Pocas veces los presidentes deciden centrar sus expectativas políticas en una sola persona. Eso está ocurriendo con Iván Duque, quien ha decidido jugársela a fondo por una de las mujeres que genera mayor respeto en las filas del uribismo: Alicia Arango. En esta administradora cartagenera con fama de trabajar sin parar tiene depositadas las esperanzas para que se conecte por fin con el Congreso y saque adelante un paquete de reformas difíciles, como la pensional o la laboral. ¿Lo logrará?

Cuando asuma el Ministerio del Interior, en los próximos días, ella se encontrará con un panorama muy distinto al que afrontó Nancy Patricia Gutiérrez en los últimos 18 meses, que le podría dar un mejor margen de maniobra. En efecto, la Casa de Nariño acaba de abrir sus puertas a los partidos políticos, lo que significará que habrá una coalición con Cambio Radical, el Partido Conservador y La U. En contraste, a Gutiérrez le tocó manejar la política bajo la orden inicial de Duque de no transar con el Congreso y tener muy apretada la representación de los partidos en el gabinete. Eso cerró con llave las puertas del diálogo en el Congreso. La situación para Arango promete ser distinta, al menos en el papel. Ella podría tener el viento a su favor con el nuevo rompecabezas que acaba de armar el presidente, que estaba en mora de concretar desde octubre pasado, cuando prometió renovar a su equipo.

A ese contexto político se suma que Arango es reconocida porque cuando fue secretaria privada de Álvaro Uribe en la Presidencia, tuvo una relación fluida con el Congreso y se ganó el respeto de los partidos, más allá de las diferencias ideológicas. Sin duda, esas eran otras épocas, pero Arango tiene fama de tender puentes, ser pragmática y tener una actitud conciliadora que le servirá mucho a Duque.

De carácter recio y estilo directo, la nueva ministra del Interior fue clave en el triunfo electoral del presidente. Lideró el equipo político que recorrió todos los rincones del país y, gracias a su fuerte influencia en el uribismo, aglutinó a todas las vertientes radicales y moderadas del Centro Democrático. Alicia Arango inspira respeto, es pragmática y busca conciliar. ¿Le bastarán esos atributos para domar la Leonera del Congreso? Por su experiencia estaba llamada a ocupar un cargo estratégico en la Casa de Nariño desde el primer día. Pero inicialmente quiso estar lejos del foco mediático y buscó ser ministra de Cultura. Más allá de su gusto personal por ese sector, pocos entendieron las razones de ese deseo, teniendo en cuenta su perfil eminentemente político y sobre todo su experiencia en lidiar las tormentas diarias de Palacio, algo vital para un presidente joven como Duque. Al final, Arango se posesionó en la cartera de Trabajo. Esta no le era del todo ajena debido a que en el gobierno de Juan Manuel Santos fue embajadora de la Misión de Colombia ante Naciones Unidas en Ginebra (Suiza) y, durante cuatro años, hizo varias gestiones ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ahora, precisamente, en el Congreso deberá sacar adelante las reformas pensional y laboral, que venía cocinando desde el Ministerio de Trabajo bajo la presión de la protesta social y la expectativa de los gremios y los centros de pensamiento ante la letra menuda de cada una de ellas. Pero no solo eso. También se sabe que Arango piensa llevar al Capitolio los proyectos de reforma política, a la justicia y al sistema electoral que viene reclamando el país hace muchos años y que se han quedado en buenas intenciones o hundidos por los congresistas. Arango deberá tejer muy bien las relaciones con un Congreso lleno de divisiones dentro de la propia coalición de gobierno. Y hacerlo con unos partidos de oposición que afilan sus espadas para la batalla de las reformas que se avecinan en la próxima legislatura. Pero mientras ese acercamiento con los congresistas puede abrirle camino, el trámite de los proyectos no tanto y menos con un comité del paro que sigue en pie de lucha. Por eso, a la nueva ministra del Interior le esperan semanas complicadas y mucho más luego de sus declaraciones sobre los cambios en la contratación laboral que debería adoptar el país. Poco dada a resbalar en público, a Arango se le vinieron encima en los últimos días porque señaló que “a un ingeniero de sistemas, tú no lo necesitas todo el día en tu oficina, sino dos horas”. La frase desató una oleada de críticas cuyo efecto podría aparecer cuando el Gobierno tenga listas las reformas al régimen laboral o pensional y las lleve al Congreso. Para muchos, esa tesis refleja una intención de volver aún más precaria la realidad laboral que sufren millones de colombianos. Pero Arango realmente quería decir que hay que empezar a vincular a muchos trabajadores en el empleo formal, así sea por horas. El propio Duque, para intentar calmar los ánimos, tuvo que terciar a favor de Arango y salir en defensa de los ingenieros de sistemas del país. Por eso, en los días previos a su posesión en el nuevo cargo, Arango ha tenido sus horas más difíciles como ministra del Trabajo, donde se destacó por su tacto y el tono diplomático y conciliador con empresarios y sindicatos. A ella le reconocen que en las discusiones del salario mínimo, por ejemplo, favoreció la concertación antes de imponer un decreto. La funcionaria también ha dicho que solo habrá una reforma laboral si la propuesta sale de una mesa de diálogo con todos los sectores involucrados. Eso refleja el estilo que impondrá desde la cartera del Interior.

De hecho, por cuenta de sus posturas políticas, Arango tuvo serias diferencias públicas con el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, sobre asuntos como la reforma pensional, la vigencia del régimen de prima media y Colpensiones, y el salario mínimo. Arango ha dicho que los trabajadores deberían ganar más y que no se debería debilitar el sistema público pensional. Carrasquilla piensa lo contrario, por su formación tecnócrata y de economista ortodoxo. Por eso muchos se preguntan cómo articular ambas carteras, la del Interior y la de Hacienda, para llegar al Congreso con un discurso unificado en temas tan sensibles como la reforma pensional y laboral. Allí el presidente Duque no puede dar la impresión de tener a un equipo bicéfalo desarticulado. Siempre ha estado en los anillos del poder de palacio, pero ahora Arango pasa a la primera línea del Gobierno, donde muchos la querían ver. A esta mujer con amplia trayectoria, y fino humor le llegó de nuevo su hora. Esta Alicia está en el corazón de la convulsionada realidad política colombiana, muy lejos del país de las maravillas.