Como en muchas poblaciones del territorio nacional, el sustento de una buena parte de los habitantes de Tasajera depende de lo que les da la carretera, tanto a través de medios legales como ilegales. El hambre campea a sus anchas, por lo que la informalidad reina.El saqueo de camiones o vehículos particulares en la zona tampoco es nuevo. Por eso, para muchos, la explosión del camión cisterna la mañana de este lunes, que dejó siete muertos y 80 heridos, mientras más de cien personas intentaban extraer combustible, es solo el resultado de una tragedia que se veía venir. Las imágenes son realmente impactantes.
Tasajera pertenece al municipio de Puebloviejo, una población con cerca de 33 mil habitantes, a orillas de la Ciénaga Grande de Santa Marta, en donde casi la totalidad trabaja en la cadena de producción pesquera artesanal, que en los últimos años ha venido en decadencia por los problemas ambientales que sufre el cuerpo de agua.
Momento en que el camión aún ardía en llamas y eran evacuados los primeros heridos en motos y camionetas, tras la explosión este lunes.Pero el pueblo es, sobre todo, un símbolo de la desidía y el abandono estatal. Para tener una imagen clara, el total de la población tiene conexiones eléctricas subnormales. No existe el servicio de alcantarillado y solo una pequeña porción ha adecuado fosas sépticas. El servicio de agua potable no supera el 40 % de cobertura.Jorge Pérez, quien actuó como personero de Puebloviejo hasta febrero de este año, dice que, aunque el saqueo a vehículos accidentados es un fenómeno presente en gran parte de la región Caribe, Tasajera y Puebloviejo se han vuelto célebres porque se han sumado una serie de situaciones sociales que han hecho que estas malas prácticas se hayan enquistado.“No podemos desconocer que en esta tragedia seguro había personas que se han vuelto referentes en los bloqueos y actos delincuenciales, como los saqueos. Pero también había otras que se metieron a coger gasolina porque les pareció una oportunidad para venderla y así asegurar la comida de unos días”, señala.
Lo que sí está claro es que esa combinación de factores ha provocado, en los últimos años, la muerte de muchas personas, en diferentes accidentes como el de las últimas horas. Pérez cree que, sin ser un día para señalar culpables, en hechos como esta tragedia tienen gran incidencia el abandono estatal y la pobreza en la cual está sumida la población. Gente que no tiene servicios óptimos ni oferta laboral o posibilidad de educación superior. Además, “los fenómenos electorales, porque se acostumbraron a vender el voto, ya que es la única forma de tener plata algunos días”.Aunque en los últimos años se amplió la oferta y se mejoró la infraestructura de educación básica, uno de los grandes problemas que enfrentan los jóvenes es que al terminar el bachillerato se quedan sin nada qué hacer. “La calle, los billares y estaderos se convierten en sus únicos caminos posibles”, dice el expersonero.En el único servicio básico que en teoría se ha avanzado es la normalización del 75 % de la red eléctrica, por el que el Ministerio de Energía ya autorizó el pago de 11 mil millones de pesos y la contratación de la interventoría debe empezar en septiembre.Para el acueducto, a pesar de que el municipio fue uno de los primeros que pagó lo correspondiente al Plan Departamental —unos 18 mil millones de pesos—, el contratista aún no ha cumplido y no se sabe qué pasó con la plata.
Los saqueos a los vehículos accidentados en la vía Barranquilla-Ciénaga se han vuelto una constante. Aquí los momentos previos a la explosión, cuando la gente intentabasacar gasolina del camión cisterna.Sandra Vilardy, doctora en ecología, quien ha desarrollado varias investigaciones y proyectos productivos en las poblaciones aledañas de la Ciénaga Grande, dice que la pobreza y el abandono actual de Tasajera y Puebloviejo no ha sido siempre su historia, porque estas fueron poblaciones de pescadores innovadores que incluso exportaban sus productos. “El deterioro ecológico los empobreció ante la mirada de todos”, dice.Para la investigadora, la pregunta que hay que hacer es: si los proyectos sociales en esta zona no han avanzado eficientemente, ¿por qué quien propone algo normalmente se percibe como no afín a los gobiernos o por qué no generan grandes contrataciones?
Para el antropólogo e investigador Lerber Dimas, al dimensionar la tragedia de lo ocurrido hoy en la vía Barranquilla-Ciénaga, no basta con mirar el acto temerario de la comunidad al intentar sacar gasolina del camión, sino que hay que ver la desigualdad en la que vive la mayoría.Dimas dice que esta zona del Magdalena encierra los símbolos precisos para describir los peores grados de pobreza del país: “La gente vive entre la basura, sin ningún servicio básico. Con agravantes de violencia intrafamiliar, problemas de embarazo adolescente y de exclusión. Es muy fácil criticar los medios de subsistencia que han adoptado. Pero, por ejemplo, los bloqueos de la vía son la única forma que han encontrado para pedir derechos que les han sido negados, como la energía eléctrica y el agua. Eso ha hecho que los estigmaticen como pueblos violentos”.Tampoco se puede desconocer, según el investigador, la historia reciente de violencia que vivieron estas poblaciones, especialmente por las masacres ejecutadas por grupos paramilitares. “Nos rasgamos las vestiduras porque esta gente sale a robar combustible, después que a muchos les quitaron sus fuentes de trabajo al no dejarlos pescar en sus zonas”, puntuliza Dimas.