No hay antecedentes recientes de una selección Colombia que haya disputado el duelo de eliminatoria a un mundial bajo la más absoluta indiferencia. El jueves 3 de junio, ni un solo transeúnte se veía por las calles del centro de Bogotá con la camiseta puesta, como era lo habitual en los días de partido. El triunfo ante Perú, en Lima, ni siquiera pudo enderezar esta vez las banderas tricolores que desde hace un mes cuelgan al revés en ventanas y perfiles de redes sociales.
Peor aún. La indiferencia se mantuvo, incluso, cuando el rival que la selección tuvo en frente fue Argentina, quizás, el adversario en el continente que más despierta el orgullo nacional. Esta vez, para colmo, medio país se puso a favor de los gauchos y deseó que derrotaran a la Tricolor. Todo, porque, en un mes tan turbulento como el que ha vivido el país, el fútbol también fue víctima de iras y reproches, como los que cayeron sobre los hombros de los jugadores por el solo hecho de cumplir con su profesión: ponerse la camiseta y defender los colores de la bandera. Sin embargo, miles de colombianos consideraban que el deber de los futbolistas era negarse a jugar en protesta contra el Gobierno y en solidaridad con las víctimas del paro.
Por eso, quienes quisieron salpicar el fútbol con política hasta incurrieron en la incoherencia de ponerse la camiseta de Argentina, que en 1978 celebró un mundial por encima de las violaciones de derechos humanos en plena dictadura de Jorge Rafael Videla. Con un ambiente tan adverso, la selección saltó a la cancha del Metropolitano de Barranquilla el pasado martes con el propósito de revivir el sueño de un nuevo mundial. Propósito que hoy parece de pocos, pero que podría volver a ser causa nacional. Tras la derrota por goleada 6-1 en Ecuador el año pasado, no había mejor oportunidad para redimirse: la Argentina de Lionel Messi.
Desde el 21 de noviembre de 2007, en el Campín de Bogotá, Colombiano derrota por eliminatorias a los argentinos, que se llevaron los tres puntos de Barranquilla en las clasificatorias a Brasil 2014 y Rusia 2018. Sumar de a tres puntos en Barranquilla pondría a la selección en zona de clasificación directa; en cambio, una nueva derrota de local complicaría el camino a Catar. En solo siete minutos, Argentina había marcado dos goles, como para no despertar de la pesadilla.
Y, aunque no hay mucho interés futbolístico en el país, las 10.000 personas que por primera vez entraron a un estadio desde que se ordenó el confinamiento y los miles de hinchas que vieron el juego por televisión (24,1 puntos de rating) dejaron escapar un alarido de gol cuando Miguel Borja, en el minuto 94, anotó el del empate y dejó con los crespos hechos a Argentina, que no se sonrojó en quemar tiempo, a pesar de tener en la cancha al que muchos consideran el mejor jugador del mundo. Punto de oro que puso a la selección con todas las posibilidades de pelear un tiquete directo al mundial, que se celebrará entre noviembre y diciembre de 2022.
Tras los resultados de la fecha ocho de la eliminatoria (muy favorables para Colombia), el equipo dirigido por Reinaldo Rueda, con ocho puntos, ascendió al quinto lugar de la tabla de posiciones (que garantiza el repechaje), con los mismos puntos del cuarto (Uruguay) y a uno del tercero (Ecuador). Si el combinado patrio gana los seis partidos que le quedan en Barranquilla y consigue dos puntos de los seis que le restan fuera de casa, hipotéticamente, sumaría 28 unidades, suficientes para canjearlas como si fueran millas por un tiquete sin escalas a Catar. Es probable que el próximo año, mientras el país esté dividido en las urnas, todos los colombianos se hayan subido al bus de la selección. Así nacen los sueños.