“Yo era un loco”, admitió en esta entrevista el candidato presidencial, aunque muchos creen que lo sigue siendo por su estilo espontáneo y desparpajado. El líder de los ‘rodolfistas’ contó los daños que hacía en casa, habló de sus fiestas cuando estaba en la universidad y su fama de peleón.
Hernández estaba haciendo una campaña relajada hasta hace poco, todos los fines de semana se iba a descansar a su finca en Piedecuesta, Santander, y solo hacía correrías políticas de lunes a viernes, pero cuando se dio cuenta de que su nombre estaba tomando un nuevo aire en las encuestas cambió de idea. Por eso ocupa mucho por estos días su apartamento en el edificio Vitrum al norte de Bogotá, una lujosa torre diseñada por el arquitecto Richard Meier, contemporáneo suyo (84 años) y a quien quiere traer —si es presidente— para que haga más proyectos de construcción en el país.
El mono de ojos claros —su fenotipo es otro guiño a Donald Trump— viste un saco vinotinto, una camiseta café, un pantalón gris y unas medias del mismo color. No tiene ni Crocs ni Ferragamo, los zapatos que distinguen a Uribe y Petro, respectivamente, porque el jefe de los ‘rodolfistas’ dice no identificarse con ninguno de ellos.
En el país, sin embargo, él está encasillado como un buscapleitos por su forma de ser y por antecedentes como el recordado manotazo que le pegó al concejal John Claro cuando era alcalde de Bucaramanga.
Lea la entrevista completa en Soho aquí.