En la carrera 11 con calle 99, en Bogotá, está Mario García, tendido en el piso, justo al lado de su patineta eléctrica, la misma en la que se moviliza de la casa al trabajo. El rostro completamente rojo, la nariz le sangra sin parar, eso es lo que se alcanza a ver por la ranura del casco, uno de esos que usan los bicicrosistas de alto rendimiento.
En el mercado no se encuentra un casco con medidas específicas para quienes montan patineta y en el ordenamiento jurídico tampoco hay normas que obliguen su uso. Sin embargo, desde hace cinco años utiliza este vehículo como medio de transporte, decidió autoprotegerse porque en su casa lo esperan su esposa y su hija de 12 años.
La escena descrita sucedió el martes 6 de junio a las 12:45 de la tarde aproximadamente. Mientras conducía por la ciclorruta, sentido sur-norte, empezó a disminuir la velocidad para dar espera al cambio de semáforo, en ese instante un golpe fuerte lo sacudió.
En un abrir y cerrar de ojos, su cabeza había rebotado contra el borde del andén y el casco ya tenía fisuras. Su cuerpo recibió múltiples golpes. Mientras intentaba ponerse de pie y con la visión borrosa, solo escuchaba la voz de un hombre que gritaba: “¡Perdón, perdón, fue mi culpa, me le atravesé!”, era un peatón que cruzó de afán a mitad de cuadra. Mario también manifestaba haber recibido golpes, se quejaba de un dolor en el pecho y en la rodilla. Llamaron a la línea de emergencia 123 y en menos de diez minutos ya estaba la ambulancia.
En ese instante empezó la indignación de García. Los paramédicos le habrían insistido para que mintiera. Antes, incluso, de tomar signos vitales le estaban preguntando si tenía carro o moto para que pasara el accidente por el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (Soat), algo ilegal. En Colombia, las patinetas son consideradas más un juguete que un medio de transporte, un grave error.
En la Agencia Nacional de Seguridad Vial, por la misma falta de regulación nacional, no pueden clasificar los siniestros en patineta eléctrica al igual que lo hacen con motos, carros o bicicletas. Es decir, alguien que va en una patineta eléctrica tiene la misma categoría de un peatón, y los peatones no pagan Soat. Durante décadas se ha denunciado abiertamente que varias ambulancias, clínicas y hospitales prefieren atender a las víctimas de accidentes de tránsito porque por el Soat el desembolso se hace más rápido e incluso el cupo que cubre cada seguro se agota con facilidad entre exámenes y tratamientos.
A García y al peatón con el que chocó, les dijeron que pasaran el accidente con el Soat de alguno de los dos o de lo contrario no los podrían atender. García, que casi no podía moverse, se molestó e indicó que él tenía medicina prepagada y que estando cerca de la Clínica del Country, donde siempre lo han atendido, lo llevaran a allá porque su dolor era intenso. Los paramédicos, con molestia, decidieron trasladarlo con su póliza, pero se negaron a llevarlo al centro de atención que él pedía y lo llevaron a una clínica distante. Por otro lado, al peatón le dijeron que si no era por el Soat no lo podían subir a la ambulancia, así que él, por sus propios medios, se fue a que lo atendieran por la EPS.
No tiene sentido que las normas en el país no contemplen las patinetas eléctricas como medio de transporte, ante el evidente crecimiento en ventas y preferencia para usarlas como alternativa de movilidad.
Fernando Franco, quien vive en Usaquén y trabaja en Chapinero, dice que se ahorra más de 40 minutos de trayecto al cambiar los buses por la patineta y que ya no invierte los mismos 6.000 pesos diarios en transporte porque ahora el gasto equivale a 12.000 mensuales que le llegan en su recibo de energía por recargar la patineta. Esa es la razón por la que, cada vez más, las calles están llenas de patinetas. Falabella confirma que en sus tiendas, las ventas de este tipo de artefactos crecieron al 75 por ciento anual en mayo de este año.
Mercado Libre reporta que las visitas en línea de interesados en patinetas eléctricas y repuestos aumentaron 40 por ciento, lo que demuestra que más personas buscan opciones alternativas de movilidad. Según las tendencias de búsqueda de este portal, las tres principales ciudades en Colombia que muestran mayor interés en este tipo de vehículo son Bogotá, Medellín y Cali.
Al consultar a Jhonatan Sandoval, representante de Kaabo Colombia, una de las principales importadoras de patinetas que llegan de China, asegura que desde hace dos años el aumento del mercado fue de 300 por ciento, y desde ciudades intermedias como Bucaramanga, Ibagué y algunas del Eje Cafetero también están realizando pedidos. Aprovechando que las patinetas no tienen una normativa clara a nivel nacional, se ofrecen vehículos que alcanzan velocidades desde los 20 hasta los 120 kilómetros por hora.
La accidentalidad en patinetas eléctricas es difícil de cuantificar porque no es considerada un medio de transporte. No hay un lugar claro por donde puedan movilizarse, los usuarios de patinetas asumieron que la ciclorruta es la mejor vía, pero también transitan por los andenes y las calles principales.
“Andar por el carril exclusivo de bicicletas no es del todo seguro”, dice Fernando Franco, quien hace unos meses, por el mal estado del pavimento, se accidentó y quedó con una lesión en el rostro que le dejó expuesto el hueso. En ese punto coincide Tatiana Torres, de 27 años, quien cuando regresaba del trabajo a su casa por la carrera 11 con calle 123, en Bogotá, encontró un tramo tan oscuro en el que tres hombres en bicicleta aprovecharon para patearla, tumbarla de la patineta, apuntarle con un arma en la cabeza y llevarse su medio de transporte.
Algunas empresas de seguros han optado por ofrecer pólizas para proteger la patineta y otras también cubren accidentes personales, daños a terceros, gastos de defensa judicial, entre otros aspectos, pero las tarifas no son claras, pues todo depende de la patineta y otros factores, lo que dificulta un control de ese tipo de seguros. En el caso de Mario García, SEMANA conoció que, en el momento del accidente, un tercero canceló la solicitud de ambulancia del Distrito sin la autorización del paciente, lo que indicaría que la ambulancia que le pedía mentir sería de servicio privado y buscaría intereses particulares.
En Bogotá, la ciudad con mayor presencia de patinetas eléctricas, hay una regulación y una circular que indica que deben transitar máximo a 20 kilómetros por hora, que se debe llevar un casco adecuado y abrochado, no se pueden manipular celulares, no se debe conducir en estado de embriaguez y hay que utilizar elementos reflectivos, entre otros requisitos. Sin embargo, todo está en el papel, pues poco se cumple lo indicado y nadie controla.
Para Lucía Bastidas, concejal de Bogotá, el Gobierno nacional debe tomar cartas en el asunto y el Congreso legislar porque una sola regulación no es suficiente. Quienes le apuestan a movilizarse en patinetas eléctricas no solo argumentan ahorro de dinero y tiempo, sino descontaminación del medioambiente, por lo que piden que les den la importancia que se merecen, sin pretender hacer negocio con sus necesidades.