Cuando Óscar Iván Zuluaga le explicó a su consejero, el sacerdote Arturo Uría, el viacrucis que estaba atravesando, le aseguró algo que hoy parece la más grande de las ironías: “Le dije, padre, aquí hay un secreto que hemos tenido con una persona, pues con Daniel (García Arizabaleta) y con mi hijo (David) es como un secreto de sangre”.

Zuluaga, para esa época, sabía que su suerte estaba ligada a la de Daniel García Arizabaleta, el exdirector de Invías, conocido en el país por haber confesado que recibió pagos por 350 millones de pesos de Odebrecht, ya que trabajó para la multinacional del soborno. Él era el único, aparte de Zuluaga y su hijo, que sabía de los millonarios aportes de Odebrecht a la campaña y había sido el enlace con los brasileños. Incluso, había sido el mismo García Arizabaleta el que llevó a los directivos de esa multinacional a la casa del entonces candidato del Centro Democrático.

Para Óscar Iván Zuluaga, el gran miedo de este proceso era su familia. | Foto: Guillermo Torres / Publicaciones Semana

Zuluaga, ya derrotado por Juan Manuel Santos, asustado porque el proceso judicial por este escándalo tomaba ritmos vertiginosos en América Latina y pasos más lentos en Colombia, buscaba a este amigo con el que tenía un “secreto de sangre” y le abría su corazón.

Mientras tanto, García Arizabaleta aseguraba la prueba reina que se convirtió en su seguro de vida. El exfuncionario decidió grabar a Zuluaga y en enero de este año le ofreció esas conversaciones y su testimonio a la Fiscalía a cambio de un principio de oportunidad, que finalmente se materializó en mayo pasado.

Nada podía anticipar en este momento para Zuluaga que su confidente sería su mayor verdugo ante la justicia. Por el contrario, el excandidato le hablaba con familiaridad y cariño.

Daniel García Arizabaleta aseguró la prueba reina que se convirtió en su seguro de vida frente a Óscar Iván Zuluaga. | Foto: Revista Semana

“Uno tiene que protegerse”

En una conversación, Zuluaga le contó cómo el padre Arturo Uría, luego de oírlo, le había hecho una recomendación que quería que García Arizabaleta también escuchara. “Le dije: padre, yo lo sabía, esto ocurrió así, yo quiero que me diga qué debo hacer, desde la luz, yo soy un hombre de fe”. El sacerdote le respondió algo sorprendente: “Me dijo: uno tiene que protegerse a sí mismo ante la maldad de los demás. A usted nada lo obliga a no protegerse, a usted y a su familia. Incluso, me lo dijo... usted no tiene por qué inmolarse”.

Para Zuluaga, el gran miedo de este proceso era su familia; concretamente, su hijo David. El curtido político había tomado una decisión audaz: nombrarlo gerente de la campaña, un cargo que suelen ocupar viejos zorros de la política. David tenía apenas 24 años, pero el país político lo conocía por ser una especie de mente brillante, lleno de carisma, que para entonces tenía ya un puesto asegurado en las mejores universidades de Estados Unidos.

David Zuluaga, de Óscar Iván Zuluaga.

Este voto de confianza de su padre lo puso en la posición más vulnerable jurídicamente de una campaña política. Como gerente, David ya había sido llamado para responder por el escándalo del hacker, y ahora los pagos al publicista Duda Mendonça lo tenían de nuevo contra la pared.

Era tanta la angustia de Óscar Iván por su hijo que a García Arizabaleta le contó una escena impactante. Agobiado por el escándalo, Zuluaga buscó al expresidente Álvaro Uribe y le dijo: “Si yo tengo que decir que hice y aceptar cosas que no hice, lo voy a hacer para salvar a mi hijo. Quiero que lo tenga usted muy claro, para mí no hay ninguna prioridad más grande que salvar a mi hijo y quiero que usted lo tenga presente. Lo que tenga que hacer y lo que tenga que decir. Esta es mi prioridad”. Tanto a Zuluaga como al exmandatario, que tenía un cariño especial por David, se les habían encharcado los ojos de lágrimas.

Al final, la historia pasó al contrario de lo que Zuluaga planeó con el sacerdote. Daniel García Arizabaleta lo contó todo y el secreto de sangre se rompió.