Volver al valle oscuro (Literatura Ramdom House, 2016), la novela del escritor Santiago Gamboa que está nominada al premio Biblioteca Narrativa Colombiana de la Universidad Eafit, es un viaje de regreso, es un viaje hacia la venganza. Narrada a través de varias voces —El Cónsul; un predicador neonazi-ambientalista que se llama Tertuliano; una joven poeta caleña signada por una infancia terrible; una prófuga colombiana llamada Juana y su pequeño hijo; la voz minúscula de un sacerdote paramilitar; una biografía del poeta Arthur Rimbaud—, cuenta la historia de una Europa asediada por la violencia a manos de radicales religiosos y de una Colombia que vive el esplendor de la bondad ya en el postconflicto. Cuenta otra cosa: la insatisfacción de tener asuntos pendientes en el pasado, la necesidad de resolverlos en el futuro, aunque se conviertan en una pesadilla. Semana.com habló con el escritor bogotano sobre este libro.Semana.com: El Cónsul y Juana son personajes de su novela Plegarias nocturnas, ¿Volver al valle oscuro es una especie de continuación?  Santiago Gamboa: Cuando terminé de escribir Plegarias nocturnas, el personaje de Juana se me convirtió en un personaje enorme, desmesurado, y sentí que no estaba agotado, que yo quería seguir interrogándolo. Rápidamente seguí dándole vueltas y empecé a tomar otras notas, a fijarme en cositas que podía estar haciendo, veía lugares en los que podía estar, pensaba en su destino. En cómo su vida iba cambiando. Sentí que mi relación con este personaje seguía teniendo mucha fuerza y pasado un tiempo empecé a escribir. Y, claro, también empecé a escribir sobre el Cónsul, que es mi representante dentro de la ficción. Como yo quería seguir pensando en Juana, entonces mi personaje también. Empecé a imaginar un encuentro entre los dos, originalmente había pensado en que fuera en Nueva York, pero con el tiempo pasé por España, y como yo viví en Madrid, decidí que se iban a encontrar ahí, y poco a poco fui armando la trama, pero lo que me llevó ahí fue la sensación de que ese personaje aún estaba vivo, que todavía lo podía interrogar sobre muchas cosas, entonces quise imaginar un segundo encuentro. Ha sido un personaje tan grande que tengo la sensación de que podría aparecer de nuevo.Semana.com: Es inevitable comparar este estilo con el de Roberto Bolaño, incluso en la contraportada del libro se menciona, ¿está de acuerdo con eso?S.G.: Yo comprendo que los lectores lo comparen y además me honra mucho porque yo admiro mucho a Bolaño y fui muy amigo de él. Estuve con él nueve días, diez días antes de que se muriera, y recientemente me encontré con su viuda Carolina y su hijo Lautaro en México. Decía, entiendo que haya una mirada comparativa, pero yo que soy el autor, sé de dónde proviene mi escritura, y no proviene de ahí, de hecho esa forma de mezclar las historias, que se presenten en trenza, vienen de una obra de Mario Vargas Llosa que se llama La tía Julia y el escribidor, que fue para mí una revelación, porque Vargas Llosa presenta las voces en diferentes velocidades y llegan a un final común. En el fondo, cuando uno ve la obra de Bolaño, sus novelas no son así, porque no necesariamente al final todas las voces se unen. Ahora, yo no creo que los formatos le pertenezcan a nadie. Lo que yo hago es darles voz a varias personas distintas que se van pasando el micrófono y van contando su historia hasta que todo se une.Semana.com: ¿Esta novela es el revés temático de El síndrome de Ulises?S.G.: Eso lo han encontrado algunos críticos y a mí me parece que tiene mucho sentido. En El síndrome de Ulises los personajes se van a buscar un lugar y en este el debate central es el regreso, pero ese regreso unido a otra cosa, a la idea o a la pregunta de si realmente existe un lugar al que uno puede volver, que es una pregunta literaria, por supuesto.Semana.com: Y esa pregunta literaria de ‘si se puede volver‘ está unida a la biografía de Rimbaud que hay en la novela…S.G.: Por eso está ahí esa historia. Está ahí porque yo desde hace mucho tiempo venía pensando en esa idea, y en Plegarias nocturnas aparece un juego con el primer minicapítulo de Una temporada en el infierno de Rimbaud. Desde ahí viene esa idea, porque yo sentía que el gran prófugo que fue Rimbaud tenía mucho que ver con Juana, que era un personaje que huía constantemente, y sentía también que ese deseo de Rimbaud de regresar a África era común con estos personajes. Yo estuve en Harar sin saber que iba a escribir este libro, leí toda la obra del poeta frente a las murallas de Harar, y todo porque le vendí la idea de ese reportaje a una revista, ese reportaje lo transformé un poco para ponerlo al servicio de esta novela. Es decir, es un personaje alucinante, y mis personajes que son errantes, un poco prófugos, están imaginados en la estela de la admiración que yo he sentido toda mi vida por Rimbaud.Semana.com: Hay aquí una aspiración cosmopolita, una mirada del colombiano que ve las nuevas violencias europeas y también del colombiano que vuelve…S.G.: Yo volví a Colombia hace dos años y por eso, en el fondo, estaba hablando de mí mismo. Volví porque quería vivir este proceso de la pacificación del país, que es un proceso que ha pasado por todo tipo de exaltaciones. Y yo escribo sobre esto como algo que ya ha pasado, que ya se hizo, pero que sigue teniendo un elemento conflictivo porque Cónsul llega y encuentra un país de la bondad, donde el paradigma es el perdón, pero el Cónsul dice que hay miradas turbias y que por debajo hay algo que todavía no está resuelto. Yo escribí todo eso hace un año y medio y era un ejercicio de tratar de adelantarme. El gran problema es que el Cónsul llega y siente que ni si quiera ese lugar pacificado es el lugar del regreso, porque en el fondo al único lugar al que se puede regresar es a la literatura. Todas las literaturas del mundo han interrogado ese tema, y es un tema literario que sólo tiene respuesta literaria.