1. Protestas por clamor de cambio De las urnas a las calles. Más que una causa en particular, fueron múltiples las razones que motivaron la protesta. Desde las anunciadas reformas laboral y pensional hasta el reclamo de los estudiantes para que no se afecten los recursos destinados a la educación, pasando por la paz y la seguridad para los líderes sociales. Lo que se vio fue un grito para el Gobierno de Iván Duque, que afronta esta inédita presión social cuando lleva apenas 15 meses de mandato.

2. El Gobierno debe cambiar la estrategia Si algo ha caracterizado a Iván Duque desde que tomó posesión de su cargo es que quiso darle un giro de 180 grados a la relación con el Congreso, con el fin de erradicar la tóxica relación con los congresistas. Desde la campaña, Duque se puso como meta acabar la mermelada. Es un plan necesario y que ha merecido el aplauso de un amplio sector de la opinión pública. Sin volver a la mermelada, debe fomentarse un diálogo político para que Duque recupere una gobernabilidad que ha venido perdiendo por su falta de interlocución. Con el paro, el Gobierno quedó contra la pared y se requiere un timonazo para mejorar el margen de maniobra frente a los reclamos sociales y la agenda legislativa. En su alocución del viernes, el presidente dio un primer paso significativo al anunciar que pondrá en marcha una “conversación nacional”, región por región, para dialogar con todos los sectores políticos sobre las reformas que necesita el país. Duque debe hacer dicha tarea con el fin de conectarse con los ciudadanos.

3. El cacerolazo fue ciudadano Al final de cada paro, los líderes de la oposición intentan cobrarlos y sacar ventaja, y más cuando muchos quieren anticipar a toda costa las presidenciales de 2022. Al final del paro, es un error que alguien intentara apersonarse de una causa que fue netamente ciudadana. El mejor ejemplo de ello fue el espontáneo y masivo cacerolazo que se vio en Bogotá y otras ciudades del país. Fue un acto sin antecedentes que se convirtió en un poderoso símbolo de descontento social. 4. La violencia se le atravesó a la protesta Una violencia organizada produjo pánico en Bogotá y Cali, dos ciudades que afrontaron toques de queda a raíz de saqueos a viviendas, establecimientos comerciales, y fuertes disturbios y destrozos. Muchos habitantes sintieron un miedo que hace mucho no se experimentaba en las grandes ciudades del país. ¿Quién está detrás de esta violencia? No se trató de los vándalos de siempre, sino que quedó en evidencia que hubo una organización delincuencial sofisticada detrás.

5. Es urgente reforzar la inteligencia Aunque el paro estaba cantado desde hace más de un mes, pocos entienden las imágenes que se vieron en Bogotá y Cali. Los delincuentes, por momentos, tomaron el control de la plaza de Bolívar y de otros puntos en la capital del país. Si las autoridades estaban avisadas de la protesta y había temores de que fuera a la chilena (con violencia, como se vio en las últimos días), es claro que hizo falta más inteligencia y más pie de fuerza para evitar los desmanes, destrozos y saqueos.

6. El paro no acaba El paro es apenas el inicio de un movimiento de presión social con el que tendrá que convivir el Gobierno de Iván Duque. Si no reacciona rápidamente y envía señales claras de apertura para discutir sus reformas, las protestas serán constantes. Le quedará muy difícil al presidente ignorar el efecto político de la jornada del jueves. De ahora en adelante, sus iniciativas serán sometidas al habitual escrutinio y, además, a este movimiento de presión ciudadana de cambio.