El filósofo español ha sido estudioso de las líneas Cómo pensar después de la barbarie o Filosofía después del Holocausto y Cómo pensar en español; conversamos con él para hablar y compartir sus opiniones acerca del conflicto interno que vivimos en Colombia y esa preocupación latente que tenemos los colombianos sobre las víctimas. A propósito de los dos años de la Ley de Víctimas y de los diversos ciclos de negociación en La Habana con las FARC, ofrece su percepción. Mate es profesor del Consejo Superior de Investigación Científica en España, ha escrito libros como: Tratado de la injusticia, Justicia de las víctimas. Terrorismo, memoria, reconciliación, entre otros. Pasó por Colombia para ofrecer clases en un doctorado y he acá lo que plantea para Colombia: JOHN GIRALDO: Sobre el contexto actual nuestro donde hay unas negociaciones en La Habana, y una Ley de víctimas, ¿cree que en términos prácticos nos vemos imposibilitados como sociedad para resolver el problema de las víctimas? REYES MATE: Víctimas ha habido siempre, lo que pasa es que eran invisibles, la historia se ha construido sobre víctimas pero eran invisibles en el sentido de que eran insignificantes, nadie le daba importancia porque se entendía que era el precio que había que pagar por algo; por el progreso, por una meta determinada. Pero eso ha cambiado, afortunadamente las víctimas han dejado de ser invisibles. Las víctimas se han convertido en el centro de gravedad de la solución razonable al conflicto político que ha vivido Colombia. J. G.: El proceso de paz parte la historia de Colombia por representar una esperanza real y sobre todo muchas incertidumbres de qué vendrá después. ¿Qué cree que puede pasar? R. M.: El otro día me puse a leer en Madrid, un artículo de un señor muy respetado, como es Shlomó Ben Ami, que fue ministro de asuntos exteriores Israelí, había un artículo sobre la paz en Colombia y él hacía una recomendación que he visto que otros muchos, como el presidente de Uruguay también ha hecho: hay que desvincular la paz de la justicia, si queremos paz hay que pagar un precio. Y el precio es el olvido, me parece algo discutible, no puede haber paz sin justicia. Y cuando hablamos de justicia, nos referimos a las víctimas. Las víctimas han sido objetos de muchos daños. Han sido víctimas de muchos agentes, como bien sabemos en Colombia, un futuro sin violencia que aspiramos, si queremos dar un contenido al concepto de paz, específicamente un futuro sin violencia. Y es posible si tomamos en serio la violencia ocurrida; es decir si entendemos que no puede haber futuro sin violencia. La alternativa es terrible, si resulta que conseguimos una paz, sencillamente porque los violentos dejan las armas, ¿qué les impide volver a tomarlas? Eso es lo que las víctimas no permiten, es lo que debería saber toda la sociedad colombiana, no sólo las víctimas, también los políticos y los violentos, no es posible una paz sobre el olvido. LEANDRO ARBEY GIRALDO: ¿Cuál es el deber de memoria que tenemos, para sostener, para resguardar esa relación con el conflicto armado en Colombia en los últimos 50 años? ¿Cuál es la sugerencia para los colombianos? R. M.: El deber de memoria es un concepto forjado tras la segunda guerra europea a la vista de lo que ocurrió con el holocausto judío. El deber de memoria no consiste en acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en ese momento. El deber de memoria, significa la obligación que tenemos las generaciones posteriores de repensar los grandes temas de nuestro tiempo a la luz de las puertas de la barbarie, para que la barbarie no se repita y también para hacer justicia a las víctimas, y por eso los filósofos tenemos la obligación de repensar la política, la ética, el arte, la ciencia. J. G.: ¿En Colombia y en general en el mundo es posible el perdón en aspectos tan drásticos como la barbarie? R. M.: Sí, el perdón es muy importante, si lo entendemos bien. El perdón no es olvido; pero lo que es verdad es que si tomamos en serio la memoria, tenemos que entender que la memoria no arregla nada, porque abre heridas; la memoria es muy importante porque abre un proceso doloroso, pero que debe acabar en la reconciliación de la sociedad y eso pasa por el perdón. Pero para eso hay que entender que la reconciliación final no sea una trampa, y no sea superficial, hace falta tomarse muy en serio el perdón. L. A. G: Pensando en el concepto de memoria, ¿cuál sería el sentido real de la memoria para los contextos sociales donde los conflictos afloran? R. M.: La memoria es un concepto molesto, peligroso, porque efectivamente abre expedientes que la política o el derecho dan por clausurados, la política es política de los vivos y el derecho también. Entonces el derecho y los políticos se sienten muy incómodos con los muertos y con todo el discurso de justicia a los muertos; porque a ellos lo que les interesan son los vivos, porque son los que votan y por eso la política y el derecho han construido muchas figuras de aniquilación del pasado, figuras como la amnistía, la prescripción, la irretroactividad, etc. Son figuras que de alguna manera cancelan el pasado, pero para la memoria el pasado sigue vigente en tanto que es un pasado injusto que no ha sido satisfecho, en el derecho a los 50 años prescriben los asesinatos. A La memoria le da lo mismo un crimen de hace 50 años o de hace 500. La memoria es la abogada de las víctimas que no tienen para su defensa el apoyo ni del derecho ni de la política. J. G.: Todas las reflexiones, los libros, las investigaciones que usted ha hecho qué razón tienen; en otras palabras, ¿por qué le ha dedicado su vida al tema de las víctimas, la memoria, la razón, la ilustración y los autores que a su vez también los ha trabajado? R. M.: Es difícil responder, pero quizá las razones profundas se me ocultan a mí mismo. Pero en la medida en que son conscientes, recuerdo que siendo estudiante en Alemania en el año 1967, se abrió por primera vez un campo de concentración cerca de Múnich, yo no había oído hablar mucho de eso, de los campos de exterminio. Y fui a verlo, y no lo he olvidado.