A pesar de que faltan cerca de tres años para las elecciones presidenciales, ya han aparecido los primeros síntomas de este tradicional vicio colombiano que es la especulación sobre las candidaturas. El reciente encuentro de Sochagota ha puesto sobre el tapete el tema del futuro del Partido Liberal. Sobre la base de consideraciones estrictamente aritméticas, este futuro no debería ser una incógnita: el liberalismo constituye aún la mayoría electoral del país. Sin embargo, existen muchas consideraciones por encima de las aritméticas que le llenan de obstáculos la aspiración de recuperar el poder en 1986.Aparte de la multiplicación de aspiraciones personalistas, subsiste la división entre el sector tradicional y el nuevo del liberalismo y, por si fuera poco, dentro de estos dos campos proliferan las subdivisiones. A este problema de carácter mecánico, se suma uno más grave, de carácter ideológico. El liberalismo parece no tener, en el momento, nada qué ofrecerle al electorado. El tradicional espacio de centro izquierda con matices progresistas que fuera monopolio suyo en el pasado, es hoy en día propiedad del Movimiento Nacional de Belisario Betancur y de la Anapo. Por otro lado, su línea más dura, tanto en cuestiones de orden público como económico, aparece ante la gente mejor representada por los sectores ortodoxos del conservatismo. A diferencia del pasado, cuando el liberalismo se enfrentaba a un sólo adversario conservador minoritario y ubicado a su derecha, hoy se encuentra asediado por ambos flancos por el Movimienta Nacional, que es un enemigo que se desdobla ideológicamente entre la derecha y la izquierda, pero manteniéndose monolíticamente unido como aparato burocrático y electoral. La combinación de estos factores hace que, como cosa rara en la historia del país, sea una incógnita absoluta cual será el partido ganador en las elecciones de 1986.No obstante, ya comienzan a ventilarse los nombres de los posibles candidatos de los partidos tradicionales. En lo que respecta al conservatismo, los interrogantes son menos pronunciados. Los analistas políticos coinciden en que para 1986, el conservatismo no tiene mejor opción que presentarse con uno de sus jefes naturales: Misael Pastrana o Alvaro Gómez. Dados los riesgos altísimos que implicaría apartarse de estos dos nombres pocos anticipan que en las próximas elecciones se le de "la alternativa" a una figura de menos relievancia nacional. De ahí que los días de Rodrigo Lloreda, J. Emilio Valderrama y Augusto Ramírez están aún por venir.Más complejo es el panorama en el Partido Liberal, donde las fichas del ajedrez apenas están comenzando a moverse. Aún cuando todos los pronunciamientos oficiales expresan en que las posibilidades de triunfo radican en los programas y no en los candidatos, pocos son los que creen. El asunto, como siempre, va a definirse más con base en personalidades que en programas. Y es en este campo donde se definirá la carrera cuya largada está a punto de darse.Otro aspecto que tratará con insistencia será el de la modalidad de selección del candidato: Convención nacional o consulta popular. Este debate, sinembargo, será inconcluso pues tropezará siempre con el mismo obstáculo que ha tropezado en el pasado: la consulta popular, si no se hace en cabeza de los propios candidatos sino a través de sus intermediarios en provincia será una confrontación de maquinarias y no de prestigios individuales. Una consulta popular real, en la cual se miden directamente la fuerza de los candidatos y no de sus intermediarios, no ha podido aún ser puesta en práctica en Colombia por dificultades de diversa índole. Mientra no cambien estas circunstancias la polémica entre consulta popular y convención será más simbólica que real.El abánico inicial del liberalismo es muy generoso. Por un lado están las candidaturas eternas como la de Hernando Agudelo Villa, las auto-candidaturas como la de Fabio Lozano y las cartas tapadas como la de Enrique Vargas pero los nombre que son objeto de la mayor atención son cinco: Virgilio Barco, Hernando Durán Dussan, Luis Carlos Galán, Otto Morales y Alberto Santofimio.SANTOFIMIO: ERRORES FATALES Pocas veces se ha visto una caída tan vertical. Hace apenas cinco años se perfilaba como el Gaitán de esta generación: carismático, inteligente y orador magistral, Santofimio se había convertido en un fenómeno de masas antes de cumplir los 35 años. Se consideraba que tarde o temprano su presidencia sería inevitable, y el único mterrogante parecía ser cuál sería el año. Mientras le llegaba el turno se consolidaba como una fuerza que había que tener siempre en cuenta, ya que si no determinaba un resultado electoral, por lo menos tenía poder de veto.Todo esto ha cambiado. Santofimio cometió dos errores, uno grave y otro fatal. El primero fue el famoso episodio de los microfilms. Lo que comenzó como una acusación de nombramientos ficticios bajo su presidencia en la Cámara de Representantes se volvió un bochornoso escándalo que culminó en encarcelamiento. Un enredo de esta naturaleza habría acabado con la carrera de cualquier político. Sin embargo el prestigio de Santofimio era tal que, aun cuando quedó averiado, sobrevivió, hasta el punto de que después de su excarcelamiento figuró transitoriamente como pre candidato en las elecciones de 1982.Después vino el error fatal: su alianza con Pablo Escobar. Teniendo en cuenta que los nefastos resultados de esta alianza eran previsibles, es difícil explicarse como un político de su habilidad pudo haber cometido un suicidio de esta naturaleza. Aun cuando finalmente canceló de manera oficial esta vinculación, Santofimio pretendió que había descubierto por primera vez lo que jamás puso en duda la opinión pública: el origen turbio de los recursos de Escobar. Ni siquiera el propio Escobar pretendia engañar a nadie con cierto sentido del humor exhibe empotrada en el portal de la entrada de su zoológico en Puerto Triunfo, la avioneta en la que supuestamente "coronó" su primer viaje.Es muy probable que si los dineros de Pablo Escobar hubieran continuado anónimos, habrían podido conducir a Santofimio hasta la presidencia de la República. Pero desde el momento en el que se hizo público su origen los días del político tolimense quedaron contados .Santofimio habría de cometer un último error: el debate moral que le montó a Rodrigo Lara Bonilla. Desde el Congreso le orquestó al Minjusticia la famosa celada en la cual éste cayó pero para ello Santofimio tuvo que hacer causa común con los dudosos personajes que suministraron las pruebas contra Lara. En esta arriesgada operación Kamikasse logró herir gravemente a su rival, pero su prestigio quedó más golpeado que el de Lara.OTTO MORALES: "EL BELISARIO LIBERAL" Las perspectivas políticas de Otto Morales están estrechamente vinculadas a la suerte de este gobierno. Su ubicación ante el electorado es la de un "Belisario liberal" que podría llegar a encabezar un movimiento nacional que sería la rotación bipartidista de la fórmula de gobierno inventada por Betancur. Sin embargo, la experiencia demuestra que al final de los gobiernos hay más posibilidades de que el electorado prefiera el cambio al continuismo, y ni siquiera el prestigio actual de Belisario permite garantizar lo contrario. Por otro lado, se enfrenta al problema de que por haberse retirado hace años de la política activa es un hombre prácticamente desconocido entre las nuevas generaciones, y su reaparición como presidente de la comisión de paz, inicialmente brillante, tuvo un final triste por su decisión de retirarse insinuando motivos enigmáticos que nadie supo cómo interpretar. Aunque se le considera el preferido del ex presidente Carlos Lleras Restrepo, carece de electorado propio y de apoyo parlamentario que permitan augurarle una posibilidad real en una consulta popular o en una convención.GALAN: DIVIDIR O NO DIVIDIR Dos cosas parecen estar seguras en la carrera política de Luis Carlos Galán. La primera que un día va a ser presidente de Colombia. La segunda, que no será en las próximas elecciones. Aunque las encuestras demuestran que su nombre ganaría contra cualquier contrincante, una candidatura oficial suya aún no es políticamente viable. El propio Galán lo sabe, y es de suponer que todas sus decisiones políticas están supeditadas a esta realidad. Los observadores parecen estar de acuerdo sobre un hecho. Haber dividido el partido liberal la primera vez que lo convirtió en una figura política nacional de la noche a la mañana, y fue la base de lo que hoy es su considerable fuerza política que bien podría llevarlo a la presidencia de la República. Pero también coinciden en que estas posibilidades podrían llegar a desaparecer si lo divide por segunda vez.El elemento fundamental en la fuerza de Galán es su imagen de hombre limpio y de métodos honestos, y su compromiso de moralizar el panorama político del país. Sin embargo ésta, que ha sido su principal bandera, ha quedado un tanto estropeada por las acusaciones precisamente de procedimientos inmorales que les han sido hechas a varios de los integrantes de su movimiento, sin que aún hayan sido aclaradas.En términos ideológicos, Galán ha derivado su prestigio de mostrarse como el polo opuesto del oficialismo liberal. Sus seguidores lo ven como una figura renovadora y refrescante mientras que al oficialismo lo perciben como un sistema anquilosado, obsoleto y mandado a recoger. Sin embargo, esta ventaja es estrictamente de imagen, pues en realidad no existen grandes diferencias ideológicas entre los dos movimientos. Es probable que no haya una sola propuesta de la plataforma galanista que pudiera ser rechazada en una convención oficialista. Aun cuando no existe prácticamente ninguna diferencia en este campo el prestigio del Nuevo Liberalismo parece estar basado en la percepción que tiene la opinión pública de que sí la hay. Esto explica el que Galán no tenga interés inmediato en llegar a la unión del partido. Esta lo absorbería y le quitaría el brillo propio que tiene como sangre renovadora y lo convertiría en un general más de los muchos con los que cuenta el liberalismo.La gran disyuntiva ante la cual ha quedado colocado el jefe del Nuevo Liberalismo es caso insoluble: no puede dividir al partido pero por ahora tampoco puede unirse. La unión del liberalismo depende entonces de que el oficialismo le proporcione una salida decorosa a Galán, en la que sin ceder en cuestiones de principios, le justifique no lanzar su candidatura -o eventualmente retirarla--.BARCO: LA RENTABILIDAD DEL SILENCIOLa principal ventaja de Virgilio Barco es que su candidatura podría llegar a ser la salida digna que necesitan Galán . A pesar de una trayectoria de cerca de 40 años en el oficialismo liberal, su imágen de hombre independiente, pulcro y no clientelista, satisface las aspiraciones del electorado del Nuevo Liberalismo.Hace un año nadie daba por la carrera política de Barco. Su ambivalente actitud ante la convención de Medellín, donde ni apoyó la candidatura oficial, ni insistió con la de él, lo expuso a crítica por parte de ambos sectores. El oficialismo lo acusó de falta de lealtad, y sus seguidores de falta de pantalones. Como si esto fuera poco su posición permitió el surgimiento del galanismo, que canalizó hacia una figura más carismática y más joven todo un electorado independiente que antes simpatizaba con él.Sin embargo, los imprevisibles avatares de la política han hecho que él, sin mover un dedo, se haya visto convertido en la primera opción para 1986.En este momento Barco ganaría cualquier convención, y dado el casa de que se retirara Galán, también ganaría una consulta popular. Hasta ahora no se ha producido una encuesta en la que Barco pudiera perder una elección presidencial ante un candidato conservador.Cuenta además con el respaldo de la mayoría de los ex presidentes. Alberto Lleras ha sido su patrocinador desde que lo nombró ministro en su administración. Carlos Lleras, aunque supuestamente tiene como primeras opciones a Otto Morales y a Agudelo Villa, le daría su beneplácito a su eventual candidatura. Y como dato curioso, no obstante ser Durán Dussan uno de los competidores, parte importante de la plana mayor del turbayismo se está alineando con Barco. Grandes electores, particularmente de la Costa donde Barco no cuenta con caudal, están movilizándose discretamente hacia él. Entre estos están los de José Name Terán, Marún Gossaín, José Guerra Tulena y Pedro Martín Leyes. A estos se suman otros dirigentes tradicionales del liberalismo, cercanos a Turbay, como Diego Uribe Vargas, Hernando Turbay, Guillermo Plazas Alcid y Abelardo Forero, quienes le han expresado diversos grados de simpatía.Las encuestas indican que en general la opinión pública lo percibe como un administrador competente y un ejecutivo dinámico que, no obstante las deficiencias que se le atribuyen como candidato, sería un buen presidente. Los políticos profesionales, por su parte, lo ven desde un ángulo diferente. Para ellos, lo importante de Barco no es que sea bueno, sino que puede ganar. Y opinan que en las circunstancias actuales ganar es más importante que ser bueno. Sin embargo la posición de Barco es vulnerable. Su prestigio radica principalmente en la memoria de una excelente alcaldía en la administración Lleras Restrepo, acompañado de la buena prensa de la cual ha gozado desde entonces. Pero su habilidad para manejar situaciones políticas difíciles, sus dotes de liderazgo y su capacidad de comunicación con las masas, están en tela de juicio.Su estrategia también conlleva grandes riesgos. Es la misma que en 1982, y consiste en esperar pasivamente a que los eventos conduzcan hacia él. Hasta ahora parece funcionarle y lo ha colocado de puntero de la carrera presidencial. Pero faltan aún tres años, y sus excesos de prudencia comienzan a despertar signos de inconformismo entre sus seguidores. Quien parece haber definido más graficamente esta situación es el ex presidente Carlos Andrés Pérez de Venezuela, observador de la política colombiana, quien manifestó recientemente que "Barco quiere ser presidente sin ser candidato". Su carta fuerte consiste en que Durán Dussan y Galán se neutralicen en las elecciones de mitaca y quede su nombre como única alternativa. Por ésto no encabezará lista en estas elecciones, no obstane que Durán Dussan lo desafió a acepar el resultado de las mismas como fórmula para dirimir el conflicto de la candidatura.DURAN DUSSAN: HOMBRE CON GANASSi la estrategia de Barco es la rentabilidad del silencio, la de Durán Dussan es diametralmente opuesta. Tiene ganas de ser presidente y no lo oculta. Al igual que mahoma y a diferencia de Barco, Durán sabe que tendrá que ir a la montaña pues la montaña o vendrá hacia él. Esta estrategia lo pone a riesgos considerables. Con su decisión de enfrentarse a Galán en las elecciones de Mitaca corría el peligro de ser liquidado por quien es considerado el amo y señor de la capital. Sin embargo los últimos acontecimientos parecen demostrar que esta eventualidad no es tan probable como en un comienzo se pensó. La última encuesta de Consumer realizada en Bogotá le da a Galán un rating de popularidad del 76% frente a un 63% de Durán. El margen, aun cuando no insignificante, no representa una barrida. Por otro lado la encuesta fue hecha antes del caso Lara, cuyas repercusiones electorales sobre el Nuevo Liberalismo son aún una incógnita.Al igual que Barco, Durán es un hombre hecho por una alcaldia. No obstante haber desempeñado las posiciones más importantes del país incluyendo los ministerios de Hacienda, Minas y Educación, y de haber sido embajador en París, el 7 de agosto de 1978 no era más que un jefe político regional. Todo esto cambió durante sus cuatro años de alcalde de Bogotá, en la administración Turbay. Se proyectó como un eficaz administrador capaz de inspirar a sus colaboradores.Otro elemento a su favor sería que contaría con el apoyo del ex presidente López, y tambien del ex presidente Turbay, quien mantendrá sus opciones abiertas entre Barco y él hasta el final. Tendrá que contar sin embargo con la oposición de Lleras Restrepo, quien seguramente considera esta candidatura como una prolongación del clientelismo que ha venido combatiendo.El talón de Aquiles de su candidadatura es esta asociación con el clientelismo. Durán Dussan, a pesar de su gestión en la alcaldía, no ha logrado erradicar del todo la imagen del prototipo de político tradicional contra la cual se rebela un electorado independiente cada vez mayor. Es visto en algunos sectores más como un candidato de la maquinaria, que de la unión, y existen dudas sobre si la maquinaria podrá ganar las elecciones.Al contrario de Barco, quien tiene el apoyo unánime de la gran prensa, el ex alcalde cuenta ya con la oposición de "El Espectador"--como se deduce del editorial sobre el Foro de Sochagota- y con la indiferencia de "El Tiempo". Aún cuando seguramente el diario de los Santos no cometerá el error estratégico que cometió en las últimas elecciones de apoyar prematuramente a Barco, es probable que siga mostrando predilecciones por este candidato.Estas limitaciones hacen que aún cuando Durán esté ganando rápidamente terreno dentro del liberalismo, su dimensión aún no es la de un seguro triunfador a nivel nacional.Aunque no ha transcurrido sino un año del gobierno nacional de Belisario Betancur, ya se puede anticipar que la presidencia de la República para 1986 quedará en manos de uno de estos cuatro nombres: Gómez, Pastrana, Barco o Durán. En todo caso la largada ya se dió, y la carrera ha comenzado. -¿QUE PASO EN SOCHAGOTA? No se le auguraban impactantes resultados. Desde que el galanismo meses antes, había hecho pública su negativa de asistir al evento, nadie guardaba esperanzas de que, el Foro de Sochagota pudiera funcionar realmente con una fórmula de unión. El mejor de los casos congregaría al oficialismo en torno a unas tesis programáticas. Suponer que sin la presencia del galanismo, el Foro constituiría la primera piedra de la unión liberal, habría sido semejante a esperar que surgieran grandes conclusiones en materia de desarme de conversaciones sostenidas entre EE.UU. y alguno de sus aliados europeos, sin ninguna participación de la URSS.Desde el comienzo hubo nubes negras sobre el horizonte de Sochagota. Para comenzar la circunstancia de que la organización del evento hubiera surgido de una iniciativa de Hernando Agudelo Villa, quien había tenido un enfrentamiento político reciente con Luis Carlos Galán, descartaba de entrada la participación del Nuevo Liberalismo. A algunos turbayistas tampoco les inspiró inicialmente confianza la propuesta de Agudelo, en especial a los integrantes de la llamada "linea Consigna", de manera que como una fórmula para salvar la iniciativa se acordó entonces que la asistencia al Foro sería el título personal y no institucional. Esto provocó problemas en otros flancos. El Instituto de Estudios Liberales, por ejemplo, que hasta el momento era el único sector que se había manifestado partidario incondicional del proyectado Foro,consideró que una participación a título personal podría convertir el encuentro en un acto de exaltación personalista y no de definición ideológica. Y cuando incluso Hernando Durán manifestó su desacuerdo retirándose de la comisión organizadora del evento, se temió lo peor: una división en el oficialismo, que era el único sector que convivía armónicamente en el seno del liberalismo.Evidentemente resultaba un contrasentido que el Foro de Sochagota, planeado con un ánimo conciliatorio, terminara ahondando la división, de manera que el comité organizador consideró prudente nombrar como presidente a alguien que pudiera "desagudelizarlo", y disipar de esta forma los temores de que el evento fuera utilizado por algunos de sus organizadores para hacerse publicidad.Por este motivo el nombramiento de ex ministro Enrique Vargas Ramírez, que fue visto con buenos ojos por la mayoría de los sectores liberales pareció darle nuevas esperanzas al Foro. En pocos días había logrado mejorar las relaciones con la Comisión Política Central, y particularmente revivir el interés de figuras claves del oficialismo como Bernardo Guerra Serna y José Name Terán quienes, aunque públicamente apoyaban el evento, en privado no habían logrado ocultar su escepticismo. Incluso el "grupo Consigna" reconsideró su posición frente al evento, aceptando la posibilidad de su conveniencia. De manera que, salvo el galanismo, por las razones expuestas, y el santofimismo, que tampoco se había mostrado desde un comienzo partidario de cooperar, el foro se inició finalmente con la asistencia del grueso del oficialismo. Dotado de una cuidadosa organización que impresionó a los presentes y permitió que más de 500 liberales se congregaran en medio de un ambiente optimista se organizaron 6 comisiones con el propósito de estudiar las 30 ponencias presentadas. Una de las comisiones que más público congregó fue, obviamente, la que se centró en el área de la política y la administración. De ella surgieron conclusiones como el rechazo a los auxilios parlamentarios y la conveniencia de abolir el parágrafo del artículos 120 de la Constitución que consagra la participación del partido perdedor en el gobierno. Igualmente se manifestaron los integrantes de esta comisión en contra de la financiación estatal de los partidos y a favor, en cambio, de la de las campañas. Se votó afirmativamente la separación entre la Iglesia y el Estado y la obligatoriedad del matrimonio civil, y como conclusión final en la plenaria del Foro se acogió la propuesta de que el partido liberal debe, en términos generales, desplazarse varios grados hacia la izquierda, si desea convertirse nuevamente en una atractiva alternativa electoral. Pero independientemente de estos programas, que no parecieron causar mayor impacto una vez divulgados a la opinión pública, pero que de todas maneras serán llevados como material de trabajo al congreso ideológico del partido el próximo diciembre, los resultados del Foro se midieron más con base en personalidades que en el análisis de temas. La estrella sin duda alguna fue el ex ministro Enrique Vargas Ramírez, cuyo manejo sobrio y eficaz fue unánimemente reconocido y garantizó en gran parte el éxito, de la reunión. Figuras como Abelardo Forero Benavides y Alvaro Uribe Rueda tuvieron una discreta participación, limitándose al intento de institucionalizar con su presencia las conclusiones del evento. Agudelo Villa y Fabio Lozano Simonelli (otro de los que se había señalado como figura central del Foro), se limitaron igualmente a leer un par de discursos, sin canalizar de ninguna manera la atención de los presentes. Pero entre este último y la ex contralora de Bogotá Clara López Obregón se produjo un cordial enfrentamiento, cuando ella reaccionó categóricamente en contra de la propuesta de Lozano de convertir al liberalismo en un movimiento nacional para copiar la exitosa táctica de Belisario, advirtiéndole que el partido no debería buscar disfraces sino presentarse con la cara limpia a la próxima contienda electoral.El debut sin duda alguna, corrió a cargo dé Julio César Turbay Quintero, cuya activa participación fue interpretada como prueba de sus ambiciones proselitistas. Su ponencia, sobre la creación de un centro de sistematización e informática liberal, no obstante su carácter tecnológico ajeno al contexto ideológico del encuentro, fue bien recibida.Otro de los debutantes fue el joven ex alcalde de Medellín Alvaro Uribe Vélez cuyas tesis consideradas radicáles dentro del liberalismo de centro que congregó a los participantes del Foro, no lograron causar impacto lo suficientemente poderoso como para que alguna de ellas fuera tenida en cuenta en las recomendaciones finales, salvo en lo que respecta a la aspiración de que el liberalismo se desplace hacia la izquierda.El desarrollo del evento se registró de manera cortés pero no apasionada por la prensa nacional. Y aunque simultáneamente "El Tiempo" y ¡"El Espectador" dedica-en el mismo día editoriales que ensalzaban los resultados del Foro, el tono de los mismos no dejaba entrever sino un limitado optimismo ante una reunión cordial y una demostración de disciplina partidista. El oficialismo del liberalismo se había fortalecido con el Foro de Sochagota, pero para llegar a la unión todavía faltaba mucho trecho.