En el corazón de la selva de San José del Guaviare está Tito Ochoa. Tiene 18 años, es indígena nukak y hace un par de meses regresó al lado de su familia. Llevaba cinco años en el mundo de las drogas y 12 meses recibiendo tratamiento de desintoxicación en Villavicencio, Meta.
Escuchar cómo trata de explicar dejando su lengua madre de lado, la manera en la que ese espejismo peligroso lo atrapó, le pone a cualquiera la piel de gallina. Asegura que quiere hablarlo en español para que Colombia conozca el modo en el que su comunidad ha sido ultrajada por los grupos al servicio del narcotráfico: “mi hermano y yo trabajábamos como raspachines. Éramos niños. Nos pagaban con material (pasta) de coca. Yo trataba de vender todo, para cambiar la plata por comida. Mi hermano la consumía. Un día que tenía hambre mi hermano dijo que consuma, o si no me pegaba. Yo probé, otro día sentí hambre otra vez y volví a probar”, eso se convirtió en un círculo vicioso, a medida que iba creciendo ya conseguía dinero para consumir marihuana”, relata.
Así como él hay cientos de jóvenes que, por alguna u otra razón, forman parte del mercado interno de sustancias alucinógenas e ilícitas.
María Mercedes Dueñas, coordinadora del proyecto de prevención de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), para Colombia y las Américas, indica que en el último estudio realizado por el Ministerio de Justicia y el Dane, evidencia que el 10,5 % de la población ha usado alguna vez sustancias ilícitas.
“350.000 personas cumplen los criterios sobre uso abusivo y tienen dependencia. De la información obtenida genera preocupación que, de cada 10 consumidores, siete son hombres y tres mujeres, pero estas últimas, con poca atención de desintoxicación, principalmente porque consumen en ambientes de soledad, temiendo la estigmatización debido a que la mayoría de las veces tienen hijos a cargo y temen que las autoridades se los quiten. O por estereotipos machistas”, afirma el mencionado estudio.
Las zonas de mayor consumo están ligadas con departamentos vecinos a los de mayor productividad de cultivos ilícitos, y que no tienen un sistema robusto de atención a salud, por ejemplo, la cocaína o marihuana que se produce en Nariño y Cauca se consume en el eje cafetero, que queda en la ruta que conduce al interior del país (Risaralda: 6,8 %; Quindío 5, 9 %) y, en solo en seis departamentos se concentra el 63,1 % de los consumidores totales de Colombia. Antioquia 5, 4 %; Caldas 5,1 %; Amazonas 4,4 %; Bogotá 4,3 %, Cauca 4,2 %.
La mayoría de los que inician a consumir lo hacen a los 15 años de edad, algo que representa un riesgo en el desarrollo de los jóvenes colombianos.
El psicólogo Miguel Bettin, magister en drogodepedencias asegura que el cerebro humano termina su desarrollo a los 21 años así que consumir este tipo de sustancias alucinógenas a corta edad genera afectaciones irreversibles.
Pero eso no parece importar a las bandas dedicadas al microtráfico, que incluso llegan a los colegios ofreciendo diferente tipo de sustancias. Dulces, ponqués y demás productos rellenos de estos alucinógenos, es la mejor manera de asegurar nuevos mercados, inician dando muestras gratis y luego afirman clientes dependientes por muchos años.
“No podemos ser ingenuos ante los tentáculos de grupos narcotraficantes”, dice la funcionaria de la ONU, al indicar que es necesario educar a la población sobre las consecuencias de probar estas sustancias, pues los jóvenes siempre van a estar tentados a experimentar, pero tienen que saber que esa opción cambia radicalmente los proyectos de vida, convirtiendo la droga en el eje principal de sus existencias o incluso causando la muerte.
Se estima que el 30 % de las personas que prueban drogas se vuelven adictas. Tito cada vez que escucha el peligro al que estaba enfrentado agradece el haber soltado la adicción y advierte a los otros jóvenes indígenas de la región.
Bettin y Dueñas coinciden al indicar que se necesita quitar del discurso general que la marihuana por ser un producto natural es beneficioso para la salud. La marihuana de hoy en día, no es la misma de los años 70, porque la “actual tiene alteración en el Ácido tetrahidrocannabinólico, ATHC, que produce un cannabis muy peligroso para el consumidor. La Marihuana puede detonar enfermedades psiquiátricas como esquizofrenia con el paso del tiempo”, añaden.
El aumento de consumo de estas sustancias está ligado con la “exagerada propaganda, no basada en evidencia científica sobre las bondades medicinales de algunas sustancias como la marihuana. En esto hay un interés capitalista que pone en riesgo cada vez a más jóvenes”, advierte el especialista.
Las sustancias que más están comercializando en Colombia, según investigadores de la Policía Nacional son en primer lugar la marihuana, seguida de la cocaína y el popper, esta última usualmente la consumen para aumentar el placer sexual. Su presentación viene en forma de pequeños frascos de colores llamativos que se inhalan. El éxtasis, por su parte, es utilizado en ambientes de fiestas. El dick, en ambientes escolares, el bazuco, entre otros.
La Funcionaria de la ONU indica que con la heroína registra en Colombia un comportamiento de consumo que no se ve en otros países de la región. Esta sustancia está siendo producida en el país y no toda sale para exportación, sino que, por el contrario, la venden para ser inyectada, con mayor aceptación en Bogotá, Medellín, Cúcuta, Pereira y Armenia.
En Santander de Quilichao (Cauca) producen heroína, pero para inhalar. Este narcótico no tiene piedad, genera una dependencia crónica y muchos de sus consumidores terminan en la calle. Los proveedores le empiezan a bajar la calidad a la sustancia para venderla más económica y causa mayor daño en el cuerpo.
Las últimas cifras de consumo entregadas oficialmente fueron tomadas antes de la pandemia, se estima que para septiembre se conocerá el comportamiento durante y después, en el que se calcula un aumento, guardando la relación entre las enfermedades mentales con el consumo, lo que no indica necesariamente que todos los que tienen alguna patología sean consumidores, pero sí es un causante.
Durante la pandemia, la Dirección de Investigación Criminal e Interpol, DIJIN, identificó que los traficantes de drogas están utilizando las redes sociales para hacer pedidos de estas sustancias incluso por aplicaciones y utilizando el servicio de mensajería tradicional.
Según información oficial, el primer contacto lo hacen manteniendo el anonimato y privacidad, tanto en el internet de superficie como en la red oscura (Deep Web), logrando con ello, una mayor dificultad en la judicialización.
Usan lenguaje cifrado como emojis y palabras claves para la identificación de cada tipo de sustancia. Dentro del vocabulario utilizado se identifican palabras como: ketta, puntos para referirse a pastillas, flecho para identificar quien tiene el producto; domis es la palabra utilizada para confirmar domicilios, si escriben weed es porque solicitan hierba, o si piden libros es porque quieren paquetes de marihuana.
En un macrooperativo que dispuso la Policía para evitar que Colombia continúe siendo un país consumidor, capturaron a 2765 personas, durante la ejecución de 300 operaciones. Se han realizado 23 demoliciones, de inmuebles que se habían convertido en foco de inseguridad y afectación de la comunidad. Se desarticularon tres expendios virtuales.
Si bien, estos son avances importantes, Maria Mercedes Dueñas representante de la Onu, asegura que se necesitan planes de prevención y atención. Indica que el gobierno actual ha tenido voluntad, pero faltan más esfuerzos con inversión que pueda garantizar a las personas de escasos recursos recibir tratamientos de desintoxicación oportunos, como lo hacen las familias que tienen un mayor nivel adquisitivo y pueden internar a sus seres queridos. Mientras que la mayoría deben esperar el trámite en las EPS que puede tardar hasta tres meses, tiempo suficiente para que el paciente recaiga.
Los expertos concluyen que la base de la prevención no radica en ejecutar campañas con pancartas sino educación emocional, manejo de estrés, fortalecimiento de la autoestima, “y es importante que los jóvenes entiendan que sentimientos como la tristeza y sensación de frustración son normales y se puede superar”, aseguran.
“Legalizar la droga en Colombia requiere tener políticas de prevención de consumo 10 veces más grandes de las que existen”, añade Dueñas quien agrega que en países como Bolivia no se vio una disminución del crimen y la violencia alrededor del narcotráfico. Desde la ONU espera que el gobierno entrante pueda brindar atención integral a los adictos para mitigar los efectos del mercado ilícito de drogas.