El tatuaje de un felino fue la clave para identificar al escurridizo Wilder Emilio Sánchez, alias El Gato, considerado por las autoridades de Ecuador como un criminal de la talla de Pablo Escobar o, en tiempos más recientes, de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, cayó en una gigantesca operación en Colombia, a donde extendió sus tentáculos y estaba planeando nuevas actividades criminales.
El Gato era capaz de mover hacia Estados Unidos cerca de 20 toneladas de cocaína por mes, lo que lo había convertido en uno de los hombres más buscados por las autoridades norteamericanas. Para enviar la droga, este escurridizo narco se valía de todo tipo de métodos: la camuflaba en contenedores, utilizaba lanchas rápidas, tenía pistas clandestinas desde donde despegaban avionetas repletas de coca. Así lo documentó la Corte del Distrito Sur de California, que lo puso en la lista de los más buscados por “conspiración para el envío de estupefacientes”.
Este poderoso narcotraficante, según las autoridades de Ecuador, se movía con un equipo de escoltas de al menos 15 hombres, pero en Colombia manejaba un bajo perfil. No era para menos, su país no tiene acuerdo de extradición con Estados Unidos y acá el asunto es a otro precio, pues ya está listo para iniciar dicho trámite.
Su zona de acción estaba entre Guayaquil, en Ecuador, y Pasto, en el departamento de Nariño. En Colombia mantenía relaciones con las disidencias de las Farc, no discriminaba, negociaba con la Segunda Marquetalia, de Iván Márquez, y con el Estado Mayor, de Iván Mordisco.
“Grupos de narcotráfico asentados en Colombia se encargaban de su seguridad personal, quienes utilizaban una red clandestina con vehículos de gama alta para movilizarlo”, señala uno de los reportes de la DEA a los que tuvo acceso SEMANA.
El escurridizo Gato se movía con cuidado para burlar a la justicia e incluso se hizo un “cambio extremo” en su físico a fin de pasar desapercibido. Se sometió a tratamientos para bajar de peso y a cirugías estéticas, al mejor estilo del narcotraficante Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta.
Pero ¿por qué era tan importante este narcotraficante para Ecuador? El expediente, al que tuvo acceso SEMANA, señala que Wilder Emilio Sánchez empezó como sicario de organizaciones narcotraficantes en su país y fue ascendiendo en el mundo criminal hasta convertirse en el jefe de jefes del temido cartel Nueva Generación de Ecuador, que agrupa a cuatro grandes estructuras: los Lobos, los Pipos, los Chone Killers y los Tiguerones, quienes están en una guerra a sangre y fuego contra los Choneros.
Esta disputa es el motivo principal de las batallas campales ocurridas en las cárceles de Ecuador, donde mueren reclusos por decenas cada vez que hay un motín. Pero la cuenta es larga. Según las autoridades ecuatorianas, que para este operativo actuaron de forma conjunta con las colombianas, al menos 1.500 personas murieron en esta guerra en los centros penitenciarios.
El Gato no es un narcotraficante de poca monta. Entre sus socios, aseguran las autoridades, se encuentra el temido capo mexicano Ismael Zambada García, alias el Mayo Zambada, jefe del cartel de Sinaloa.
El poder que tenía El Gato obligó a la Unidad Nacional de Lucha contra el Crimen Organizado (Ulco) de la Policía de Ecuador, la Dirección de Inteligencia de la Policía de Colombia y la Dijín a destinar a sus mejores hombres para cazar al capo, que a punta de poder criminal y ríos de dinero había logrado burlar a sus enemigos y a las autoridades.
“Este cabecilla estaba asociado a redes narcotraficantes y a disidencias (Farc) en Nariño, Cauca y Putumayo”, le contó a SEMANA uno de los investigadores que trabajó en el caso durante dos años. En Colombia el Gato tenía sus planes, además de la compra de cocaína a sus socios.
Plan oculto
SEMANA conoció la estrategia en la que trabajaba. Los recursos provenientes de su actividad criminal estaban desbordados y el Gato no sabía cómo legalizarlos; por eso acudió a abogados y contadores colombianos expertos en asesorar a narcotraficantes para el lavado de activos.
Las autoridades ya están investigando dicha modalidad de blanqueo de capitales, pues encontraron que es un patrón que se repite en los casos de narcotraficantes en Colombia. Este grupo de asesores le estaban recomendando a El Gato invertir en finca raíz y abrir empresas de papel para poner a circular el dinero en el mercado legal.
Una fuente les reveló a los investigadores su ubicación, la hora, la fecha y con quién se estaba reuniendo en Pasto. Con la información, agentes especiales de Ecuador, Colombia y la DEA lanzaron entre el 8 y 9 de febrero la operación.
En Colombia, agentes de la Dijín, de inteligencia y de la DEA capturaron al Gato, quien se movilizaba acompañado de una mujer por las calles de Pasto. Vestía un buzo gris, jeans, tenis negros, gorra de color blanco y usaba tapabocas. Su idea era dificultar la identificación y no llamar la atención. Los investigadores aprovecharon que el Gato salió de la reunión para efectuar una compra y, al momento de ingresar al establecimiento público, se levantó la manga del brazo derecho que dejó al descubierto el tatuaje que lo caracterizaba. No había duda, se trataba del objetivo y lo capturaron.
Mientras eso sucedía en Colombia, en Ecuador las autoridades anticrimen allanaron sus lujosas propiedades ubicadas en las provincias de Guayas e Imbabura. Sánchez no permanecía por mucho tiempo en las mansiones, las cuales tenían la seguridad de un búnker y cada una está valorada en más de un millón de dólares.
Cuentan con piscinas privadas, salas de juego, numerosas habitaciones para sus invitados, zonas de fiestas y caminos de salida para tomar rutas de escape. En los registros a los bienes, los agentes ecuatorianos decomisaron en las caletas cerca de 400.000 dólares en efectivo y capturaron a un ciudadano albanés, Artur Rrapaj, su enlace con redes de tráfico en el sudeste de Europa.
Dentro de las excentricidades del mafioso había una en particular: le gustaba pagar grandes sumas de dinero para disecar felinos, sus mascotas, que había decidido conservar. Tenía caballos, felinos y había ordenado la taxidermia de su última mascota, con la cual decía que había tenido mucha suerte. Le había pedido a un hermano suyo, que es pastor, que le hiciera un rezo.
Pruebas en contra
Dentro del material recopilado por las autoridades, se relacionan siete rutas marítimas de narcotráfico entre Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, El Salvador y Guatemala. En México, donde estaban sus principales socios, el destino eran las ciudades de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Colima y Sinaloa para llegar, finalmente, a Estados Unidos.
La oferta de cocaína por estos canales de tráfico era articulada por emisarios de redes ecuatorianas y mexicanas, que acceden a zonas de producción controladas por disidencias en Nariño, Putumayo y Cauca. También se lo acusa de haber trasladado a territorio ecuatoriano la modalidad creada por los productores de cocaína colombianos: construir laboratorios móviles en medio de la espesa selva.
El Gato ahora se encuentra recluido en la cárcel La Picota, de Bogotá, a la espera de ser extraditado a Estados Unidos. El dinero acumulado de la venta de cocaína, sus cirugías estéticas y estrategias para evadir a la justicia no le sirvieron para salvarse de la persecución que le montaron las autoridades de tres países.