El 9 de enero más de 100 personas se 'tomaron' la base militar de Tolemaida, una de las más importantes del país, un lugar supuestamente infranqueable donde operan los centros de entrenamiento más especializados del Ejército y decenas de contratistas gringos. En unos 15 vehículos entraron sin mayor control y se instalaron en un lugar conocido como Los Mangos, dos kilómetros adentro. Y allí estaban cuando el Comando General de Bogotá alertó a la guarnición por ese hecho tan singular.Los efectivos de la base enviados a controlar la situación encontraron civiles vestidos de camuflado, con armas y en una situación que representaba un combate. Eran actores de Sin senos no hay paraíso, una de las versiones internacionales de la serie, que sorprendidos explicaron que habían coordinado todo con un sargento. Según confirmó el Ejército a SEMANA, los encargados de la producción dijeron que para entrar a Tolemaida habían pagado cuatro millones de pesos.Obviamente, ante tamaña irregularidad los uniformes, las armas de utilería y los actores fueron retenidos hasta que se llegó a un acuerdo por el que la producción respetaría todos los protocolos requeridos para autorizar ese tipo de trabajos. Pero en el Ejército comenzó la investigación. Todas las personas que tuvieron algo que ver con el episodio fueron sometidos al polígrafo, y las pesquisas ya involucran a un capitán.El hecho hubiera pasado inadvertido si fuera un caso aislado, como creían las Fuerzas Militares. Sin embargo, no es así. En los últimos años, soldados con sus uniformes, armas, municiones, vehículos pesados y hasta helicópteros artillados tipo Black Hawk -como el que se ve en la película La Milagrosa-, han aparecido en escenas de guerra sin autorización oficial alguna. De esos equipos no se tiene registro de cómo salieron de las guarniciones y terminaron en el set.El artífice de tan extraña historia es el sargento retirado José Alfredo Ramírez Casallas, que salió de la institución a finales de 2006. Luego de 20 años en las filas, y tras sufrir una lesión grave, pasó sus últimos años de servicio en las emisoras de radio del Ejército en varias ciudades. Al llegar a Bogotá en esas funciones se integró a la Dirección de Acción Integral, la dependencia que atiende las solicitudes de las productoras de cine y televisión. Se trata de una actividad regulada por protocolos muy exigentes frente al contenido de los proyectos y la disponibilidad de personal y equipos. Los encargados verifican cuidadosamente la información del personal que trabaja en las producciones, y éstas sólo reciben el visto bueno con autorización directa del Comandante del Ejército. Es muy probable que el sargento retirado, a su paso por dicha Dirección, conoció en detalle los protocolos e hizo muchos contactos para la actividad que montó tras su retiro.El sargento Ramírez asegura que desde hace unos tres años asesora a los actores sobre la forma como se comportan los militares. Además dice que tiene un grupo de reservistas que aparecen como extras, pistolas importadas que sólo usan balas de salva, y fusiles eléctricos elaborados en plomo y caucho. Sin embargo, él mismo en una conversación previa en la que creyó que se le preguntaba por sus servicios, dijo entre otras cosas que estaba en capacidad de conseguir aeronaves. "Para eso nosotros la coordinamos (sic) con aviación de Ejército. Obviamente que todos tenemos que ganar. Yo tengo que hacerle la consignación después de que autorice aviación y se puede conseguir un 212, un Black Hawk, dependiendo lo que necesiten"... "en un sitio como Cundinamarca pueden ser unos siete, ocho millones de pesos la hora"... "el pago depende cómo se haga el negocio. A mí me toca facturar, yo saco mi ganancia y el resto lo consigno a Aviación dependiendo de lo que yo coordine con ellos".En Aviación del Ejército dicen que jamás han tenido contacto con Ramírez, y que las solicitudes siempre se canalizan a través de la Dirección de Acción Integral. Allí también aseguran que nunca han recibido gestiones del sargento retirado, y que luego de lo sucedido en Tolemaida, se dio orden verbal para que no lo dejaran entrar a ninguna guarnición. Entonces ¿cómo ha conseguido lo que ofrece? Cuesta trabajo creer que lo haya logrado sólo con su capacidad de convicción.La actuación de las compañías productoras, que son las responsables de contratar sus servicios, también despierta inquietudes. Al sargento lo han visto en las filmaciones de La guaca, El cartel de los sapos, En Coma, La sangre y la lluvia y Los protegidos, entre otras. Y varios miembros del equipo de filmación, actores y dobles con los que habló SEMANA, expresaron su angustia por tener que trabajar con personal que tiene armamento y munición real en una película, pues temen que en algún momento pueda suceder una tragedia. De hecho alegan que ya hubo un accidente con munición de salva de dudosa calidad, que se disparó a tal cercanía que lesionó a un actor (ver foto).Pero la película del sargento Ramírez es mucho más riesgosa. Que un particular ande por ahí otorgando permisos para ingresar a batallones o alquilando helicópteros, en cualquier momento puede conducir a situaciones más delicadas, que sorprendentemente no han sucedido.