Cuando la plaza de Bolívar ya estaba pintada de blanco, llena de gente y en la tarima sonaba un réquiem de Mozart, la familia de Juan Esteban Marulanda Orozco marchaba a paso lento por la carrera Séptima. Solo pudieron entrar hasta la esquina de la plaza que colinda con la Casa del Florero y la Catedral Primada. Todos, con camisetas blancas y la fotografía de ‘Juanes’ –como le decían de cariño– impresa en ellas. Nunca caminaron con la multitud que atiborró la plaza, llegaron solitarios y dos de los hermanos de Juan Esteban cargaban la pancarta que decía “siempre te amaremos”. Mientras, las arengas en la entrada opacaban la música fúnebre en honor a las 21 víctimas mortales que dejó el atentado contra la Escuela General Santander y cuya autoria se le atribuye al ELN. “¡Terrorismo no, Colombia sí!”, “¡La vida es sagrada, las bombas desagradan!”, se escuchaban más que las melodías sinfónicas.
Solitarios y en silencio, así caminaron los familiares de Juan Esteban Marulanda Orozco antes de llegar a la Plaza de Bolívar. Foto Santiago Ramírez Baquero / SEMANA En vivo: Una eucaristía en memoria de los héroes caídos Pero una vez el numeroso grupo de la familia de Juan Esteban entró a la plaza un silencio aturdidor se expandió a su alrededor. Las arengas se volvieron silencio y el silencio, de repente, se convirtió en una bulla de aplausos. Los asistentes que estaban al lado de la familia los recibieron como héroes. Los hermanos de Esteban rompieron en llanto y se abrazaron. A pesar de que era un dolor lejano para muchos, difícil de comprender, varios lloraron junto a la familia, aunque fueran completos desconocidos. Por un momento no se sintieron tan solos gracias a que los colombianos, dejando por un momento sus diferencias políticas, los acompañaron en su tragedia y clamaron por justicia. Fueron instantes simplemente estremecedores. Desde la mañana, en el Parque Nacional, parecía que la marcha no iba a convocar tanta gente como la que finalmente asistió. Muchos retirados de la Policía, recordando sus mejores años de servicio, le madrugaron a la causa. Políticos como el alcalde Peñalosa, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez y el expresidente Andrés Pastrana fueron las primeras figuras públicas que aparecieron y acapararon la atención en una manifestación cuya consigna era unir sin importar la orilla política. Sin embargo, la familia de Juan Esteban no buscaba los reflectores. Caminaron por toda la Séptima con modestia. El pasado 17 de enero, su amigo el coronel López lo llamó para darle la triste noticia “Marulanda, su hijo sufrió un atentado” El padre de Esteban, Francisco Marulanda, al principio no creía que su hijo también se pondría el uniforme que él portó durante más de 25 años como carabinero. Francisco siempre llevó a su hijo a la estación en Medellín donde laboraba. Así fue desde que el pequeño cumplió cinco años, ahí nació su amor por el servicio. “Él entró a la universidad, pero yo sabía que tarde o temprano me diría que quería ser policía como yo”, recordó Francisco.
En medio de abrazos de desconocidos los familiares de Juan Esteban Marulanda fueron recibidos en la Plaza de Bolívar. Foto Santiago Ramírez Baquero / SEMANA Le recomendamos: Cristian Maquilón, la promesa del atletismo que el terrorismo apagó Estaba haciendo curso de ascenso cuando recibió la llamada de su hijo: “Papá, no me pague el siguiente semestre, que yo me voy para la escuela”, Esteban dejó su carrera de Ingeniería Administrativa y partió a Bogotá, hace un año y medio, para hacerse policía. Francisco le enseñó a Esteban desde pequeño a montar a caballo, y en esas lecciones su pasión por la equitación creció, a tal punto que fue campeón de varios torneos. Cuando su papá prestaba servicio en el estadio, le ayudaba a atalajar el caballo, lo ensillaba, sabía dónde poner el bastón de mando, dónde se debía ubicar el casco antimotín y las riendas del animal. Incluso en la feria, ponía las flores para el desfile de caballos de la institución. Con la partida de Juan Esteban se fue un policía de 19 años amante de los caballos, hincha fervoroso del Atlético Nacional, un hijo que quiso ser como su padre, y niño a quien el terrorismo no le dejó ser un héroe. El pasado 17 de enero, su amigo el coronel López lo llamó para darle la triste noticia “Marulanda, su hijo sufrió un atentado”. Aunque el miedo lo invadió por dentro, guardó la esperanza de que estuviera con vida. Pero en la noche lo que tanto temía se hizo verdad: Juan Esteban estaba desaparecido desde la explosión. “Luego me dijeron que estaba en una situación… mi hijo estaba muerto”. La familia del joven policía muerto no se imaginó el apoyo que recibirían una vez estuvieran con la multitud. Varios ciudadanos, conmovidos, los abrazaron como si se conocieran desde hace mucho “los acompañamos en su dolor”, le dijo una mujer a Jonathan Marulanda, el hermano mayor de Estaban. “Él era muy crítico, quería una sociedad distinta, quería cambiar al país desde su profesión, pero estos hombres no se lo permitieron. Para mí solo el amor de mi familia puede quitar el rencor que sentimos”, dijo.
Cuando se escucharon los aplausos, varios familiares entraron en llanto. Foto Santiago Ramírez Baquero / SEMANA Puede leer: "No precipite usted la guerra total": el reclamo de la Farc a Iván Duque Su familia pensó muchas veces en no asistir a la marcha. Pero Juan Esteban amaba las manifestaciones populares y creyeron que esta sería una buena manera para homenajearlo. “Aquí no hay derecha ni izquierda”, dijo Jonathan, sin embargo, a muchos asistentes se les esfumó el dolor y el motivo del evento cuando pasaron personajes como Juan Manuel Santos o Hollman Morris. Así como hubo arengas en favor de la paz, también hubo llamados a la guerra. Una persona cercana a la familia gritó “doble moral”, cuando escuchó gritos de odio de quienes hace minutos les habían dado el pésame. El viaje de Medellín a Bogotá para la familia Marulanda Orozco fue eterno. En el aeropuerto de Rionegro todavía no sabían nada. Apenas aterrizaron en la capital se dirigieron al hospital de la Policía. “Todo el mundo se miraba las caras, todos sabían la situación de mi hijo”. Con la partida de Juan Esteban se fue un policía de 19 años amante de los caballos, hincha fervoroso del Atlético Nacional, un hijo que quiso ser como su padre, y un niño a quien el terrorismo no le dejó ser un héroe, o siquira un hombre que cumplió con su plan de vida.