Suena el segundo Tik Tak de hoy miércoles 8 de junio en SEMANA por los lados del temido estallido social que, supuestamente, se presentaría como consecuencia de los resultados electorales según sean estos.
Porque ante tanta crispación, a los candidatos y a sus campañas les ha tocado pronunciarse sobre si respetarán los resultados y han pasado cosas insólitas porque, desde luego, tener que garantizar que se respetarán los resultados no es una cosa normal en una democracia.
Por ejemplo, en una entrevista con un medio extranjero, Rodolfo Hernández advirtió que, frente a las condiciones de pobreza de 22 millones de colombianos, no sería raro que cualquier activista politiquero viniera a formar una revuelta, en lugar de pensar cómo se incluyen en los circuitos económicos esos 22 millones de colombianos.
La verdad es que Colombia tiene cómo. La Ocde, el club de los países ricos en que nos matriculó el expresidente Juan Manuel Santos, vaticina que el crecimiento del país será del 6,1 %, cifra nada despreciable cuando al mundo en su conjunto le bajan el vaticinio de crecimiento de 4,5 al 3 %, y con una inflación galopante, le añade el Fondo Monetario Internacional.
O sea, según el ingeniero Hernández, de llegar a ser presidente él se remangará y se pondrá a trabajar en competencia con el mundo; anticipará los problemas, no esperará que se incuben para que no nos gane por goleada el descontento y añade un discurso argumental numérico y un debate democrático, nada de violencia, todo por la razón y por la ley.
¿Qué ha dicho en contraste la campaña petrista, según cita textual de Noticias Caracol y en boca del estadista santista que funge como jefe de campaña de Petro, el señor Alfonso Prada? “Tras presentarse el fraude electoral por ningún caso se dará un hecho de violencia”.
Es decir, en el petrismo peligrosamente dan por hecho que, si Petro llega a perder las elecciones, necesariamente será por un fraude electoral, pero que -aun así- violencia no habrá. Una garantía imposible de entregar cuando un candidato presume que la única forma de derrotarlo es hacerle trampa. Mientras que en la realidad hay otra posibilidad: que Colombia mayoritaria y democráticamente no escoja a Gustavo Petro.