Rodrigo Londoño, más conocido como ‘Timochenko’, respondió a los comentarios que el senador y precandidato presidencial Gustavo Petro hizo por su foto con el expresidente Juan Manuel Santos. La foto se la tomaron con motivo de los cinco años de la firma del Acuerdo de Paz entre la administración del entonces presidente Juan Manuel Santos y la extinta guerrilla de las FARC.
“Yo tengo el sueño muy íntimo, Gustavo, de que Johan, mi hijo, sea un niño feliz que crezca lejos de la guerra y jugando con los hijos de nuestro pueblo. Es lo que más deseo para nuestros hijos y las nuevas generaciones”, escribió Rodrigo Londoño a través de su cuenta en Twitter y reaccionando al comentario del senador Gustavo Petro, en el cual se lee: “Siempre he pensado, a veces lo digo, que la paz es al final, que los hijos de los que hoy se consideran enemigos, jueguen tranquilos fútbol en las esquinas de los pueblos”.
En noviembre de 2016 se tenía previsto que comenzara a extinguirse uno de los conflictos más crueles de América. Colombia recordó los cinco años del acuerdo que desarmó a las FARC, con un inédito encuentro entre protagonistas y críticos en presencia del jefe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En un mismo escenario estuvieron juntos por primera vez los firmantes de la paz, las víctimas, el secretario de la ONU, António Guterres, y el presidente Iván Duque.
La asistencia de Duque, crítico de los beneficios que obtuvieron los guerrilleros implicados en delitos atroces, cargó de simbolismo el acto central en Bogotá, en la sede de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). De hecho, el presidente Iván Duque se dio la mano con el expresidente Juan Manuel Santos. “Insistimos en pedir perdón a las víctimas de nuestras acciones durante el conflicto, la comprensión de su dolor crece a diario en nosotros y nos llena de aflicción y de vergüenza”, dijo Rodrigo Londoño, el excomandante de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
También conocido como ‘Timochenko’, Londoño destacó el compromiso de la gran mayoría de los 13.000 exguerrilleros que entregó sus fusiles y se mantienen dentro de los acuerdos de paz, pese a la violencia. En estos cinco años han sido asesinados casi 300 excombatientes. “Nada ni nadie podrá minar nuestra convicción de que el camino emprendido es el correcto”, sostuvo el también presidente de Comunes, el partido que surgió del desarme.
Diana Martínez, hija de un electricista que desapareció en 2002 en poder de los guerrilleros, pidió más apoyo en la ubicación de los desaparecidos y lamentó que todavía no se pueda hablar efectivamente de un “posconflicto”. Pero “ante tanta adversidad seguimos aquí soñando”, dijo. Salvo por el encuentro en la JEP y la presentación de un coro con hijos de excombatientes que nacieron después del acuerdo, el quinto aniversario de la paz con las FARC no generó mayor entusiasmo entre los colombianos.
El expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018), quien obtuvo el Premio Nobel de Paz por negociar con una guerrilla que golpeó militarmente, presentó un balance “positivo” sobre la marcha de los compromisos que firmó junto a Londoño. “El tren de la paz que tantos y tantas han querido descarrilar o detener sigue su curso, sigue avanzando”, afirmó Santos, antes de saludar con “satisfacción” el apoyo de Duque, uno de sus principales adversarios políticos. “El presidente (...) se montó en el tren de la paz”, destacó en su intervención.
Más tarde se le vio sonriente junto a Londoño, compartiendo un par de cervezas fabricadas por excombatientes en el bar ‘La casa de la paz’, en Bogotá. El acuerdo permitió que una fuerza campesina levantada en armas bajo el influjo del comunismo, en plena Guerra Fría, entregara sus fusiles a cambio de ejercer la política y tener por un tiempo una mínima representación en el Congreso sin concurrir a elecciones.
También contiene reformas políticas y agrarias –la propiedad de la tierra fue la que detonó la guerra interna– y fórmulas contra el narcotráfico que en teoría deberán concretarse hasta 2031. Aunque redujo sensiblemente la violencia, el pacto con las antiguas FARC no apagó por completo el conflicto y las disidencias de esa guerrilla son cada vez más y cometen toda suerte de ilícitos.
El narcotráfico y la minería ilegal alimentan a nuevas o antiguas fuerzas que en su conjunto suman más de 10.000 miembros y han asesinado a decenas de excombatientes, activistas de derechos humanos e indígenas en los campos colombianos. Y cinco años después, el acuerdo sigue dividiendo a un país donde poco más del 50 % de sus ciudadanos rechazó el texto negociado en Cuba en un plebiscito, que obligó a las partes a hacer ajustes antes de suscribirlo con el apoyo de la ONU.
El miércoles, el secretario de Naciones Unidas volvió a advertir sobre los “riesgos para la paz” que encarnan “los grupos armados en conexión con el narcotráfico”. También pidió “redoblar los esfuerzos de protección” de los exguerrilleros “para asegurarles esta segunda oportunidad en la vida”. De su lado, Duque abogó por una “verdad total” y “no adaptada” para las víctimas. La JEP prepara las primeras sentencias contra el antiguo mando guerrillero por más de 21.000 secuestros. También avanza en el juicio a los militares que mataron a unos 6.400 civiles para hacerlos pasar como caídos en combate.
El Acuerdo de Paz establece que quienes confiesen sus crímenes, reparen a sus víctimas y se comprometan a nunca más ejercer la violencia podrán recibir penas alternativas a la cárcel. De lo contrario, se exponen a penas de hasta 20 años. “Todos los aquí presentes queremos ver una justicia efectiva, oportuna, real”, insistió Duque. Los antagonistas gobiernos de Estados Unidos y Cuba hicieron llegar también sus mensajes de apoyo al Acuerdo de paz en Colombia.