"Yo estaba más preparado para morir que para vivir", así recuerda la crueldad del secuestro el excongresista Luis Eladio Pérez, quien fue privado de su libertad por las Farc por siete años y que ahora habla ante la Jurisdicción Especial para la Paz. Este lunes la Sala de Reconocimiento de Verdad, de Responsabilidad y de Determinación de los Hechos y Conductas de la JEP inició la recepción de informes orales y escritos de las víctimas de las Farc que fueron secuestradas por este grupo armado. Los primeros en contar su dolorosa historia son Luis Eladio Pérez y Óscar Tulio Lizcano. La palabra como refugio Óscar Tulio Lizcano se fugó, llevaba nueve años de secuestro –desde el 2000- y no aguantaba más. Se aventuró a caminar selva abajo con un comandante que estaba hecho “una piltrafa humana”, es decir, estaba tan mal como él. En libertad decidió dedicarse a estudiar filosofía para entender. “Porque comprender es perdonar, mientras uno comprenda las causas, no todas justificables, uno empieza a perdonar”, dijo ante los magistrados. Lizcano sufrió la soledad. Estaba aislado, no había más secuestrados con él, y solo los comandantes podían hablarle. En medio del dolor encontró alivio en algunos momentos. Sus carceleros le dieron un radio en el que podía escuchar los mensajes de su esposa y sus alumnos: “Maestro no se deje morir. ¡Luche, luche!”. Antes del cautiverio Lizcano no escribía poesía, pero en la soledad encontró refugio en la palabra. “Cuando estaba en los momentos más angustiosos sacaba poemas de Borges, de Miguel Hernández. Cuando las marchas eran forzadas arrancaba las hojas de los libros y las metía en una bolsa de plástico para que no se dañaran porque la humedad era muy fuerte”, cuenta con serenidad. Sigue, pues, sigue cuchillo,volando, hiriendo. Algún díase pondrá el tiempo amarillosobre mi fotografía. Ese poema de Miguel Hernández le daba fuerza, lo recitaba de memoria y seguía la marcha que duró nueve largos años. En su andar en la selva recuerda como uno de los actos más crueles de los guerrilleros el desprecio. Una noche, cuando ya estaba perdiendo la voz porque no hablaba con nadie, se le ocurrió darle clases a los árboles, escribió en hojas el nombre de sus alumnos. Escuchaba los programas de historia de Diana Uribe y los replicaba, pero un día uno de los carceleros le dijo: “¿Usted cree cucho que acá vamos a comer de locos?”, y no lo dejó seguir dictando sus clases. “Aprendí que lo más duro de los carceleros es el desprecio, uno olvida el odio pero no el desprecio”, cuenta Lizcano. Puede leer: Si no se garantiza la reintegración, el proceso puede quedar sin oxígeno: Patricia Linares "A mí nunca me encadenaron, trataron de amarrarme, pero yo tenía problemas de próstata y tenía que salir a orinar y pedía permiso cada rato al guardia, quien tenía que decirle al comandante, y cuando ya venía la orden ya me había orinado en los pantalones", dijo Lizcano cuando los magistrados le preguntaron por las condiciones del trato en el cautiverio. Pero también aprendió sobre el perdón. Recuerda que había un guerrillero al que le decían Comidita, era un muchacho moreno de 14 años que cargaba un fusil AK47 más grande que él, lo arrastraba por el piso. Le decían Comidita porque en las marchas se comía el arroz crudo, las lentejas y el aceite, así que como castigo lo ponían a cargar lo más pesado. “Él se quedaba agotado, entonces yo le daba la mano y por eso lo regañaban. Una vez en un campamento lo vi amarrado y me dio mucho miedo. Luego intentó fugarse, lo cogieron y lo degollaron. Me conmovió porque en medio del hambre, él cogía guamas y me las daba sabiendo que por eso lo castigarían”, ahí nació la idea del perdón, cuenta el maestro. Para Lizcano el perdón lo dan las víctimas individualmente, pero esto no quiere decir que no se requiera justicia ni que haya impunidad. Pero más allá de las condenas, lo que espera es que se reparen a las víctimas, sobre todo a aquellas que no tuvieron como él la posibilidad de una vida mejor. “Los que estuvimos por canje hemos tenido oportunidades de estudiar por ejemplo, pero aquella víctima que está revictimizada por allá en el Putumayo, esa es la víctima que ustedes deben oír. En muchos foros veía a esa gente humilde, a la que le han matado 5 hijos, y el Estado no los ha reparado”, dijo Lizcano, quien cree que la tarea de la JEP es llamar la atención sobre eso y que se sepa la verdad. El dolor de la indiferencia Los siete años que pasó en la selva Luis Eladio se sintió maltratado por las Farc y olvidado por el Estado y la sociedad. “No hubiéramos pasado tantos años secuestrados si hubiera habido voluntad para liberarnos”, cuenta con dolor ante los magistrados de la JEP. Recuerda que la marcha de 2008 en la que miles de colombianos rechazaron el secuestro lo marcó. Hasta ese momento sentía que la sociedad se había olvidado que había personas “pudriéndose en la selva”, pero que escuchar en las noticias que en todas partes del mundo y en Colombia miles salieron a rechazar fue alentador. Consulte: Más dicho que hecho con el acuerdo de paz “Nosotros no podíamos creer que después de 7 años una sociedad que había sido indiferente con nosotros que nos estábamos pudriendo en una selva hiciera una manifestación rechazando el secuestro”, les contó el excongresista a los magistrados. Recuerda que ese momento fue muy importante porque envió un mensaje a la clase política para que hiciera algo para liberarlos. Para él, por los tratos crueles que recibía en medio del secuestro las Farc merecen el calificativo de terroristas. “Son vulgares delincuentes que cometieron actos terroristas disfrazados de intenciones políticas”, aseguró. Luis Eladio cuenta que tras recuperar su libertad ha tenido dificultades para acceder a los beneficios del Estado y reclama que en cambio se le esté dando prioridad a los exguerrilleros. “La Unidad Nacional de Protección nos quitó el carro con un conductor y un escolta porque había que cubrir la seguridad de los victimarios”, reclamó en medio de la diligencia. Estos dos testimonios son solo el principio, la JEP escuchará a 30 víctimas de secuestro con fines de canje en lo que resta de año en el marco del caso 001, por el cual 31 antiguos miembros del Estado Mayor de las Farc son comparecientes.