El director de la cárcel de Tuluá, Arley Fernández, asegura que no ha tenido paz desde que ocurrió la tragedia dentro de ese centro penitenciario en la madrugada del 28 de junio.
La muerte de 53 reclusos tras un incendio dentro del pabellón ocho ha desencadenado amenazas contra su vida y la de al menos seis guardianes del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) a través de un panfleto emitido por un grupo armado no identificado en el que fueron declarados “objetivo militar”.
Las dos semanas posteriores a la tragedia han sido de zozobra, dijo Fernández en entrevista con SEMANA. “En mi caso, me han amenazado con mensajes en redes sociales y por gente que pasa y me grita cosas. Ha sido todo un hostigamiento debido a esta situación”, señala.
El funcionario se ha tomado muy en serio las amenazas que ha recibido y, a la espera de que la Unidad Nacional de Protección (UNP) le asigne un esquema de seguridad, decidió tomar sus propias medidas de seguridad. “Hay que tener cuidado, salir con precaución, observando y mirando a todos lados”, resalta.
“He estado pidiendo protección a la UNP. Al ser la cabeza del establecimiento, todas las amenazas también recaen sobre mí. Estoy tratando de agilizar ese proceso para contrarrestar el riesgo al que estoy expuesto”, añadió.
Fernández no ocultó el miedo que le generan estas amenazas, sin embargo, no contempla abandonar la dirección de la cárcel de Tuluá.
“El temor siempre está, pero ha estado por delante cumplir con la misión institucional. Siempre ha habido zozobra de que algo puede pasar, pero también tengo claro que estamos trabajando y que debemos cumplir con unos deberes. Estoy trabajando de frente, dando la cara, dando las explicaciones que haya que dar y poniendo todo en conocimiento de las autoridades, siendo transparente con toda la investigación y dándoles apoyo a los entes de control para esclarecer estos hechos”, expuso.
Todo apunta a que el incendio en la cárcel de Tuluá estuvo antecedido por una riña entre los reclusos, presuntamente por el control del patio. Ante esta pelea, los guardianes del Inpec habrían lanzado gases lacrimógenos a los internos para controlar los ánimos, pero estos respondieron quemando sus colchonetas. Luego el fuego se desató y la ausencia de un sistema contra conflagraciones evitó que las llamas pudieran ser controladas a tiempo.
La parte antigua de la cárcel, donde está ubicado el pabellón ocho y que tiene más de 50 años de construcción, fue clausurada. Por esta razón, los reclusos fueron enviados a otros penales del país para evitar una nueva situación de peligro. Así las cosas, el Inpec deberá decidir qué pasará con la estructura. Aproximadamente 1.000 internos permanecen dentro del penal de Tuluá en un edificio moderno inaugurado en 2017.