Rodolfo Hernández es el fenómeno electoral del momento. De manera poco tradicional e impredecible, el exalcalde de Bucaramanga logró pasar de un segundo plano a ser el gran ganador de la primera vuelta presidencial.

Directo, indiscreto, genuino y frentero, el ingeniero se robó el corazón de los colombianos desde la comodidad de su oficina en la capital de Santander.

Hernández nació el 26 de marzo de 1945 en Piedecuesta (Santander), una zona plagada de violencia partidista desatada por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Nació en una familia campesina y es el mayor de tres hermanos. Producían panela y tabaco para vivir, mientras su padre, Luis Jesús Hernández, se dedicaba a la sastrería.

Después de terminar el bachillerato, se presentó a la Universidad Nacional en Bogotá y pasó. Ahí se convirtió en ingeniero civil, una senda que lo llevaría a ser uno de los hombres más adinerados de Santander.

Después de tener un par de novias, Hernández se casó el 6 de abril de 1972 con Socorro Oliveros. Con tan solo 27 años, el ingeniero recién graduado conoció a quien sería el amor de su vida y su mayor aliada en los negocios.

Según el ingeniero, Oliveros merece el crédito de la fortuna que logró en toda su trayectoria como constructor. Es ahorrativa y una buena empresaria. Quienes los conocen, saben que son más las similitudes que las diferencias entre la pareja.

Con Socorro tuvo cuatro hijos, dos de ellos adoptivos: Mauricio y Juliana. Después lograron tener hijos propios, Luis Carlos y Rodolfo José. Sin embargo, la violencia hirió de manera irreversible a la familia.

En 1994, las Farc secuestró al padre de Hernández por 135 días. Por su liberación le pidieron 50 millones de pesos, los cuales pagó. Luego, en 2004, el ELN secuestró a Juliana y para su liberación le pidieron dos millones de dólares. Decidió no pagarlos y, después de 18 años, el ingeniero da a su hija por muerta.

Es una herida profunda que le quiebra la voz al candidato presidencial, pero aun así se mantiene firme en su compromiso por hacer la paz en Colombia, incluso llegar a un acuerdo con el ELN.

Con respecto a su vida de empresario, junto a otros colegas fundó HG Constructora, una compañía que se dedicaba a obras en los municipios de Floridablanca, Piedecuesta y Bucaramanga. Luego, compró las acciones junto a su esposa y amplió el negocio a otros municipios de Santander, Barranquilla y Bogotá.

Con un resultado inesperado y que las encuestas no predijeron, ganó la Alcaldía de Bucaramanga en 2016. Al terminar su mandato contó con una aprobación del 84 %.

Su carisma es innegable y su altruismo fue clave para ganarse el corazón de los bumangueses. Hernández donó su sueldo de alcalde para ayudar a estudiantes de bajos recursos y con buenas calificaciones. Esto despertó el cariño que le dio la victoria absoluta en Bucaramanga en primera vuelta, con el 66,91 % de los votos.

Su discurso es simple. Su franqueza y sentido del humor lo convierten en un personaje simpático. Sin embargo, sus comentarios e imprudencias son su propio peor enemigo. Por ejemplo, cuando dijo que “admiraba” a Adolf Hitler o cuando abofeteó a un concejal durante su administración en Bucaramanga.

No es muy abierto a la crítica y suele reaccionar tajantemente cuando le hacen preguntas incómodas. En interacciones más amigables es risueño y bromista, contando anécdotas de su vida privada sin problemas.

Tomando en cuenta su monólogo anticorrupción, uno de sus puntos débiles es la acusación de la Fiscalía en su contra por presuntas irregularidades de contratación.

Esta, junto a otras salidas en falso, serían el material de ataque de la campaña de Gustavo Petro para ganarle terreno a un ingeniero que parece invencible. En segunda vuelta, con el apoyo de los votantes de Federico Gutiérrez, el exalcalde de Bucaramanga promete ser un rival duro para el líder del Pacto Histórico.