A Rodolfo Hernández la prensa internacional lo llama el Donald Trump colombiano; un hombre mayor, empresario y que ha amasado una millonaria fortuna que le ha permitido vivir como independiente y no depender de sectores políticos para alcanzar su sueño: conquistar el poder presidencial.

Tanto Hernández como Trump han acudido a la prensa y a las redes sociales como principal vitrina de sus actuaciones públicas y sus fuertes disputas contra el establecimiento de sus países.

Sin embargo, esa comparación no le importa a Rodolfo Hernández, que en diálogo con la directora de SEMANA, Vicky Dávila, se refirió a quienes lo comparan con el expresidente norteamericano.

“Me da risa. Imagínese: soy un limosnero al lado de Trump. ¿Cómo voy a preocuparme? Simplemente, si para el universo y los críticos Trump fue un factor de mejoramiento de condiciones de vida de los americanos, y por eso me comparan, yo feliz. Lo importante es lo que haga en beneficio de los más pobres en Colombia”, respondió Hernández.

El ingeniero santandereano ha reconocido públicamente que su fortuna asciende a los 100 millones de dólares, algo más de 400.000 millones de pesos que están representados, según él, en 70 % en tierras y el 30 % en dinero que se rota en la financiación de los productos que vende su afamada constructora santandereana.

En cambio, Trump, el expresidente, tiene una fortuna que supera los 10.000 millones de dólares.

Aunque Hernández es “limosnero” al lado de Trump, tal como el candidato se lo reconoció a SEMANA, asesores del ingeniero santandereano han tomado decisiones con las que, indirectamente, han generado una similitud física entre las dos figuras políticas.

Los argentinos Hugo Vásquez y Guillermo Meque, asesores hasta comienzos de este año de Rodolfo Hernández, propusieron el implante de cabello al ingeniero santandereano, una estrategia que fue aplaudida por un sector político, pero rechazada por otros porque el constructor millonario, con un tono más oscuro en su cabeza, se acercaba físicamente al republicano norteamericano.

Algunos criticaron el nuevo look de Hernández y hasta especularon que llevaba una peluca, pero no fue real.

Lo que sí le molesta a Hernández es que la izquierda lo llame fascista. “No sé qué será para él (Gustavo Petro) fascista. ¿Será fascista un ingeniero pobre, venido del matrimonio de Luis y Cecilia, que se ponían chocatos (alpargatas) y que vivían en la pobreza? Que difícilmente me pudieron educar en Bogotá para que yo fuera ingeniero civil, que me puse a trabajar con el mercado. Nunca he sido funcionario público, aparte de los 44 meses y 16 días de la Alcaldía. Si eso es ser fascista, pues, sí, soy fascista. Lo que soy es un trabajador berraquísimo. Cuando estaba empezando, trabajaba de dos de la mañana a seis de la tarde sin descanso. Media horita o menos de almuerzo. Eso me permitió generar una acumulación de capital”, respondió.