Una historia nacional que pocos recuerdan, pero que en la memoria del pueblo boyacense permanece y más en aquellas familias que fueron víctimas de este envenenamiento masivo, en donde un total de 100 personas murieron luego de consumir un pan con veneno que los llevó a la muerte y, en el mejor de los casos, algunos solo se intoxicaron.

¿Qué fue lo que sucedió hace 55 años en Chiquinquirá?

El sábado 25 de noviembre de 1967 fue una fecha oscura para este municipio del departamento de Boyacá. Tras intentar recuperarse del terremoto que sacudió a este sector el 28 de julio del mismo año, los habitantes buscaban la manera de recomponer su cabecera municipal luego de la gran afectación del sismo.

No obstante, otra tragedia sacudiría a la población y cobraría la vida de un centenar de personas. En el corazón de la ‘Ciudad Mariana’ se encontraba la tradicional panadería Nutibara, la cual se vio involucrada en el incidente.

De acuerdo con los historiadores, en el camión que transportaban los bultos de harina para el comercio de Chiquinquirá, donde se abastecía la prestigiosa panadería, también llevaban insumos de tipo agrícola, entre los cuales iba un veneno utilizado en este tipo de oficio.

En ese sentido, al parecer durante el trayecto que cumplía el camión, en la carretera (que para la época era totalmente destapada e inestable) que comunica a Ubaté con Chiquinquirá, un frasco de Folidol se rompió con tan mala suerte que su contenido se vertió en uno de los bultos de harina que llegaba al mercado del municipio.

Dicho bulto fue adquirido por el propietario de la panadería Nutibara, Aurelio Fajardo, quien lo dispuso en su establecimiento para que el panadero, Joaquín Merchán, iniciara su labor sobre las 2:00 de la mañana de ese sábado 25 de noviembre.

Ómar Coy, uno de los narradores e historiadores de la zona señaló que el panadero advirtió al dueño de la panadería que la harina no tenía su olor tradicional.

“El señor Merchán comienza a amasar, le dice a Aurelio Fajardo: Don Aurelio esto huele como feo, a lo que él responde: no, no, no, no, eso debe ser que usted está enguayabado”.

Merchán, quien tenía unos 25 años, continuó amasando la harina y moldeando los panes, los cuales metió al horno, como hacía de costumbre. Una vez estaba lista la producción del día, se pusieron en las vitrinas y en cuanto el sol asomó en Chiquinquirá la panadería abrió sus puertas.

Con el pasar de las horas el inventario de Nutibara se iba agotando y eran más las personas que sin saber estaban siendo envenenadas por el pan de este establecimiento.

El primero en fallecer fue el panadero, quien además de oler la sustancia mortífera consumía su pan para hacer el respectivo control de calidad.

Fue cuestión de minutos para que los habitantes de Chiquinquirá cayeran sobre las calles del municipio víctimas de la intoxicación por el consumo masivo del pan envenenado. Normalmente, cada familia de esta zona del municipio se acercaba a la panadería para comprar el pan para el desayuno o para compartir en el momento de las onces.

Muchas personas sobrevivieron y algunas duraron hasta 15 días en el hospital luego de que síntomas como visión borrosa y malestar general perduraran en ellos. Sin embargo, para algunos de los que no fallecieron no todo fue tan positivo, ya que tuvieron que enterrar a alguno o a varios de sus familiares y vecinos.

De acuerdo con las cifras recolectadas en los tres sepelios colectivos, el mayor número de víctimas mortales fueron niños.