Hace un par de días Francisco Marulanda iba caminando por una de las calles de Medellín cuando recibió en su celular un mensaje que daba aviso del arranque de los diálogos entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional).
“Sentí un desaliento por todo mi cuerpo, perdí las fuerzas y mis ojos se encharcaron de lágrimas. Era una muestra más de que a este Gobierno no le importó la muerte de nuestros hijos”, relató a SEMANA el hombre que lleva esperando casi cuatro años a que se haga justicia por el asesinato de su hijo, el cadete Juan Esteban Marulanda. Él fue una de las 22 víctimas que dejó el atentado de la guerrilla del ELN contra la Escuela General Santander el 17 de enero de 2019.
El ELN se atribuyó el crimen. Miembros de la guerrilla planearon fríamente ingresar un carrobomba a las instalaciones de la Policía Nacional y detonar los explosivos, justo al lado de donde estaba un pelotón de los jóvenes que soñaban con ser oficiales de la institución. Marulanda dice que cuando se enteró de las intenciones del presidente Gustavo Petro de adelantar mesas de diálogo con el ELN, ellos (los 22 padres de los jóvenes asesinados) enviaron cartas al Gobierno nacional, entre ellas al Ministerio del Interior y al mismo presidente, pidiendo que los dejaran formar parte de las mesas de diálogo cuando se adelantaran las conversaciones.
Nunca obtuvieron respuesta. Lo que sí llegó desde Venezuela fue la imagen de los máximos jefes de la organización criminal, responsable de la muerte de sus hijos, sentados anunciando los primeros pasos a un proceso de paz. “Son seres sin alma, enviados por el mismo demonio a hacer daño”, dijo Javier, quien confiesa que no puede hablar de perdón cuando cada semana tiene que ir a visitar a su hijo que no alcanzó a cumplir 21 años en una tumba.
Manifiesta que la guerrilla del ELN ha hecho daño a cientos de familias pretendiendo satisfacer necesidades particulares, disfrazadas en luchas sociales. “Nuestros hijos eran tan inocentes que escogieron ser policías con la ilusión de querer cambiar el mundo y ellos sin piedad los atacaron, mientras se preparaban”, señaló.
Marulanda indica que lo que esa tarde en la que se enteró el inicio de la exploración del proceso de paz, es saber que las víctimas seguirán rezagadas, mientras que los perpetradores de delitos de lesa humanidad empezarán quizás a recibir beneficios y preventas tanto económicas como políticas y sin pagar un solo día de cárcel, “Es que eso ya lo vivimos con la negociación a la que llegaron con la guerrilla de las Farc, por eso no tengo esperanza de que las víctimas realmente tengamos una reparación sobre todo direccionada a la verdad”.
Es consciente que no quisiera que ninguna otra familia pase por esa situación y dice que si fuera un arrepentimiento sincero sería el primero en apoyarlo, pero la única manera de saberlo es estando en la mesa de diálogos; por eso le pide al Gobierno nacional que sean tenidos en cuenta. Quieren saber qué pasó realmente, si la guerrilla contó con la ayuda de algún infiltrado de la Policía que le facilitara la entrada, para que el carro bomba pasara sin problema.
Hoy lo atormenta al menos tres dudas. Por un lado, por qué razón la Fiscalía no ha presentado las pruebas y en menos de dos días al menos cuatro de los capturados por el atentado podrían quedar en libertad por vencimiento de términos. Otra, por qué el presidente hizo caso omiso a sus cartas y, finalmente, la más cruel: “¿Por qué tuvo que ser mi hijo una más de las víctimas mortales del ELN?”.