SEMANA: Usted quiere ser presidente de Colombia. Sus críticos dicen que, para alguien que tiene esa aspiración, se le ha visto poco activo en esta crisis…Sergio Fajardo: Estamos viviendo una pandemia. Es muy fácil hablar y opinar de manera irresponsable sobre lo que está ocurriendo. Aquí existe un componente científico y técnico que hay que respetar. Por supuesto, cuando se trata de las decisiones políticas para enfrentar la situación es importante que se oigan las voces de los líderes y que se haga un escrutinio riguroso al Gobierno. Pero no hago parte de la confrontación del día a día en Twitter, ni estoy dedicado a inventarme frases taquilleras para descalificar al otro. Para enfrentar una crisis de esta magnitud se requiere rigor, prudencia y seriedad.
SEMANA: ¿Se han aprovechado políticamente de la situación algunos líderes del debate nacional?S.F.: Es perfectamente válido que los políticos comenten y cuestionen las medidas que se tomen. Yo mismo lo he hecho y he sido crítico de varias decisiones del Gobierno. Pero siempre con rigor y con la información en la mano. En su momento, cuando llegó el coronavirus al país, señalé que el Gobierno empezó mal y tomó decisiones tardías. El presidente estaba perdiendo el control de la situación y no tenía claro lo que estaba haciendo. Con el paso del tiempo ha reaccionado y ha venido mejorando."Lo que viene ahora requiere un estado que juegue un papel muy distinto".SEMANA: En efecto, ha venido creciendo el apoyo popular al manejo que el Gobierno le ha dado a la crisis. ¿Qué es lo que ha hecho mal? ¿Usted qué haría diferente? S.F.: En primera medida, tenía que entender la distancia enorme que existe entre el escritorio del presidente de la república y los territorios. Por eso se requiere una coordinación muy bien lograda con alcaldes y gobernadores, y en eso el Gobierno ha fallado. Ocupé esos dos cargos y conozco la dificultad de implementar en las regiones las decisiones que se toman en Bogotá. Los mandatarios regionales son los que realmente entienden las problemáticas de su zona, y por eso, si yo fuera el presidente, lo primero que hubiera hecho habría sido trabajar todos los días muy de cerca con ellos. Cuando el Gobierno nacional anuncia una medida, la gente piensa que esta se va a materializar rápido y eso no es cierto. También ocurre que por esa falta de coordinación, además de las demoras, terminan presentándose hechos graves de corrupción. Por eso, yo habría puesto en marcha un programa de transparencia y habría dispuesto mecanismos robustos para que no se roben la plata. Finalmente, hubiera convocado a científicos y expertos en una escuela pedagógica para explicarle al país todas las acciones del Gobierno. Eso genera confianza y nadie en Colombia se hubiera perdido una clase de gobierno y coronavirus.SEMANA: Se han anunciado muchas medidas que suenan bien, pero que parecen difíciles de cumplir. ¿El Gobierno va a lograr llevarlas del papel a la realidad?S.F.: Para eso, repito, es clave que exista una coordinación efectiva con las regiones que permitan el seguimiento y la verificación de las medidas decretadas por el Gobierno central. Ahora, creo que no es el momento para pensar en ahorros. Hay millones de colombianos en condiciones de vulnerabilidad que están al borde del hambre. Para atender esta crisis van a ser necesarios unos 50 billones de pesos, o más, y eso hay que asumirlo y entenderlo. El país está atravesando una emergencia muy difícil y lo que está por venir será mucho peor. Todo eso, montado sobre un malestar social que existía desde antes y que se hizo evidente en las marchas de noviembre pasado. Lo que viene ahora requiere un Estado que juegue un papel muy distinto al que ha venido jugando. Los menos favorecidos están atravesando un momento de incertidumbre como nunca antes y la mano tendida del Gobierno tendrá que estar ahí para salvarlos. Eso, además, tiene que convivir con un apoyo decidido a las pequeñas y medianas empresas. Acá no puede hablarse solo de créditos, sino de subsidios directos y condonación de las deudas.SEMANA: ¿Pero la plata si alcanza para tanto?S.F.: Sin duda hay dejar de lado los parámetros económicos tradicionales. Por ejemplo, la regla fiscal. Las prioridades cambiaron. Ahora hay que pensar en que la gente no se acueste con hambre, en el sistema de salud, en la estabilidad de las empresas y en garantizar que un desempleo desbordado no destruya el aparato productivo del país. Cuando vaya pasando la tormenta habrá que hacer una reforma tributaria que nos ponga a aportar más a quienes tenemos mayores privilegios. Lo que está ocurriendo nos va a obligar a redefinir y repensar nuestro modelo de desarrollo.
SEMANA: Bogotá y Medellín son dos focos clave de la pandemia que están gobernados por alcaldes “alternativos”. ¿Cómo evalúa la gestión de crisis de Claudia López y de Daniel Quintero?S.F.: Claudia López está dando una cátedra de lo que debe ser una alcaldesa. Lo ha hecho muy bien, se apersonó del tema y ha sabido priorizar las necesidades de la capital en todos sus frentes. Los choques o las confrontaciones que se han dado obedecen a que en algunos puntos ella tiene una visión muy distinta a la del Gobierno nacional. Quintero tiene menos experiencia en manejo de crisis, por lo que en su caso ha sido más difícil salirle al paso a un problema de esta dimensión. Ahora, pienso que está empezando a reaccionar, pero la tiene difícil. La pandemia acabó con los planes de gobierno de todos los alcaldes y tendrán que reinventarse para ajustarse a las nuevas circunstancias."El presidente Duque fue el último capítulo de una novela política que ya se acabó".SEMANA: Pasemos a la política. Muchos creen que usted no ganó en las pasadas elecciones por no haber hecho alianzas. ¿Estaría dispuesto a acogerse a un mecanismo para escoger un candidato único de las fuerzas alternativas en 2022?S.F.: Las fuerzas alternativas ganaron en las elecciones regionales. En 2022, por primera vez, tendremos esa misma visión gobernando al país desde la presidencia. Con ese triunfo se va a cerrar el capítulo de la política de los últimos 20 años que tuvo a Álvaro Uribe y a los suyos como principales protagonistas. Para llegar a eso, sin duda, habrá que hacer alianzas. Pero estas deben ser construidas alrededor de un propósito común. A mí me critican por no haberme aliado con Gustavo Petro. Pero creo que el tiempo me ha dado la razón. Voté en blanco y no me arrepiento. Basta con ver la actitud de Petro con Claudia López, quien sí lo apoyó en segunda vuelta y votó por él. Aun así, este decidió convertirse en el mayor enemigo político de la alcaldesa. Entonces la verdadera pregunta sería: ¿es posible construir un proyecto conjunto con una persona como Petro? Yo creo que no.SEMANA: Es decir, alianzas sí, pero no con Petro…S.F.: Lo digo claramente. Considero que Gustavo Petro tiene una forma destructiva de entender la política y eso no le sirve al país. Ese estilo de liderazgo hace imposible que trabajemos juntos y es muy difícil construir con una persona que se comporta de esa manera. Sobra decir que contra él no tengo nada personal. Pero cuando se acerquen las elecciones y pensemos en hacer alianzas tendrá que ser con líderes que compartan una misma identidad. A la gente se le olvida que en las pasadas elecciones hice alianzas con Jorge Robledo y con Claudia López. La puerta para una gran convergencia siempre estará abierta. El mecanismo para elegir al candidato de las fuerzas alternativas para 2022 es un debate para después.
SEMANA: Usted, además de político, es matemático y profesor. De 1 a 5, ¿Cómo califica el gobierno de Iván Duque?S.F.: A mí no me gusta emitir esos juicios, pero le respondo. Le pongo 2,5. Hay que decir que con la llegada del virus al presidente le cambió todo. Su plan de gobierno quedó aplazado y ahora la historia lo medirá por la forma como enfrente la emergencia. Sin embargo, Duque representaba una política que ya tenía agotado al país. Colombia está lista para algo diferente y para ser gobernada por expresiones independientes.SEMANA: Duque, al igual que usted, en campaña hablaba de una nueva forma de hacer política. Pero al llegar al poder el Congreso se le convirtió en un dolor de cabeza. ¿Cómo manejaría usted ese poder inmenso de los partidos tradicionales?S.F.: Nosotros no hablamos de una nueva forma de hacer política. Llevamos haciéndola desde hace 20 años. Esa es la gran diferencia. Está claro que no se puede pensar en la Presidencia sin pensar en el Congreso. Tendremos que construir una convergencia para tener unas listas muy fuertes en el Parlamento que nos permitan que la mayoría de quienes resulten elegidos apoyen las iniciativas de un gobierno alternativo e independiente. El presidente Duque fue el último capítulo de una novela política que ya se acabó. Nosotros vamos a llegar con algo diferente. Con la mayoría de los congresistas se puede trabajar y con las ideas sólidas también se convence. Estoy seguro de que vamos a poder convocar una gran coalición política para liderar la transformación que necesita el país.