Agotado, después de uno de los años más duros de su vida, el neumólogo Rubén Contreras tuvo una parálisis facial a la que todavía no le encuentra explicación. Simplemente, de un momento a otro, su cuerpo no le respondió más.

Durante casi un año ha sido uno de los guerreros de la llamada primera línea, los médicos que atienden a los pacientes más graves de covid-19. Es jefe de neumólogos de la Clínica Los Nogales y coordinador de la misma área de la Reina Sofía. Ha puesto el alma en cada segundo que ha estado allí, pero a veces siente que no puede más.

“Hay un desgaste físico, emocional y mental de todos los médicos que atendemos en primera línea la pandemia. Estamos agotados, hemos tenido muchos compañeros médicos que se han enfermado. Algunos graves, algunos han fallecido”, se lamenta. Según datos del Instituto Nacional de Salud, más de 150 trabajadores del cuerpo médico fallecieron por el virus y más de 30.000 se han infectado.

Contreras cuenta que nada en su carrera se asemeja a esta pandemia. El VIH, por ejemplo, otra aterradora epidemia, no lo asustó tanto como este virus, que ha cobrado más de 45.000 vidas en Colombia y más de 10.200 solo en Bogotá. Para él, es como una pesadilla siempre presente. Cuando llega a su casa, todavía retumban en su mente los sonidos de los monitores, las imágenes, los pasos, los teléfonos y los zumbidos constantes de las clínicas repletas de gente.

De todos los pacientes que ha atendido, su mayor dolor lo vivió hace un par de semanas cuando entre ellos tenía a su hermano. “Estuvo muy grave, muy delicado, a punto de morir. Gracias a Dios está empezando a salir adelante después de 56 días conectado a un ventilador”.

En su trabajo se ha vuelto común ver a las personas morir por covid. Parejas de ancianos que fallecen con horas de diferencia, jóvenes sin ninguna condición previa, personas que estando en una uci se enteran de que sus padres murieron en otro hospital. A pesar de que lo lidia todos los días, siempre lo conmueve hasta lo más profundo.

También ha visto a cientos de pacientes vencer la enfermedad. Recuerda en especial a una mujer de 90 años que se negaba a que la trasladaran a una uci. Ya la habían visto de cuidados paliativos, aquellos enfocados en enfermos terminales, y no había muchos chances de que pudiera lograrlo. “Cuando pensábamos que iba a morir, empezó a salir adelante y mejoró. Hace una semana la vi aquí, en mi consultorio, caminando, dándome las gracias porque le había dado una oportunidad de salir a vivir. Esas son las circunstancias que lo hacen a uno también seguir trabajando”.

Salir de una uci es realmente ganarle una batalla a la muerte, pues, en promedio, la mitad de los pacientes no lo logran. Quienes sí lo hacen despiertan angustiados, deliran por los medicamentos, no comprenden lo que ocurre y necesitan apoyo psicológico. Contreras asegura que, por eso, en las clínicas, además de medicamentos, los enfermos, en su inmensa soledad, necesitan una voz de aliento. “Nosotros les damos fortaleza, les decimos que vamos a salir adelante, que tranquilos, que se dejen llevar por el ventilador”, explica.

A todo el que conoce le manifiesta que se cuide. La vacuna, por ahora, es una esperanza lejana y vendrán meses muy duros. Suele decir que le gustaría invitar a los jóvenes y a quienes no se cuidan para que pasen tan solo media hora en una uci y vean cara a cara a lo que se exponen. “Esto es dramático y yo creo que la gente no ha tenido conciencia”, afirma, y guarda unos segundos de silencio, “hasta que les toque a ellos o a un familiar, no van a tenerla”.