El triunfo en las urnas de Gustavo Petro significó un batacazo a la derecha y a la centroderecha y llevó a sus líderes a buscar con urgencia una voz que encarne el sentimiento de los más de 10 millones de electores que votaron contra el petrismo. Hoy el panorama no es claro.
En principio, quien debería asumir la oposición es Rodolfo Hernández, pero decepcionó a sus electores antipetristas. Una semana después de su triunfo, confirmó que será independiente, es decir, aprobará los proyectos que considere necesarios del Gobierno Petro, pero rechazará los que crea que pueden ser lesivos. Entre Petro y Hernández ha existido una buena relación, pese a los cruentos ataques durante la recta final de la campaña.
Hernández, quien además deberá luchar para que el rodolfismo perdure en el tiempo, asumirá su curul de senador, que le corresponde por ley, aunque algunos de sus asesores le dijeron a SEMANA que no descarta posesionarse el 20 de julio y renunciar posteriormente, entre otras, con el fin de aspirar a la gobernación de Santander en 2023. Marelen Castillo, la exfórmula vicepresidencial de Hernández, tampoco hará oposición desde la Cámara.
Sin Hernández en la orilla contraria a Petro, el papel podría recaer en Federico Gutiérrez, que se alzó con 5 millones de votos en la primera vuelta presidencial y con una ideología distinta a la de Petro. Sin embargo, el exalcalde de Medellín no tiene una estructura política propia porque La U, Cambio Radical y el Partido Liberal, que lo apoyaron en las elecciones del 29 de mayo, hoy están cercanos a la unidad nacional propuesta por Petro y prometen sumarse a la gran aplanadora del gobierno de izquierda en el Congreso.
A pesar de los obstáculos, Fico buscará quedarse con el liderazgo de la oposición después del 7 de agosto y realizar una labor que pueda ser determinante para repetir su candidatura presidencial en cuatro años. Ser opositor genera votos en las urnas.
No obstante, en el uribismo, la única corriente hoy declarada en oposición, siguen abiertas las heridas con Fico. En el Centro Democrático un grupo de congresistas no olvida que el antioqueño ignoró al partido en la reciente campaña presidencial.
En todo caso, los liderazgos no se imponen ni surgen porque uno de los congresistas de centroderecha o de derecha levante la mano. “¿Quién será capaz de organizar la primera manifestación en contra de Petro cuando quiera apropiarse de las pensiones? ¿Quién va a mover a los pensionados a las calles para que no pierdan sus impuestos? Ahí es donde se gana la oposición, no en Twitter”, le dijo a SEMANA el exvicepresidente Francisco Santos.
Entre los opcionados, la voz del excandidato presidencial Enrique Gómez Martínez ha venido tomando fuerza. Es abogado, académico versado, con discurso, que no se avergüenza de la derecha y no ahorra adjetivos para atacar las políticas de gobierno que contempla Petro. Será opositor y su partido, Salvación Nacional, viene atrayendo la atención de un sector conservador que estaba en el Centro Democrático, pero que considera que la casa uribista no representa totalmente las ideas de la derecha.
De hecho, Gómez Martínez cuestionó el papel de Álvaro Uribe en medio de la campaña. “Ha dejado de estar en la derecha hace mucho tiempo. Si hay algo más alejado de lo que debe plantear el rol del Estado es lo que ha venido mostrando Uribe: hoy día es el mayor asistencialista y promotor de los subsidios monetarios no condicionados”, dijo.
Aunque el discurso de Gómez Martínez es combativo, el sobrino de Álvaro Gómez Hurtado no tiene una curul en el Congreso y no posee una estructura política sólida que le permita, al menos de momento, asumir dicho liderazgo. Pero su oposición desde la prensa y las redes puede pavimentarle una nueva campaña presidencial en 2026.
Por su parte, en el Partido Conservador aún no se ponen de acuerdo entre la oposición e independencia frente a Petro, una postura incómoda que tiene dividida a la tolda azul. El excandidato David Barguil todavía no oficializa el papel que asumirá.
También en el Centro Democrático el ambiente está caldeado ante la ausencia del expresidente Uribe, cada vez más refugiado en El Ubérrimo, su finca en Córdoba. Tras su tímida participación en las elecciones presidenciales, en su partido comenzaron a competir, casi en silencio, entre quiénes podrían tomar el relevo y convertirse en el líder de la oposición a Petro.
La lista de aspirantes es grande. La encabeza Miguel Uribe, la mejor votación del Centro Democrático, un político que sabe cómo capotear al mandatario de izquierda, pues lo enfrentó cuando era un joven concejal, y el hoy presidente, alcalde de Bogotá.
Paloma Valencia, la aguerrida senadora que encarna las ideas del expresidente Uribe, integra la lista. Por ejemplo, se hace llamar la más uribista entre los uribistas y ha liderado importantes debates en el Congreso. Junto con ellos figuran Paola Holguín y María Fernanda Cabal. Esta última revalidó su curul con más de 200.000 votos el 13 de marzo pasado y promete convertirse en la líder de una derecha que no se siente representada en el Centro Democrático ni se identificó con el Gobierno de Iván Duque. Cabal ha sido determinante en proclamar que es de derecha, defiende con ahínco la autoridad, el orden y el libre mercado.
“Todos son pequeños gigantes”, le dijo a SEMANA un asesor del Centro Democrático, quien pidió reserva de su identidad. Es decir, son líderes importantes en potencia, pero ninguno, al menos por ahora, se acerca al liderazgo de Uribe, el hombre más influyente de la política en los últimos 20 años en el país, un exmandatario que la izquierda reconoce como una figura clave que le podría garantizar una eventual paz política a Petro en el cuatrienio. “Con el primero que hay que hablar es con Uribe”, reconoció a SEMANA Armando Benedetti.
Precisamente, este viernes el expresidente le aceptó a Petro la invitación a dialogar. “Acudiré a la reunión en representación del Centro Democrático. Son visiones diferentes sobre la misma patria”, anunció. Uribe no ha dicho que desaparecerá del escenario político. Al contrario, le confirmó a la senadora Paola Holguín y al congresista Juan Espinal que guarda prudencia ante la espera del inicio del nuevo gobierno.
Pero no es un secreto que el Uribe de 2018 no es el mismo de 2022. Su investigación penal por el escándalo de supuesta manipulación de falsos testigos lo llevó a marginarse de la campaña presidencial.
Actualmente, su proceso avanza en etapa de juicio y el expresidente prefiere concentrarse en su suerte jurídica. Él ha dicho que su investigación es más política que jurídica.
Tanto la desaparición mediática de Uribe, el contradictor de mayor quilate de la izquierda, como el triunfo en las urnas de Gustavo Petro llevaron a Juan José Lafaurie, el hijo de María Fernanda Cabal, a asegurar que “es la hora de la derecha, una nueva derecha, que imprescindiblemente tiene que ser sin Uribe”.
Aunque Lafaurie tiene 23 años, no milita en el Centro Democrático –pertenece al Partido Conservador– y no representa a ninguna dignidad, sus palabras cayeron mal en el partido del que forma parte su mamá y desencadenaron un nuevo tsunami contra María Fernanda Cabal.
Tradujeron sus palabras como una especie de ‘mandado’ de la senadora, que ha soportado fuertes diferencias con las bancadas de su partido. De hecho, hay quienes dicen en voz baja que la vallecaucana, disciplinada, pero no arrodillada a Uribe, tendría intenciones de conformar un movimiento alterno de la derecha, que se siente huérfana en el Centro Democrático y ven en el expresidente la figura de un gran líder que se hace elegir con las ideas de derecha, pero gobierna con un talante liberal.
Cabal, el perfil más notorio de la oposición, no renunciará al Centro Democrático como se ha especulado, pero no parece descabellado pensar que su aspiración presidencial en 2026 la lleve a proponer una reforma estructural en su partido.
Si no lo consigue, conformaría un nuevo movimiento similar al Partido Vox, una corriente política de derecha radical en España que nació de forma espontánea, y que se podría constituir legalmente a través de firmas.
Esa alternativa para Cabal, quien insiste en la combatividad y firmeza de su bancada contra Petro en los próximos cuatro años, no será tan sencilla, pues dependerá del liderazgo que ella consiga en la oposición y el rumbo que Álvaro Uribe le dé al Centro Democrático.
Oficialmente, hoy no hay un líder que reemplace el papel de opositor de Uribe. Pero antes del 7 de agosto es posible ver a un gran bloque de la derecha, conformado por el uribismo y el conservatismo, enfilando la artillería política contra el nuevo Gobierno.