La pandemia está rompiendo el tejido empresarial con una crisis sin precedentes. La Cepal estima que desaparecerán 2 millones de empresas en la región, lo que llevará el desempleo a niveles históricos. Arrasará, como un tsunami, cientos de estructuras sectoriales, y las que sobrevivan quedarán maltrechas y golpeadas. Los empresarios hacen ingentes esfuerzos por sobrevivir y mantener a flote sus compañías y los empleos que generan, en un mercado deprimido y sumido en la incertidumbre. Hoy por hoy, subsistir es la mayor preocupación para estos empresarios, pero otras están rondando. En efecto, la relación de confianza con los ciudadanos, a su vez sus clientes y consumidores, se viene agrietando. Un reciente documento de Reconciliación Colombia, la Fundación Ideas para la Paz, USAID y ACDI/VOCA, titulado ‘Liderazgo empresarial en tiempos de crisis’, advierte que parece quebrarse la favorabilidad histórica de la opinión pública con respecto al sector privado. El estudio recoge las cifras y datos de algunos análisis recientes que muestran que también aumenta la pérdida de confianza en el sector empresarial, en otras instituciones y en el propio modelo económico. En Colombia, el 58 por ciento de las personas sienten que el capitalismo hace hoy más daño que bien, y el 82 por ciento lo percibe como injusto, según un análisis del Barómetro de Confianza de Edelman de este año. Por su parte, el programa Alianzas para la Reconciliación, de USAID Y ACDI/ VOCA, publicó recientemente los resultados de la segunda medición de su Barómetro de la Reconciliación, en el que indicó que el 83 por ciento de los encuestados confían poco o nada en los empresarios del país. “Atrás quedaron los tiempos en los que se creía que el éxito de las empresas se medía solo y, principalmente, por medio de las ganancias. El mundo de hoy tiene nuevos consensos en torno al cuidado del medioambiente, al relacionamiento con las comunidades, al bienestar de los colaboradores y al desarrollo económico, por señalar solo los principales”, advierte el informe.

De hecho, los mercados miran con mejores ojos a las empresas que contribuyen y cuidan sus entornos, y generan bienestar. Un análisis de Edelman establece que el 64 por ciento de los compradores eligen marcas según su postura frente a las problemáticas sociales. Esta tendencia crece y adquiere nuevas dinámicas, lo que exige un papel más protagónico de las firmas en su compromiso ético y en el liderazgo de los empresarios. Tanto es así que en el análisis de Edelman sobresale una cifra: 76 por ciento de los encuestados en el mundo considera que los presidentes de las compañías deben tomar el liderazgo para afrontar las problemáticas y desafíos sociales. La protesta social que estalló el año pasado en varias partes del mundo exacerbó el discurso antiempresa. Sobre todo en sociedades con altos niveles de desigualdad, concentración de la riqueza, limitadas oportunidades y la vulnerabilidad de una clase media que, aunque creciente, no ha logrado consolidarse y está amenazada. Tras las protestas que pusieron en jaque a las democracias, llegó la pandemia y evidenció aún más esas vulnerabilidades sociales y económicas. La parálisis de gran parte del aparato productivo, los aislamientos obligatorios y la incertidumbre cambiaron el panorama. La amenaza de retroceder décadas en los logros alcanzados contra la pobreza y volver a escenarios de hace 20 años con desempleo superior a 20 por ciento volvieron a poner sobre la mesa el papel de los empresarios en la sociedad. En ese escenario, ¿qué tan profunda es la fractura en la confianza con los empresarios? Reconciliación Colombia y el Centro Nacional de Consultoría realizaron una encuesta de percepciones ciudadanas sobre compañías y empresarios. De los resultados se desprenden dos dimensiones. Una muestra que los colombianos mantienen, en general, una imagen positiva del sector privado. Al 64 por ciento de los encuestados les gustaría ser empresarios; el 55 por ciento piensa que a ellos “les toca un trabajo muy duro”, y el 74 por ciento considera que su labor en la fase posterior al acuerdo de paz es importante o muy importante.

Jimena Niño Directora de alianzas de USAID y ACDI/VOCA - MAURICIO REINA Investigador asociado de Fedesarrollo - Sergio Guarín Director de Reconciliación Colombia Pero la otra es más crítica. El 78 por ciento de los encuestados dicen que en el mundo empresarial hay mucha corrupción; solo el 39 por ciento piensa que los empresarios han ayudado a promover la paz y superar la violencia, y casi la mitad asegura que los empresarios suelen incumplir las normas. Tampoco ven con buenos ojos el matrimonio de empresarios y políticos, y el 63 por ciento dice que están aliados en la defensa de sus intereses. El 47 por ciento cree que el Estado favorece a los empresarios, y apenas el 14 por ciento piensa que el Estado debería generar estímulos para que las compañías estén mejor. Frente a la posibilidad de contar con los empresarios en las crisis y emergencias, solo una tercera parte contestó afirmativamente, y en los adultos entre 25 y 45 años la cifra baja a 25 por ciento. Eso contrasta con el reconocimiento al aporte que los empresarios han entregado a causas sociales, deportivas o culturales, que alcanza el 51 por ciento. Este claroscuro tiene explicaciones. Como advirtió el economista Mauricio Reina en un foro virtual, las causas de esta percepción hacia los empresarios tienen que ver con el cambio del entorno económico. Hasta 2014, el país traía un crecimiento sostenido, avanzaba en reducir la pobreza, mejoraba en la distribución del ingreso y aumentaba la clase media. Pero llegaron las épocas de las vacas flacas. “Caímos en una trampa de bajo crecimiento y se erosionó la clase media. Y esto se va a exacerbar por cuenta de la pandemia”, aseguró. El coronavirus y sus efectos desnudaron los principales problemas del país y seguramente los ahondarán. Crecerán el desempleo y la pobreza, y también la informalidad, la desigualdad y la concentración de la riqueza. Según escribió Mauricio Cabrera en un artículo para Dinero, quedaron en evidencia las falencias del modelo económico “obsesionado con el aumento del PIB que ha descuidado la equidad y la sostenibilidad del crecimiento”. Por su parte, Jimena Niño, directora del programa de alianzas para la reconciliación de USAID y ACDI/VOCA, considera que el valor no está solo en las ganancias, sino en la inclusión, el medioambiente, el desarrollo de un capitalismo consciente “para pensar en un propósito más grande que incluya a los actores de la cadena de valor”.

Sin duda, los casos de corrupción, como Odebrecht, o las contrataciones públicas en procesos poco transparentes con compañías que apoyaron campañas políticas han causado mella en la imagen del sector empresarial. Pero también es cierto que la gran mayoría de las empresas trabajan para alcanzar un mayor desarrollo, apoyan el crecimiento regional, pagan impuestos y son el vehículo de la formalización del empleo. Todo ello en un mercado en el que las mipymes componen más del 90 por ciento del tejido empresarial. Sin embargo, no es suficiente. Habrá que reconstruir la confianza de los ciudadanos en sus empresarios y avanzar en modelos inclusivos de desarrollo y crecimiento, más allá de mejorar la comunicación sobre el impacto favorable que tienen en su entorno. En especial ahora cuando los discursos populistas tienen, en medio de esta crisis, el terreno abonado para atacar la institucionalidad. Incluso, a pesar de que los países que han ido contra la empresa privada hoy están peor que Colombia. En el corto plazo, dice Reina, vienen dos pruebas de fuego. Una, las reformas que tendrá que abordar el Gobierno, como la laboral, la tributaria y la pensional, que cimentarán el futuro para el crecimiento, la generación de empleo y la equidad. “Si no buscan eso, nos fregamos. Hay una tendencia populista y demagógica que me preocupa para sacar esas reformas, en especial la tributaria. Y los empresarios tienen que jugar un rol ahí”. Y la otra viene con las elecciones, pues, si sigue un alto nivel de desempleo y de deterioro del ingreso, “esto se puede ir por la vía más populista del mundo, de izquierda o de derecha”. El sector privado será protagónico en el proceso de reactivar la economía, pero con ajustes en el norte empresarial. Es claro que de allí vendrán la recuperación laboral, gran parte de los recursos de impuestos, la transformación del aparato productivo y el desarrollo de proyectos que le den competitividad y productividad al país, todo ello para generar bienestar. Si no es con las empresas, ¿con quién?