Los viejos han tenido que lidiar con la parte más amarga de la pandemia. En materia de manejo del coronavirus, todos los Gobiernos están aprendiendo sobre la marcha y, al tratarse de una situación sin precedentes, los países han diseñado distintos mecanismos de respuesta. Algunos le han apostado a un confinamiento extremo, otros se la jugaron por enfoques menos restrictivos. Pero en el mar de incertidumbres sobre el virus, todo el mundo está de acuerdo en algo: es mucho más peligroso para los adultos mayores que para el resto de la gente. En Colombia, quienes tienen más de 70 años representan solo el 10 por ciento de los casos confirmados, pero, a su vez, más de la mitad de las muertes.
En esa medida, encerrar a los mayores no es un impulso caprichoso de los Gobiernos. Evidentemente, los presidentes entienden que someter a los ancianos no menos de seis meses en su casa es una medida impopular. Pero también necesaria. Y no solo para proteger a esa población vulnerable, sino para evitar que termine por desbordarse el sistema de salud. El raciocinio que nadie invoca oficialmente es que un viejo contagiado que se va a morir puede ocupar la cama de un joven contagiado que podría sobrevivir. Es un problema matemático. Y aunque sean muy prestantes las voces de los que protestan, esa realidad no cambia. La estadística más impresionante a este respecto indica que de los adultos mayores que llegan a necesitar un respirador solo sobrevive el 5 por ciento. Fijar en 70 años la edad de quienes estarán condenados al encierro hasta el 31 de agosto tiene algo de arbitrario, pero no se ve otra forma de agruparlos de manera efectiva. Dentro de ese rango de edad hay personas de todas las características.
Puede que hace unos años, con una expectativa de vida mucho menor, el imaginario de alguien de esa edad fuera el de un abuelo cansado. Sin embargo, lo cierto es que hoy una persona de 70 años está entera. Se trata, en muchos casos, de hombres y mujeres que gozan de plena capacidad mental y motriz, que hacen ejercicio, que tienen una vida social activa o que dirigen empresas de las que dependen miles de familias. A precios de hoy, se encuentran lejos de estar de salida en la vida. Basta con ver la carrera por la presidencia de Estados Unidos, el cargo más importante del mundo, que ahora lo disputan dos hombres de 73 y 77 años. "Los gobiernos entienden que someter a los mayores no menos de seis meses en su casa es una medida impopular. Pero también necesaria". Por eso, muchos de los viejos ilustres de la patria, que se consideran en una etapa de plenitud de la vida, están desesperados con las medidas anunciadas por el Gobierno. Muchos afirman que a esa edad ya están muy grandes como para que un “muchacho” que maneja los designios del país les diga qué hacer. Los adultos mayores que se han declarado en rebeldía piensan que elegir si se exponen o no forma parte de sus libertades y es una decisión que solo ellos pueden tomar. Hay argumentos de sobra sobre las libertades individuales que les dan la razón. Pero a pesar de la entendible rebeldía, en esto el presidente tiene las manos atadas.
Es cierto que la experiencia de lo que pasaba en Europa sirvió para que Colombia se preparara y tomara las medidas necesarias a tiempo. Es cierto también que la cuarentena funcionó y que logró disminuir el ritmo de contagio para proteger el sistema de salud. Sin embargo, eso no quiere decir que haya superado el problema del coronavirus. Al contrario. El país apenas está entrando en la que será su etapa más difícil. En los últimos días, en vista de que la base de personas infectadas crece cada vez más, el aumento de los casos ha empezado a notarse. Lo que antes era un incremento manejable ahora se ha convertido en que todos los días se rompe la cifra récord de contagios. Al cierre de esta edición, las cifras del Ministerio de Salud ya mostraban cerca de 1.300 casos nuevos en un solo día. Eso, lamentablemente, obliga al Gobierno a tomar decisiones de fondo y a proteger, así sea contra su voluntad, a la población mayor que puede verse gravemente afectada por la pandemia. En algunos países europeos, los viejos se han organizado en la llamada rebelión de las canas y han logrado que los presidentes echen para atrás la orden de encierro. Ese movimiento rebelde en Colombia puede estarse gestando, pero a la hora de la verdad en este asunto el presidente no debe complacer a las masas, sino a los epidemiólogos. Seguramente habrá presiones, incluso de los setentones del gabinete, pero la forma en la que vienen creciendo los contagios y el pico proyectado para julio hacen que no quede otra salida.