780 días permanecieron cerradas las puertas del palacio del colesterol en Bogotá. El tradicional lugar ubicado junto al estadio Nemesio Camacho El Campín es punto de encuentro obligado en cada partido de Millonarios o Santa Fe cuando juegan de locales.

Allí sus hinchas, además de departir alrededor de una picada, un cuchuco o cualquier delicia de la fritanga, apoyan a más de 25 familias que han tenido que luchar para enfrentar no sólo las afectaciones de la pandemia sino también los desacuerdos con el IDRD por el contrato exigido desde la administración de Blanca Durán.

“A ella no le gusta la fritanga ni el fútbol”, asegura Carlos Parra, vocero de los venteros en el palacio del colesterol.

Tras su regreso la administración municipal permitió habilitar 11 módulos de comidas, tres fogones, un baño y una bodega. Entre los acuerdos para volver a trabajar se exige a los venteros de este lugar un aporte económico de $53.850 por día trabajado.

Sin embargo, la crisis se agudiza con una deuda que asumieron los mismos comerciantes para los arreglos locativos y que ascendió a los $12 millones.

“Tuvimos que readecuar las instalaciones. Nos dieron el permiso, pero nos entregaron el sitio totalmente destruido”, confirmó Carlos Parra.

Dentro de la instalación de ventas de comida, hay una vivienda en la que se alojaba el administrador. Edward Rubiano es la tercera generación que habitaba el lugar junto a su esposa y su hija de 8 años. Todos se encargaban de cuidar el sitio, asearlo y mantenerlo de la mejor manera para los comensales.

Sin embargo, la orden del Instituto de recreación y deportes fue desalojar la casa para permitir la labor de los vendedores del palacio.

“Solicitan el sitio como tal, no puede haber vivienda en este espacio. Esperamos soluciones muy prontas”, confirmó Edward a SEMANA. El contrato de seguridad lo tiene hoy una empresa privada cuyo valor supera los $5 millones.

Aunque la idea era sólo abrir el tradicional lugar de las delicias mientras duraba el torneo colombiano, en la última reunión se determinó que permanezca hasta el 31 de diciembre.

“Lo que nos preguntamos es que va a pasar después. Queremos que nos garanticen que seguiremos trabajando y no que vamos a sufrir por sacar adelante a nuestras familias”, dijo Carlos Parra.

Otra de las peticiones que hacen los encargados de preparar las delicias de este palacio es que el Ministerio de Cultura o el Instituto de Patrimonio reconozcan el lugar al lado del estadio capitalino como un Patrimonio Cultural de Bogotá tras 60 años de labor.

“La declaratoria de un bien material como de interés cultural es el acto administrativo mediante el cual, las autoridades competentes, determinan que un bien o manifestación del patrimonio cultural de la Nación queda cobijado por el Régimen Especial de Protección contemplado en la Ley. Para declarar un bien de interés cultural del ámbito nacional éste debe contener todos o algunos de valores de orden histórico, estético o simbólico, los cuales contendrán los criterios de valoración que se basan en la antigüedad, autenticidad, constitución, forma, estado de conservación, contexto ambiental, contexto urbano, contexto físico, representatividad y contextualización sociocultural del mismo”, dice oficialmente el Ministerio de Cultura.