Luis Carlos Vélez: ¿Cómo está respondiendo Colombia al coronavirus?Jimmy Mayer: Es prematuro opinar. La gestión del presidente Duque ha sido demasiado corta. Lo cierto es que heredó un país con demasiados problemas y un hueco fiscal enorme. Mi opinión, muy personal y debatible, es que, si he de cuestionar algo, es el gesto magnánimo de ofrecer asilo a más de 1,8 millones de venezolanos sin antes medir nuestras capacidades. Muy laudable el gesto humanitario, pero hemos debido condicionarlo a un apoyo internacional mucho más generoso.

L.C.V.: Puntualmente, ¿cómo ve al presidente Iván Duque atendiendo el problema?J.M.: La respuesta a la pandemia del coronavirus ha sido ejemplar. Colombia se sitúa entre los países que mejor frente le ha hecho al problema. Sin duda, tiene, y tendrá, un costo económico enorme para el país y sus empresas, pero no había de otra. Lo primordial era, y es, proteger la vida y la salud de nuestros habitantes.

L.C.V.: ¿Es este un dilema entre la economía y la salud pública?J.M.: Obvio que lo es. Hay quienes sostienen que el daño a la economía tendrá consecuencias aún más duras para la salud pública, y, por lo tanto, tenemos que mantener la economía marchando, aceptando parcialmente los estragos de este virus. Es una tesis muy debatible. Yo no soy tan valiente y me pongo del lado de la decisión del presidente. Tenemos que hacerle frente a una amenaza inmediata y real antes de aventurarnos en una teoría no probada.L.C.V.: ¿Qué tan fuerte será el impacto del coronavirus en la economía de nuestro país?J.M.: No soy economista y no puedo cuantificar el daño en términos del PIB. Lo que sí puedo decir es que en las empresas de nuestro grupo estamos viendo un año extremadamente difícil por la caída que esperamos tanto en la demanda interna como en nuestras exportaciones. Hemos frenado cualquier inversión que no sea absolutamente indispensable y estamos haciendo ahorros donde sea posible. Los ejecutivos, sin excepción, han aceptado recortes salariales. A su vez, hemos dado la orden de no despedir personal siempre y cuando no peligre la existencia de la compañía. Mientras tengamos recursos, no permitiremos que nuestros trabajadores queden desamparados y desprovistos.L.C.V.: ¿Qué puede pasar con la economía si se prolonga la cuarentena?J.M.: Imposible predecirlo sin tener idea de cuánto va a durar. Si no encuentran rápidamente una vacuna o una cura, la cuarentena puede ser larga. Soy optimista. Hay más de 140 laboratorios muy serios en este momento buscando el remedio, y tengo mucha fe en la capacidad del cerebro humano. Si partimos de la base de que para agosto podremos volver a un semblante de normalidad, habremos perdido prácticamente un semestre de trabajo. Es un golpe muy duro para el país y para cualquier empresa.

L.C.V.: Y a eso se sumó la crisis del petróleo. ¿Qué hacer para no depender tanto de él?J.M.: Desde hace más de diez años advertí sobre la dependencia de lo que llaman commodities y principalmente el petróleo. Hay un sinnúmero de escritos sobre la maldición de las materias primas. Los países cuyos ingresos dependen continuamente de materias primas nunca ascienden al desarrollo. En Colombia nos dejamos embriagar por el bendito petróleo y, sobre todo, a los precios de esa época. Debemos estar pensando en qué hacer para alcanzar un desarrollo acelerado, semejante al que han logrado Corea del Sur, Singapur, Israel; y, ahora en desarrollo, Malasia y Vietnam. Esta última, viene creciendo a un ritmo del 7 por ciento anual. En menos de diez años nos van a sobrepasar.

L.C.V.: ¿Cree que este Gobierno no ha tomado las decisiones correctas para dejar de ser dependientes del petróleo?J.M.: No quiero, de ninguna manera, que esta entrevista se interprete como una crítica directa al Gobierno actual. La triste realidad es que estamos arrastrando un modelo equivocado desde hace más de 50 años. En la época de la guerra de Corea, el ingreso per cápita coreano era inferior al nuestro. En ese país no abundan los recursos naturales. Sin embargo, 57 años después lo vemos con un ingreso per cápita de casi el triple del nuestro. Solo la empresa coreana Samsung tuvo en 2019 ventas por más de 200.000 millones de dólares, o sea, el 60 por ciento del PIB de Colombia. ¿Cuándo será que vamos a despertar y encarar al mundo como realmente lo es y no acorde con modelos idealistas estructurados por académicos?L.C.V.: ¿Eso quiere decir que hemos tenido ministros de Hacienda y Gobiernos demasiado alejados de la realidad económica?J.M.: No desprecio la inteligencia y las observaciones de los académicos. Pero, en su gran mayoría, estos nunca han encarado los múltiples problemas que enfrentamos día a día los empresarios. Nunca han tenido que rebuscarse para pagar la nómina. No, la realidad empresarial dista mucho de lo que los académicos ven en sus tratados y en sus fórmulas. Esto es como arar en el mar. Llevo décadas predicando lo mismo y no soy el único. Esta inercia la llevamos por más de 50 años, sin que se nos ocurra que el modelo tal vez es el equivocado."Los académicos, en su mayoría, nunca han tenido que rebuscarse para pagar la nómina".L.C.V.: ¿No es eso muy difícil en un país con mucho debate político y pocas decisiones pragmáticas?J.M.: Tenemos que romper el esquema. Tenemos que dejar de ser los idiotas útiles de los países más desarrollados. Cada vez que proponemos un esquema para apoyar nuestras industrias y nuestras exportaciones, hay voces en nuestro propio seno que advierten: no, esto va en contra del tratado equis, ye o zeta. Dígame, por favor, ¿cómo califica las ayudas que los Gobiernos en Estados Unidos, Europa, Japón, China, Asia en general aportan a sus industrias? ¿Cómo califica el recién legislado paquete de ayuda en Estados Unidos? Con mucha pena, no me puedo contener más: ¡la realidad es que somos bien pendejos! Para entender mejor lo que digo, es bueno leer Concrete Economics, de Stephen Cohen y Bradford DeLong.L.C.V.: ¿Qué efecto político tendráesta pandemia?J.M.: No envidio la tarea que tiene por delante el presidente Duque. Aparte de este ‘problemita’ llamado covid-19, nuestro país adolece, entre otros, de varios problemas: corrupción, que ha llegado a niveles que jamás hubiera yo imaginado; justicia, en la que, francamente, prefiero casi que callar, pero la realidad es que urge reformar el estamento judicial en Colombia.L.C.V.: ¿Cómo ve el futuro del país?J.M.: Tenemos que dividir el problema en tres etapas. Ahora mismo hay que apoyar al Gobierno en esta crisis. Acatar, como ciudadanos responsables, las órdenes de cuarentena y no socializar. Tomar en todas las empresas las medidas necesarias para apretar y sobrevivir. Cuidar de nuestra gente, a todo nivel, para que tengan lo necesario para vivir y velar por la salud de sus familias. Después de la tormenta es claro que nuestro país no tiene la capacidad de inyectarle al sistema los billones que serán necesarios para reactivar la economía. Pero, lo que sí puede y debe hacer el Gobierno, es priorizar a las compañías colombianas por encima de lo extranjero. Y viene la etapa final que es romper el esquema. Al igual que lo pregona el presidente Trump para su país, nuestro lema debe ser ¡Colombia first!

L.C.V.: No se nota muy positivo…J.M.: Confieso que no soy optimista. Estamos al borde de lo que los gringos llaman the point of no return. Si seguimos por el sendero, probado y fallido, no podremos generar los empleos que necesita nuestra creciente juventud. Me duele por mi país. A lo largo de más de 50 años haciendo industria, he encontrado en nuestra nación un material humano excepcional, a todo nivel. Pero, tristemente, nuestro esquema de gobierno nunca ha creado las condiciones ni el espacio para que estos talentos florezcan. Es como el granjero que cuenta con una semilla de calidad excepcional, pero no sabe preparar ni abonar el suelo.L.C.V.: Usted tiene un discurso que parece políticamente coherente. ¿Ha pensado en liderar a los gremios para esas transformaciones?J.M.: Ahora estoy pensando en cómo despertar un movimiento de todos los gremios para tratar de implementar un modelo económico ágil, que nos permita crecer a tasas superiores al 6 por ciento anual. No todos mis colegas comparten mi idea, pero estoy convencido de que es indispensable incluir a las centrales obreras en tal movimiento. Nuestros obreros serán los más beneficiados. Si queremos mejorar el bienestar de las clases trabajadoras, forzosamente, tenemos que elevar el ingreso per cápita. Tenemos que crear empleos abundantes y bien remunerados, y no lo vamos a lograr sembrando aguacates.