SEMANA: Se ha advertido sobre un supuesto riesgo en la renovación de los sacerdotes en Colombia. ¿En los últimos 20 años se ha reducido el número de seminaristas?
MANUEL VEGA (M. V.): Sí, hoy podemos constatar una reducción significativa del número de vocaciones en los seminarios mayores de Colombia. Un ejemplo muy sencillo: a través del trabajo que hemos venido realizando en la Iglesia, nos pusimos a la tarea de generar una estadística de lo que ha pasado en los últimos 30 años realmente y, por ejemplo, en 1990 alcanzamos a tener los casi 6.000 seminaristas en el país, y eso ha venido reduciendo hasta el 2020, que tuvimos una estadística de 2.400 seminaristas.
SEMANA: ¿Por qué se presenta esta reducción?
M. V.: Hemos hecho el ejercicio de analizar qué realidades existían en la década de los noventa, como se vivían en ese momento muchas de las expresiones de fe, de las realidades de las familias, de los jóvenes, de dónde venían las vocaciones, y hemos marcado varios acontecimientos. Primero, por ejemplo, la visita de Juan Pablo Segundo a Colombia, que fue en la mitad de la década de los ochenta. Tuvo su efecto, en muchos jóvenes de aquella época que tuvieron ese contacto con el papa hubo una motivación y una bonanza vocacional a partir de esa experiencia. Segundo, un tema que nosotros no podemos obviar y es todo lo que han producido los escándalos que se han suscitado en la Iglesia, eso de alguna manera ha ido afectando también toda esa respuesta vocacional.
Si hoy leemos qué motiva un joven para acceder a esta opción de vida, pues realmente las motivaciones vienen de familias donde ha habido ciertos principios de fe, pero cada vez son menos las familias en esa condición.
SEMANA: ¿No les ve vocación a los jóvenes de Colombia?
M. V.: Lo que hacemos en el departamento es acompañar los procesos que realizan los animadores vocacionales en cada jurisdicción eclesiástica. Es decir, en la Iglesia hay una organización donde cada diócesis tiene un delegado para la animación de las vocaciones y lo que nosotros hacemos es acompañar a estos delegados en formación, en estrategias, en la mentalización de lo que significa la tarea vocacional al nivel nacional. Desde luego, acompañamos todo el proceso formativo en los seminarios mayores, en los 52 seminarios mayores diocesanos que tiene Colombia. Pero sí vemos poco interés en los jóvenes.
SEMANA: ¿Los jóvenes no tienen la misma vocación de hace algunas décadas?
M. V.: Sí, claro, se ha reducido. Yo creo que toda esta apertura que han hecho las nuevas tecnologías, los medios de comunicación, el abrirnos a otras realidades, ha hecho que los jóvenes descubran también otros caminos de realización personal, pero realmente uno descubre un vacío muy grande en nuevas generaciones, una ausencia muy particular de la presencia de Dios en la propia vida, del paso de Dios en el corazón de las personas. No porque no exista, no porque no se les haya predicado o por lo menos se hayan acercado o hayan tenido un primer acercamiento, pero no hay la hondura y la profundidad que en otros tiempos se tenía.
Hoy estamos ante una realidad donde lo religioso está pasando como a un segundo plano y en algunos ambientes se toma de esa forma, ya vamos viendo las consecuencias.
SEMANA: ¿Cómo se podría solucionar el problema de este relevo generacional?
M. V.: Lo que percibimos y sentimos en el país, aunque hay jurisdicciones eclesiásticas que están pasando situaciones difíciles por escasez de sacerdotes, es que en ninguna diócesis del país tenemos la dificultad de que el domingo haya un templo parroquial donde no se celebre la Eucaristía. Es decir, en este momento estamos respondiendo a esa necesidad. Pero si la situación sigue avanzando, como ha venido sucediendo, con una disminución de vocaciones sacerdotales, vamos a tener un clero que va envejeciendo y no hay quién esté detrás haciendo el reemplazo o el relevo de esos oficios y de esa atención a las comunidades parroquiales que tenemos en nuestras en diócesis. Una parte de la respuesta la hemos venido encontrando en lo que significan para nosotros los semilleros vocacionales; yo creo que en esto hemos venido haciendo una opción para ir acompañando a niños, jóvenes, en diferentes etapas de la vida, sobre todo en esa iniciación cristiana, en esa formación inicial cristiana. Si no acompañamos eso, difícilmente vamos a tener jóvenes que en algún momento tengan o contemplen la posibilidad de decir ‘yo quiero ser sacerdote’ o ‘yo quiero ser religiosa o religioso’.
SEMANA: ¿Ordenar mujeres y levantar el celibato es viable?
M. V.: La Iglesia está haciendo una experiencia de consulta sinodal. En el año 2023, el papa ha convocado al sínodo sobre la sinodalidad y es un sínodo de cómo la Iglesia camina con otros, cómo caminar en la Iglesia con otros. En ese ambiente de consulta, ha surgido mucho este aspecto, esta solicitud de los fieles, de los laicos, en muchos ambientes y no solamente en Colombia, sino en muchos otros países que se levante el celibato, la ordenación de mujeres. Pero estos aspectos los ha analizado la Iglesia en varios momentos y aquí hay algunas respuestas a nivel teológico, a nivel doctrinal, de orden práctico, que ciertamente no se puede visibilizar ni se puede comprender el ejercicio del ministerio sacerdotal ejercido ciertamente porque la mujer tiene su papel, su función y una característica muy propia en la vida de la Iglesia. No veo todavía como una claridad frente al tema, el celibato lo entendemos hoy como un don; hace parte de la vida de la Iglesia, pero es un don recibido que no es para todo el mundo y, en este caso, quien ingresa al seminario sabe que es su estilo de vida.
SEMANA: ¿Cómo los han afectado los escándalos de la Iglesia católica?
M. V.: Piensen ustedes en un papá al que su hijo le dice ‘yo quiero ser sacerdote’. Ya de entrada es una de las cosas que vamos viendo: que los primeros en desestimar la inquietud vocacional de su hijo son los mismos papás, por todas estas circunstancias. En algunos momentos hemos dialogado sobre esto en otros ambientes, porque son situaciones con nombre propio y no se pueden generalizar, pero lamentablemente son situaciones que nos han afectado profundamente en este aspecto. La Iglesia ha venido tomando cartas en el asunto, muy serias, muy profundas, para hacer que la Iglesia sea lugar seguro para niños, jóvenes, adolescentes, en ambientes en los que la familia con confianza puede participar de las diferentes actividades de la vida de la Iglesia.
SEMANA: ¿Qué llegaría a pasar si el número de seminaristas no aumenta?, ¿si definitivamente los jóvenes no tienen esta vocación para ordenarse, qué podría pasar en la iglesia?
M. V.: Bueno, dos cosas. El promedio de edad del clero colombiano está entre los 45 y 50 años, ese el promedio de edad, distinto a otros países europeos. Si esto sigue así, nuestro clero va a envejecer. En este momento, tenemos en Colombia solamente 600 diáconos permanentes ante el grupo grande de sacerdotes, que son alrededor de 7.000 diocesanos y 4.000 de vida consagrada o religiosos. Si esto sigue así, terminaríamos en una situación muy compleja, sobre todo por la atención pastoral de parroquias y de comunidades parroquiales.