempo, ¿qué identificó bueno y malo en la política?

I. D.: Hay cosas buenas como el idealismo, la vocación de servicio y la confianza. Cuando inauguré el túnel de La Línea, fue muy bonito. Se me acercó una señora, me abrazó, no me soltaba y me decía: “Duque, vos sos el único que nos cumplió con esto y uno nunca piensa que iba a estar viva para ver el túnel de La Línea”. El otro día también se acercó una señora, me abrazó y me dijo: “Presidente, gracias por la ley del residente, porque ahora mi hijo puede hacer su residencia médica y le van a pagar, y eso nos ayuda a nosotros para mejorar nuestra condición económica en la familia”. También se ven cosas dolorosas. No hablaría de traiciones, sino de deslealtad, diría que es una enfermedad que no tiene cura.

V. D.: ¿Cómo está su partido con usted y viceversa?

I. D.: A mi partido le tengo cariño, lo quiero. Es un partido joven y a su corta edad ya tuvo presidente y fue mayoritario en el Senado y segundo en la Cámara. Como todos los partidos, hay que seguir nutriéndolo ideológicamente, transformándolo y proyectándolo hacia el futuro. Debe tener vocación de poder y generar nuevos liderazgos. Como en todos los partidos, hay facciones. Derroté a una facción en 2017 y hubo unos sectores que me apoyaron, otros no tanto.

V. D.: ¿Cuál facción?

I. D.: No me ponga a hablar de individualidades. Usted ya sabe cuáles son y les encanta hablar a muchos de ellos. No estoy reconociendo enemigos en mi partido ni fuera de él.

V. D.: ¿Es cierto que el Centro Democrático está dividido entre duquistas y uribistas, o eso es paja?

I. D.: Ni Álvaro Uribe ni yo creemos en los ismos. Los partidos no se pueden volver ismos. Eso les hizo daño también a muchos de los partidos cuando se hablaba del santismo, llerismo, galanismo, esto no es de ismos.

V. D.: Entonces, ¿no hay uribismo?

I. D.: Un día tuvimos esa conversación con el expresidente Uribe, cuando se estaba armando la lista para el Senado en 2018. Él decía: “Estamos creando un partido para que no tenga ismos”. Creo que esa es una fortaleza. Claro que la figura de él ha sido muy importante, ha trascendido y sigue siendo referencial e inspiradora. Al Centro Democrático muchas veces lo han querido sepultar, como cuando en 2015 le fue mal en las elecciones locales y tres años después llegamos a la Presidencia.

V. D.: ¿Críticas como las de María Fernanda Cabal le importan?

I. D.: Poco…

V. D.: ¿Le quitan el sueño?

I. D.: En absoluto…

V. D.: ¿Hay duquismo?

I. D.: Pues no sé si hay o no. Lo que le puedo decir es que hay muchas personas en las regiones que me manifiestan afecto y cariño todos los días. Nunca me quedo en esa vanidad de si hay duquismo.

V. D.: ¿Cómo se sintió tratado por la prensa en estos cuatro años?

I. D.: (Risas). Alguien me decía que el 90 % de los presidentes se sienten maltratados por la prensa. Con la prensa pasa lo mismo que con la política. Hay sectores que siguen siendo fieles a la profesión, sin tomar partido, están analizando y transmiten lo que es sustancioso. Hay otros sectores que son menos periodistas y más activistas. Cuando se cruza esa frontera, se empieza a caer en prejuicios y sesgos, o lo que es más peligroso: cuando el periodismo se vuelve militante, empieza a erosionarse. Leí por ahí que, cuando le preguntaban al presidente Eduardo Santos sobre la prensa, él decía: “Mire, en mi gobierno ha habido tanta libertad de prensa que existen algunos medios que dicen todo menos la verdad”.

V. D.: Y eso ocurrió en el suyo, ¿o qué?

I. D.: Puede ser que en algunos casos haya ocurrido.

V. D.: Hablemos de los expresidentes. ¿Cómo le fue con Juan Manuel Santos?

I. D.: Con él no he tenido relación, no hemos interactuado durante el gobierno. Nos vimos el año pasado en el evento de la justicia especial para la paz, en la celebración de los cinco años del acuerdo, fue la última vez que lo vi. Pero no tengo ninguna enemistad.

V. D.: Algunos dicen que sí fue muy influyente en la oposición a su gobierno…

I. D.: Puede ser. Eso nunca lo he descartado, pero nunca me he desvivido por eso, por tratar de verificar o interpretar.

V. D.: ¿Qué le dejó Santos en materia de paz?

I. D.: Vendieron el cuento de que Iván Duque era un enemigo de la paz y la iba a destruir. Pues Duque no es un enemigo de la paz y tampoco llegó a destruirla. Nosotros presentamos las reformas que le prometimos a Colombia para que ni el narcotráfico ni el secuestro fueran delitos amnistiables. Dimos otro paso trascendental que fue llevar a feliz término la construcción de los planes de desarrollo con enfoque territorial. Recibí dos, llegamos a 16 y cumplimos también otro propósito muy importante: 1.400 obras PDET. Está la red de emisoras, que las volvimos verdaderas emisoras pedagógicas. También le cumplimos al proceso de reincorporación con más del 99 % de las personas inscritas en la seguridad social. Empezamos a hacer intervenciones estructurales en el campo en vías terciarias. Vimos que el secretario general de la ONU y la Unión Europea validaron nuestro trabajo. Hoy Colombia es un referente mundial por haber podido mantener estas políticas públicas. Ahora vendrá la administración Petro, que tiene que seguir desarrollando esa implementación. Hemos cumplido el 35 %. ¿Que muy bajito? Pues resulta que esto está previsto para hacerse en cinco gobiernos y eso quiere decir que vamos de conformidad con el cronograma.

V. D.: Si usted deja el 35 % en ejecución del proceso de paz, ¿cuánto le dejaron a usted?

I. D.: Debimos haber recibido no más de un 15 %. Hemos demostrado que ha habido continuidad. Pero, además, le asignamos recursos que no existían y ni siquiera la pandemia nos privó de seguir cumpliendo.

V. D.: En los últimos días han dicho que en el gobierno Duque se robaron la plata de la paz.

I. D.: Han utilizado la palabra saqueo. ¿Qué es el saqueo? Llamé a Emilio Archila y le dije: ¿Tiene alguna prueba? Me dijo: “No señor”. Llamé a Planeación Nacional. Allá me dijeron: “No tenemos ninguna prueba”. A Archila le llegaron unos anónimos, él les dio traslado. Pero hoy no hay ninguna prueba de lo que llaman “peajes”. Si alguien estaba pagando un “peaje”, que primero demuestren a quién y cómo. He dicho: si hay pruebas, soy el primero que salgo a reclamar. Pero lo cierto es que los recursos destinados a todo este proceso son 48 billones de pesos. Y son incontrovertibles, están en obras. Si hay alguna manguala, para que esa plata no se ejecute y vaya para los bolsillos de otros, el que lo haga se tiene que ir a la cárcel.

V. D.: ¿A Daniel Ortega, de Nicaragua, sí lo va a dejar entrar al país para la posesión de Petro?

I. D.: Sería muy triste que un país democrático como Colombia permita que un atarván de esas características, que ha aniquilado a la prensa libre y a la oposición, venga. Y, de hecho, no tenemos ninguna relación diplomática con Nicaragua.

V. D.: ¿Pero lo dejaría entrar o no? Es que usted dice que a Maduro no.

I. D.: Maduro está acusado ante la Corte Penal Internacional. Yo mismo lo acusé ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, pero, además, tiene orden de extradición por narcotráfico por parte de Estados Unidos. Creo que, aunque son casi igualitos, todavía quedan unas pequeñas diferencias, no muchas.

V. D.: No puedo dejar de citar el escándalo de MinTIC y Centros Poblados, el de los 70.000 millones de pesos de los computadores para los niños…

I. D.: Ahí hubo una situación que fue muy dolorosa y es que se presentaron pólizas falsas. Creo que hubo un cúmulo de situaciones que a mí inclusive hoy me sorprenden. ¿Por qué los bancos pagaron esos desembolsos sin haber verificado la autenticidad de las pólizas? Eso no debió haber ocurrido. Se presentaron esas demandas por parte de la nación contra los bancos. Procedimos y no de manera tímida. Decretamos la caducidad con las implicaciones que eso tiene y procedimos con los embargos, al igual que la Contraloría. Entonces, el camino está allanado para esa recuperación. De hecho, parece ser que los autores intelectuales van a revelar muchas de esas actuaciones y, por lo tanto, creo que ahí habrá un principio de recuperación de una buena parte de esos recursos. Además, se logró darle continuidad al contrato con el segundo proponente, la ETB. Estamos recuperando la dinámica para la instalación de esos centros. En materia de conectividad, dejamos más del 60 % de nuestro país conectado a internet de alta velocidad.

V. D.: ¿Está preocupado por lo que viene para el país?

I. D.: Soy siempre optimista. El país no puede estar con miedo y desesperanza y tenemos que seguir confiando en nuestra democracia e instituciones. Espero que las personas designadas como ministros del despacho actúen pensando en todo el pueblo colombiano. Por otra parte, lo que se viene para el mundo no va a ser fácil. Cuando llegue el invierno en Europa y se empiece a sentir la crisis energética, la agudización de la situación derivaba del genocidio de Rusia en Ucrania, la inflación, etcétera, y Dios no quiera se debilite la economía de Estados Unidos o sigan aumentando las tasas de interés, pues van a llegar retos adicionales. Creo que esos retos es mejor sortearlos en un ambiente de unidad de país y no en polarización. Tan grave como la polarización es el unanimismo, el que haya voces críticas pero constructivas también le ayuda mucho a la democracia.

V. D.: Pero hay mucho unanimismo. Casi todos los partidos que antes criticaban a Petro hoy lo apoyan.

I. D.: Es curioso, pero a veces la política en Colombia no es que sea dinámica, sino ultradinámica. La coalición que me apoyó es la que está apoyando al nuevo gobierno y muy seguramente será la coalición que apoyará al siguiente gobierno y al siguiente gobierno y al siguiente gobierno.

V. D.: ¿Eso cómo se explica?

I. D.: Es muy importante que los partidos no pierdan su identidad ni su nutrición ideológica. El unanimismo lleva a una sola cosa: la desnutrición ideológica de los partidos y empieza a minar la confianza en el electorado más rápido de lo que uno se pueda imaginar.

V. D.: ¿Cómo le fue con César Gaviria?

I. D.: Tengo con él una relación amable. Tuvimos algunos momentos de tensión, pero también muy buenos momentos de diálogo.

V. D.: ¿Andrés Pastrana quedó molesto?

I. D.: Me quedo con los buenos momentos con él. Ha sido una persona por la cual he tenido aprecio. Hemos tenido momentos de tensión, en política eso puede ser normal. Pero le tengo un sentimiento de reconocimiento a muchos gestos que ha tenido con el país y conmigo.

V. D.: ¿Ernesto Samper?

I. D.: Con él no he tenido una interacción grande, pero las veces que lo hemos hecho ha sido amable. Cuando sufrió el infarto, lo llamé, como expresidente, tuvimos un buen diálogo. No he tenido nunca ninguna situación de agresión. Sí hemos tenido discrepancias políticas y él las ha expresado.

V. D.: ¿Y Germán Vargas?

I. D.: Con Germán hemos tenido una relación buena y también muchas discrepancias. Ha habido momentos en que no coincidimos, pero creo que en la parte personal hemos logrado entendernos y estar de acuerdo en el desacuerdo. También tenemos la claridad de decirnos las cosas que nos gustan y las que no verbalmente o por escrito.

V. D.: ¿Con Álvaro Uribe cómo está?

I. D.: Le tengo un gran cariño y un reconocimiento por lo que hizo por nuestro país. La última vez que lo visité tuvimos la posibilidad de hablar de muchos temas y siempre me alegra ver esa capacidad que tiene de estar soñando y proponiendo cosas. La conversación con él siempre es enriquecedora y nuestras coincidencias han sido muchas. También hemos tenido momentos de discrepancia fuertes, pero, sobre todo, creo que es un ser humano excepcional y no me cansaré de decirlo.

V. D.: Presidente, me va a perdonar esta pregunta, ¿pero los apodos que le pusieron durante estos cuatro años le daban risa o rabia?

I. D.: Nunca me he dejado distraer de lo que es irrisorio. Me hace feliz el cariño de la gente. Uno tiene que saber qué hay detrás, y cada vez que veo algo que no viene con buena intención o que viene con sentido de daño o de ponzoña, pasa derecho.

V. D.: ¿Lo desecha?

I. D.: Totalmente.

V. D.: ¿Algún consejo para el ministro de Defensa designado, en medio de la polémica por su nombramiento?

I. D.: No me ponga de consejero de Iván Velásquez, pero quiero decir lo siguiente: no lo conozco, nunca me he cruzado con él dos palabras. Él ha sido bastante agresivo conmigo en redes en el pasado, pero ahora le toca asumir una responsabilidad que no es menor. Él tiene que lograr cuatro cosas, en mi humilde opinión: la primera, generar confianza en las Fuerzas Militares, porque a partir del 8 de agosto es el responsable de transmitir las instrucciones presidenciales para la consolidación de la seguridad, y se tiene que ganar su respeto y su confianza. Y eso solo se gana cuando las fuerzas sienten que tienen un respaldo legítimo y real. Lo segundo, hay que generar confianza con todas las personas que ha agredido en el pasado, porque al asumir una responsabilidad donde quedan bajo su supervisión los cuerpos de seguridad del Estado, si él no hace ahí un acto de contrición y manifiesta que hay un deseo constructivo, eso puede traducirse en una amenaza in pectore para todas las personas que él ha agredido. Tercero, tiene que ser un verdadero articulador de las políticas de seguridad, porque a él no lo nombraron ministro de Justicia, lo nombraron ministro de Defensa; entonces, él será el responsable de lo que ocurre con los cultivos de coca, de lo que está pasando con el pie de fuerza, de las incautaciones, de las operaciones contra el terrorismo. Cuarto: él tiene también que mostrarle a Colombia que su compromiso también está orientado a defender el honor de quienes le han servido al país. Tiene que tener una relación franca, amable y cariñosa con los veteranos de Colombia y con la reserva activa. Le diría lo mismo a cualquiera que hubiese sido nombrado en ese ministerio, porque no me corresponde darle lecciones a nadie. Usted me pregunta y yo le contesto sobre esos cuatro elementos que, si los logra cumplir, lo conducirán a buen puerto. Si no los cumple, no lo logrará.

V. D.: ¿Ha pensado en la llamada “paz total”, en lo que viene con el ELN y el Clan del Golfo?

I. D.: Hay que ser respetuoso de las políticas de paz que un Gobierno quiere desarrollar. El ELN está en una posición muchísimo más débil de la que estaba hace cuatro años y eso ayuda a cualquier aproximación, siempre y cuando el ELN pueda liberar a todos los secuestrados y ponerles fin a los actos criminales. Acuérdese que hay un artículo constitucional y una reforma liderada por nuestro Gobierno donde ni el narcotráfico ni el secuestro son delitos conexos al delito político y, por ende, no son amnistiables. Frente al Clan del Golfo, hay que tener claridad en que el narcotráfico no está para la venta y que cualquier posibilidad de un sometimiento a la justicia tiene que partir de la base de entregar todas las rutas del narcotráfico y mostrar que hay un desmonte del aparato económico, logístico y criminal que utiliza esa organización. De lo contrario, lo que harán es que se entregarán algunos y le venderán la franquicia tal vez a algún cartel mexicano.

V. D.: ¿Algún comentario sobre el comisionado de paz designado, Danilo Rueda, tan polémico por sus visitas a las cárceles?

I. D.: Una cosa es cuando uno no tiene la responsabilidad y otra cuando la tiene. Los principios que hoy el mundo reconoce son verdad, justicia, reparación y no repetición, y hay experimentos que no han salido bien en América Latina. La paz con los narcos no ha funcionado en ningún lado, hay gobiernos que han optado por hacerse pasito con los narcos y fíjese las desgracias que terminan incubando. El narcotráfico no está para la venta, no se acaba simplemente con que se entreguen 30, 40, 50, 100, 300 o 1.000 bandidos.

V. D.: Presidente, ¿qué le quiere decir a Petro?

I. D.: He tenido la posibilidad de conversar con él, quiero que le vaya bien a él, a su gobierno y a Colombia. No voy a estar asumiendo ningún papel de obstáculo para que pueda darse en el país el debate institucional que se requiere sobre múltiples políticas.

V. D.: ¿Le gustó ser presidente de Colombia?

I.D .: Fui feliz, fue lo que deseé toda la vida. Me preparé para eso, me dediqué cada instante a formarme para cumplir esa responsabilidad. Me tocó el reto más difícil, ser presidente en la peor crisis en mucho tiempo y logramos sacar a Colombia adelante, vacunada, creciendo, con una cobertura de programas sociales, con una ejecución del programa nacional de desarrollo, y demostramos que la resiliencia es la que define a un gobierno que superó la adversidad y puso a Colombia a ser una de las economías que más crece en el mundo.

V. D.: Mire a los ojos a los colombianos y despídase…

I. D.: Les quiero decir a todos mis compatriotas, con afecto, con amor y con genuino deseo de servirle siempre a mi país, gracias, gracias por estos años de trabajo. Juntos logramos sacar a Colombia adelante en medio de tantas dificultades, quiero decirles que le puse el alma, el corazón y toda mi entrega. Sabemos que aún quedan muchísimos retos. Les deseo a todos siempre lo mejor. Como ciudadano después del 7 de agosto, también estaré siempre al lado de lo que más le convenga a nuestro país.

V. D.: ¿Con el paso del tiempo le van a reconocer más de lo que le reconocen ahora?

I. D.: Siempre pasa. A los gobiernos les pasa lo de los vinos, hay que dejarlos decantar. En Estados Unidos se tomaron muchos años para reconocer muchas de las ejecutorias de Harry Truman. En Colombia también se demoraron muchos años en reconocer muchas de las ejecutorias de Alberto Lleras o Carlos Lleras. A veces el fragor político lo va impidiendo. A mi gobierno le pasó lo que también le pasó en alguna medida a Carlos E. Restrepo, que dijo no solamente evaluarán mi Gobierno por las obras que dejé, sino por las tragedias que evité.

V. D.: ¿Tuvo que contenerse mucho para no dejarse llevar por sentimientos que pusieran en peligro al país?

I. D.: Mi padre decía: odio a nadie, miedo a nada, y creo que ese es el principio de la fe y el coraje. Cuando uno actúa con fe y actúa pensando en hacer el bien, uno no puede sentir miedo ni mucho menos odio.

V. D.: ¿Va a volver a cantar?

I. D.: Volveremos a cantar.

V. D.: ¿Y la guitarra?

I. D.: Seguramente volveremos a muchas de esas cosas, sobre todo con la familia. Nos lo merecemos y son ellos mi prioridad hoy.

V. D.: ¿Les quiere decir algo a sus hijos?

I. D.: Que los amo con el alma, que también les pido perdón por muchos días en los que no pude estar a su lado por cumplirle a Colombia. Pero también sé que ellos entienden el sacrificio que se ha hecho y entienden también que, como familia, esta experiencia también los va a fortalecer y nos permitirá mirar siempre con una luz de gratitud al pueblo colombiano y con una luz de compromiso con ellos.

V. D.: Presidente, y ahora sí va a poder invocar a la Virgen todas las veces que quiera.

I. D.: Nunca la he dejado de invocar y nunca la dejare de invocar, así a muchos no les guste

V. D.: Pero se lo querían prohibir.

I. D.: Sí, pero la Virgen se sabe defender también.