SEMANA: Usted ha dicho que Dios le dio una segunda oportunidad. ¿Qué se siente esquivar la muerte de esa manera?
Lady Noriega: Son muchos sentimientos encontrados. Nadie se imagina la sensación de salir de una uci. Uno se siente raro. Siente como que se fue, como que se desconectó. El médico me explicó que, además del virus, el cuerpo lucha contra todo lo que sucede en el interior por cuenta de los medicamentos. Yo había bajado 11 kilos en apenas una semana solo por el hecho de estar ahí, tendida en una cama. Los músculos se atrofian en cuestión de días. Para decirlo de otro modo, yo estaba como un trapo. Me acuerdo de mi esposo, cogiéndome la mano, diciéndome: “Tranquila, ya estás del otro lado”.
SEMANA: ¿Cuándo se sintió al otro lado?
L.N.: No. Yo llevo en la casa 19 días ya. Pero antes estuve en la clínica casi una semana después de que me desentubaron. Yo no era capaz de pararme sola, coger un celular... Me daban la comida en la boca, papilla como un bebé. Las enfermeras me arrastraban al baño. Y una de las enfermeras me tenía que tener para que yo no me cayera cuando me bañaba. Y yo he sido una de las afortunadas. Los doctores dicen que mi avance es enorme, que hay personas que logran esto dos o seis meses después. Solo hasta hace como cinco días siento que volví de verdad.
SEMANA: ¿Cómo comenzó esta pesadilla?
L.N.: Yo quiero contar lo que viví para que nadie viva mis errores. Me levanté un sábado. Fui a trotar. Empecé a sentir dolor de cabeza y me automediqué. Me dopé con esa pastilla. Al otro día sentía martillazos. Y salí igual a trotar. El lunes me desperté sudando, con fiebre, con mucho malestar. Arranqué para urgencias con mi esposo. Salí positiva en la prueba de covid. Y me dicen que puedo manejar el virus desde la casa. Duré una semana tranquila.
SEMANA: ¿Y cuándo se complicó todo?
L.N.: Cinco días después. A las tres de la mañana yo no podía respirar. Volví a urgencias ahogándome. Me ponen una cánula de flujo, que era la peor sensación que yo había vivido hasta este momento. Es como si uno sacara la cabeza por un avión que va a toda. Es como un puño caliente que entra por las vías respiratorias, y yo solo gritaba: “¡Quítenmelo! ¡No soy capaz!”. El médico me explicó que, si no la toleraba, me podría agravar mucho, y duré tres días intentando respirar así.
SEMANA: Usted vivió consciente uno de los momentos más duros de un paciente crítico: la decisión de que debían intubarla. ¿Cómo recuerda este día?
L.N.: Después de esos tres días, yo no mejoraba. El médico me advierte que estoy mal, pues estoy saturando 43. Me explica que la cosa es muy grave porque puedo perder el conocimiento y tener muerte cerebral en cinco minutos, y que por eso debe intubarme. Quedé en shock. Y ahí él me dijo, quizás, lo más duro: que debía llamar a mi esposo para despedirme. Este día, el 17 de abril, estábamos de aniversario.
SEMANA: ¿Y cómo fue esa conversación?
L.N.: Mi esposo es médico. Él tenía la posibilidad de entrar a veces. Yo estaba muy triste. Escuchaba en mi cabeza que me decían: “Tristeza, tristeza”. Sentía un dolor muy grande. Yo quería tirar la toalla. No tenía fuerzas. Mi esposo me dijo que le preocupaba verme la mirada, la cara de no aguanto más. Él hace una llamada en video. Se conectan mi papá, mis hermanos. Todos me dicen que tranquila, que la intubación no será mala. Y yo les dije: “No aguanto. Si Dios me lleva en este momento, es un favor. Siento que me voy”.
SEMANA: ¿Usted sentía que no sobreviviría a la intubación?
L.N.: Yo lo veía claro. Yo sabía que la vida estaba en riesgo, que era más probable irme que quedarme. Yo creo en Dios. Muchas circunstancias duras de mi vida me han hecho refugiarme en la fe. Cuando Pablo, mi hijo, tenía 7 años, en un momento difícil, Dios me dijo: “Te daré largos años para que disfrutes de tu hijo”. Y este día pensé que, si me iba, no tendría largos días con él. Pablo tiene 16 años. Me necesita. Y eso le pedí a Dios: que me dejara acompañarlo más.
SEMANA: ¿Qué se siente ser intubado? ¿Qué es eso realmente?
L.N.: Es algo tan duro que nadie podría soportarlo consciente o despierto. Yo no me puedo imaginar lo que es sentir que te meten un tubo por la garganta. Uno está sedado siempre. Pero hubo un momento en que me desperté. Y sentí esa presencia dentro de mí, esa quemazón. Traté de mover los brazos y me di cuenta de que los tenía amarrados. Y después me explicaron que los amarraban porque muchas personas, cuando despertaban momentáneamente, así como yo lo hice, intentaban arrancar el tubo del cuerpo.
SEMANA: ¿Y qué sentía esos días? ¿Lo alcanza a recordar?
L.N.: Yo en esos días oía cosas raras, veía cosas raras, pero no era capaz de discriminar que eso no era real. Veía un desierto lleno de grietas con una matica que se iba secando. Y sentía que yo era esa matica. Sentía una sed terrible, un calor insoportable. No sabía en qué lapso del tiempo estaba. Otros momentos, me sentía fuera de mí. Veía mi cuerpo como si estuviera fuera de mí. Pero también veía unos brazos fuertes que me cargaban y que me decían: “Te voy a dar largos días para que disfrutes de tu hijo”. Y eso me daba paz.
SEMANA: ¿Y cómo fue recobrar la conciencia?
L.N.: No fue automáticamente. Yo, de esos días en el hospital, no me acuerdo de casi nada. La primera semana de hospitalización es una laguna mental. Pensé que había estado tres días y fueron ocho. Me acuerdo de que me anuncian que me van a desentubar. Pero yo a este punto no puedo decir qué es peor: si que te digan que te van a entubar o cuando te despiertan. Me acuerdo de mi esposo, me cogía las manos, se notaba que había llorado mucho. Y me decía: “Lo lograste, de aquí en adelante todo será mejor”. Me explicó que desentubarme era muy duro y que me calmara.
SEMANA: ¿Y sí era muy duro o era un alivio?
L.N.: ¡Es horrible! Duro no es palabra. Cuando comienzan a sacar esa sonda, la sensación es horrorosa. Uno tiene el estómago vacío, en mi caso una semana sin comer nada. Me dijeron que iba a sentir ganas de toser, pero que eso era bueno. Cuando empezaron a mover eso, sentía que me ahogaba. No paraba de toser, pero sentía que me estaba atrapando la garganta. En un momento me dijeron que, de pronto, iba a vomitar. Y vomité muchísimo. Nunca entendí de dónde. Realmente, es una tortura, y yo no le deseo eso a nadie.
SEMANA: ¿Qué vino después?
L.N.: Estuve varios días estabilizándome. Dos días más en uci y cuatro más en hospitalización. Tuve que comenzar el proceso de aprender a respirar de nuevo. Pero voy muy bien. El lunes comienzo a volver a cantar con una fisioterapeuta.
SEMANA: ¿Le dio miedo no volver a cantar?
L.N.: Sí. Cuando salí, no podía hablar. Tenía un dolor enorme. Pensé que me había lastimado las cuerdas. Pero me he ido recuperando.
SEMANA: Además de la recuperación física, en estas dos semanas usted ha recibido una avalancha de amor de sus amigos, de sus seguidores…
L.N.: Ha sido un regalo maravilloso. Siempre se dice que la gente está con uno solo en las buenas, pero la verdad es que en mi vida la gente ha estado conmigo en las malas de verdad. Me sorprendió mucho ver tanta humanidad, tanto amor, mucha más que la que he tenido en momentos de éxito. Estoy segura de que fueron las oraciones y los buenos deseos de tantas personas lo que me tiene viva.
SEMANA: Más de 80.000 colombianos han perdido la vida por covid. Mucho de este dolor le debe haber llegado en estas dos semanas.
L.N.: Sí. En mis redes sociales, la mayoría celebra lo que me pasó. Pero muchos otros me cuentan que han perdido a su mamá, a su hermano por el virus. También me cuentan que tienen familiares en cuidados intensivos. Es muy conmovedor. A todos les contesto. Me pidieron que le enviara un mensaje de voz a un joven de 25 años que está en uci. Y yo le dije: “Soy Lady Noriega y en nombre de Cristo Jesús te vas a recuperar. Este no es tu tiempo de irte. Así como yo me levanté, tú vas a levantarte”.
SEMANA: ¿Qué viene en su vida artística ahora?
L.N.: Yo llevaba muy adelantado un álbum musical. Después de haber vivido todo esto, lo que tengo es material para hacer canciones: los días que estuve en uci, la despedida de mi marido… Eso es lo lindo del arte, que es una herramienta maravillosa para expresarse. En la cuarentena recibí una propuesta de una productora mexicana que quería que escribiera mi historia. Este año me llamaron de una plataforma digital. Yo conozco a Javier Herrera, un hombre que ha llevado la historia de Luis Miguel, de Juan Gabriel. Hemos tenido contacto y volvimos a retomar el tema. He vivido cosas muy duras. Esto que acabo de pasar. Perder a mi mamá y a los 15 días perder a mi bebé. Pienso que puedo enseñarles a otros a levantarse después de las tragedias.