Todo parece indicar que Virgilio Barco se excedió en la estrategia del silencio. Una candidatura casi única, prácticamente servida en bandeja de plata después de las elecciones de mitaca, ha comenzado a desdibujarse como consecuencia de la no aparición de su protagonista. Si bien es cierto que el silencio demostró ser excepcionalmente rentable durante los últimos dos años, su prolongación hasta la fecha empieza a dejar saldo rojo. Esto se puede medir en el hecho de que en los últimos días han florecido candidaturas a diestra y siniestra en el Partido Liberal, indicando que se abre paso un sentimiento dentro de esa colectividad de que el juego está apenas empezando y no terminando como se pensaba hace algunas semanas.El abanico que hasta hace poco se limitaba a Barco y Otto Morales, se ha desplegado para dejar al descubierto media docena más de aspirantes: Augusto Espinosa Valderrama, Víctor Mosquera Chaux, Hernando Durán Dussán, Hernando Agudelo Villa, Alvaro Uribe Rueda y Bernardo Gaitán Mahecha. Esto sin incluir a Galán, quien no obstante jugar un papel determinante en la selección final, no será candidato. Este promedio de casi un candidato por semana desde las elecciones de mitaca, amenaza con extenderse, en la medida en que se imponga la mentalidad, entre las figuras liberales, de que "si ellos pueden aspirar, yo también". De los nombres en juego, unos aceptan abiertamente sus aspiraciones, otros en forma oblicua y otros la niegan, pero el hecho real es que todos están sobre el tapete.Teniendo en cuenta que se da por descontado que el candidato conservador será Alvaro Gómez Hurtado, existe la convicción generalizada, tal vez ingenua y excesivamente optimista, de que la candidatura oficial del Partido Liberal, cualquiera que sea el nombre del designado, automáticamente representa la Presidencia de la Republica. De ahí que el tradicional mito de la imposibilidad de un triunfo de Gómez, haya llevado a muchos a pensar que bastaría un "chepazo" en la Convención, por necesidad de transacción o lo que fuere, para ser el próximo Presidente de Colombia.En medio de este ambiente de que en "tierra de ciegos, el tuerto es rey", ninguno de los nuevos nombres despierta el entusiasmo colectivo de los colombianos. Ahora que parece que se terminó la fila india de los que se consideraban las "vacas sagradas", se ha llegado a una nueva generación que Bernardo Gaitán Mahecha, en forma jocosa, define como de "coroneles", que si bien cuentan con los méritos individuales para aspirar a la primera magistratura, no cuentan con la ecuación de elementos que se requieren para llegar allá. En términos generales, se podría decir que todos y cada uno de los pre-candidatos adolecen de alguna seria limitación. Gaitán Mahecha es demasiado desconocido. Alvaro Uribe Rueda, aun cuando carismático, tiene fama de no dar en el blanco.Agudelo Villa ya no pertenece a la clase política en cuyas manos está la decisión. Durán Dussán, quien llenaba más requisitos que muchos de sus rivales, vio naufragar su candidatura con el melancólico resultado de sus listas en mitaca. Víctor Mosquera cuenta con trayectoria y respeto en los medios parlamentarios, pero su identificación como político tradicional de la línea dura le crea serios problemas de imagen. Otto Morales tuvo su momento cuando era el antiBarco, pero ahora que esta ubicación dejó de ser su monopolio y la tiene que compartir con media docena de aspirantes, perdió el segundo lugar en el ranking. Este puesto parece corresponderle en la actualidad a Augusto Espinosa Valderrama que, paradójicamente, no sólo no ha vivido en Colombia en los últimos años, sino que ni siquiera se ha pronunciado al respecto.En la medida en que Barco crea un vacío y que los otros aspirantes se atomizan o se neutralizan entre ellos, lo que se está perfilando es un duelo entre Barco y Espinosa. El hoy embajador en Londres tiene más respaldo parlamentario que cualquiera de los otros aspirantes que han salido a la palestra, con la posible excepción de Barco. Es un hombre de la entraña del Parlamento con una tradición de seriedad y competencia reconocida por todos aquellos que lo conocen, y es probable que, a su regreso, las fuerzas antibarquistas del Congreso se canalicen hacia él. Sin embargo, el duelo entre Barco y Espinosa se circunscribe principalmente al ámbito de la clase política, pues ante la opinión pública en general, Barco, no obstante sus defectos y sus errores, mantiene aún una ventaja muy considerable no sólo sobre Espinosa, sino sobre cualquiera de sus posibles rivales. También tiene a su favor elementos de poder importantes como la simpatía de la prensa liberal y un considerable apoyo parlamentario que no tuvo en el pasado, así como su aceptabilidad para el electorado galanista. No es de descartar en consecuencia que, aunque tardíamente, cuando su candidatura despegue en forma, sus fuerzas, algo frágiles y debilitadas en la actualidad, se consoliden. Virgilio Barco sigue siendo el puntero. Sin embargo, si antes estaba "escapado", ahora solamente encabeza el pelotón.--