Los rostros de las víctimas de la masacre y la crueldad del ELN tras un atentado perpetrado este miércoles 29 de marzo en los límites del noroccidente del departamento de Santander con el departamento de Cesar, son en su mayoría jóvenes soldados nacidos en el Caribe colombiano.
Seis de los nueve muertos, que cumplían misiones de seguridad en el oleoducto Caño Limón - Coveñas y hacían parte del Batallón Especial Energético y Vial N.º 10 (BAEEV10), son nativos precisamente de los departamentos de Cesar, Magdalena y La Guajira.
El ataque se registró según las autoridades hacia las 3:00 de la madrugada y allí instantáneamente murieron los jóvenes soldados que apenas llevaban meses prestando su servicio a la patria.
Los soldados Jaime Manuel Redondo Uriana, Fabio Epinayu Ipuana y José David Pushaina Epieyu eran oriundos de Manaure, La Guajira; el soldado Herzel José Fernández Bonivento era oriundo de Riohacha, también en el departamento de La Guajira, mientras que Kevin Andrés Acevedo Osorio, era oriundo de San Alberto, Cesar, y Rafael David Fallece Jiménez, nacido en Fundación, Magdalena. Todos entre los 19 y los 23 años de edad.
Los otros soldados muertos en el ataque fueron: el cabo segundo Brayan Alberto Gómez Gamboa, del arma de Artillería, con siete años de servicio, oriundo de Palmira, Valle del Cauca; el cabo tercero Juan Mateo Benavides Bohórquez, del arma de Infantería, oriundo de Bogotá, quien tenía un hijo, y el soldado Jhoan David Gómez Gelvez, oriundo de Bucaramanga, Santander.
En el hecho también resultaron heridos el subteniente Carlos Pacheco Pacheco, Álvaro Epieyu Epieyu, Arrieta de Armas, Adolfo Epieyu; Brayan Guerrero López, Gabriel Herrera Orozco, Luis Angarita Muñoz; Joselito Henríquez González y Julio Molina. En donde también hay nativos del Caribe.
Vale precisar que en el sector de Guamalito históricamente se han presentado ataques contra el oleoducto Caño Limón - Coveñas, que han causado graves afectaciones al medio ambiente debido al derrame de crudo y afectaciones contra la misma comunidad.
SEMANA tuvo acceso a las primeras imágenes de los hechos y son demoledoras, por su contenido resultan impublicables, pero el país debe conocer la brutalidad con la que esta guerrilla, que supuestamente está negociando la paz, atacó a ese grupo de forma despiadada y en completa incapacidad de defenderse.
Uno de los videos más fuertes fue grabado por uno de los soldados sobrevivientes del ataque quien, con celular en mano, recorre el devastado lugar donde solo se ven cuerpos tirados en el piso y bañados en sangre. Paso a paso entre la maleza ve a cada uno de sus compañeros.
En ese momento graba a uno de los soldados que aún está con vida y entre quejas y gritos de moribundo trata de moverse, como si de eso dependiera salvar su existencia. Su cuerpo está boca abajo, sin camiseta y con el pantalón del camuflado puesto; la espalda está desnuda y está bañado en sangre. Mientras se queja trata de lograr la misión imposible de levantar la mirada.
El soldado que graba con la voz entrecortada le da ánimo: “Carroloco, no te vayas, marica, que de esa salimos, no te muevas, no te muevas, no te muevas, quédate quieto, no respires así”. Enseguida viene una imagen desgarradora. Al lado del cuerpo del soldado moribundo, apenas a unos cuatro pasos, hay otro militar, muy joven, su rostro es el de apenas un niño, pero él sí está muerto. La parte de atrás de su cabeza está destrozada.
La muerte de este joven, por la brutalidad de la herida, debió ser en el instante, lo sorprendió dormido, tirado en su catre improvisado, hecho con tela verde militar y amarrado con ramas a su lado al estilo de una camilla.
El soldado sigue caminando por la apocalíptica escena, en su recorrido no se ven más que cuerpos sin vida, tirados en el piso, jóvenes que apenas superan la mayoría de edad. Al acercarse a cada cuerpo trata de verificar si aún tienen signos vitales y los llama por su apellido esperando la milagrosa respuesta que nunca llega. En ocasiones, ni los llama ni los nombra, pues a simple vista se nota que están muertos.
Los cadáveres están seguidos, uno tras otro, solo hay unos pasos de distancia entre ellos. Algunos están bocarriba, con los ojos abiertos y su cara desencajada. Todos tiene los camuflados maltrechos, rotos y bañados en sangre. La imagen de uno de ellos es aterradora, resume el caos del lugar, está tirado en el piso, aunque ya falleció tiene cara y ojos de dolor.
Su cara de dolor es un reflejo del macabro ataque, que al haber sido realizado con tatucos, la explosión no tiene nada de control, en su cuerpo se ven las esquirlas y un palo que le atravesó el pecho y seguramente fue el que le ocasionó la muerte instantánea. Es otro joven que tiene un naciente bigote de quien apenas entró a la adultez, y su vida le fue arrebatada en este ataque.