Suena el primer Tik Tak de hoy 29 de marzo en SEMANA, y suena por los lados del termómetro que la reforma a la salud le puso al país. El resultado es que el país tiene fiebre, pero ¿qué fue lo que midió este termómetro? Pues primero la temperatura en cuanto a si este Gobierno le dice mentiras al país o no. El asunto resultó en rojo, termómetro en rojo.
Porque apenas en lo que respecta la reforma a la salud ―para no hablar de todos los demás temas― el presidente Petro salió a decir hace tres días que estaba felizmente acordado el 99 % de su texto, y resultó todo lo contrario. Que con los partidos el desacuerdo es del 99 % y que la retadora y activista ministra Carolina Corcho les ha mamado gallo a la hora de recoger las propuestas y respetar las líneas rojas de los partidos en los puntos en los que sus jefes ―de por lo menos tres de esos partidos: el Liberal, Conservador y La U― habían intentado acordar con el Gobierno.
El último articulado conocido distaba un buen trecho de reflejar sus inquietudes, que no habían sido recogidas, sobre el futuro de la salud en Colombia.
La segunda gran medida de ese termómetro de la salud -que también marca fiebre- es la forma como los partidos de siempre se siguen comportando como siempre ante la mermelada de siempre que les ofrece el gobierno del cambio. Ayer el único que destapó clara y honestamente sus cartas y se apartó, parece que en forma definitiva, del modelo de atención de la salud a los colombianos que quiere imponer el Gobierno Petro y su terca ministra del ramo, fue el expresidente César Gaviria, que considera el proyecto peligroso, perjudicial, arriesgado y en algunos puntos hasta disparatado.
A no ser que en la noche de anoche el expresidente Gaviria haya dado su brazo a torcer, parece bastante probable que definitivamente no permita que su partido vote por la reforma, con lo cual la aprobación en el Congreso entra en etapa de sudor frío.
Además, no creo que el expresidente Gaviria, después de la frase que le zampó el presidente Petro en el día de ayer, siga dispuesto por lo menos en cuanto al proyecto de salud se refiere, porque el presidente Petro le dijo al expresidente Gaviria: “Si el país piensa que esto va a cambiar porque yo me siento en los salones dorados de Palacio a conversar con el expresidente Gaviria, está muy equivocado”.
Bueno, vamos a ver cómo toma el expresidente esta frase. Además, en vísperas de su cumpleaños, Gaviria va a celebrar su onomástico fuera del país. Y mientras sea él quien otorgue los avales a sus congresistas, distanciado momentáneamente el tema por su viaje, el puñadito de los congresistas que quieren volteársele a Gaviria para apoyar al Gobierno tendrá que pensarlo dos veces.
Paralelamente, las actitudes de la presidenta de La U, Dilian Francisca Toro, y del presidente del Partido Conservador, Efraín Cepeda, ha sido resbaladiza, poco concreta y por lo menos en apariencia deja la impresión de que ellos están a la espera, no tanto de un texto que recoja sus inquietudes, como ellos dicen, sino de algunas canonjías para votar definitivamente del lado del Gobierno.
La tercera cosa que marca el termómetro de la salud es que, honestamente, lo que la señora ministra Corcho quiere, y no se piensa bajar de allí, es, primero: estatizar la salud en Colombia. No es sino verle la cara cuando, en una rueda de prensa, el ministro estadista Alfonso Prada describe que el modelo de salud seguirá siendo mixto.
Segundo: que al árbol de la prestación de salud a los colombianos tenga sus raíces en centros de atención primaria, que sean los que irriguen a los usuarios hacia una prestación de salud más especializada y tener así el control del sartén por el mango. Y tercero: que no haya un Adres o banco de la salud centralizado, sino muchos “adresitos” regados por el país a nivel regional, con lo cual inevitablemente la plata de la salud terminará siendo manejada por gobernadores y alcaldes.
En esos tres puntos se resume el abismo entre Corcho y los que rechazan por absoluta inconveniencia su reforma. A este punto de los acontecimientos lo que me pregunto es si a este proyecto de ley habrá que entubarlo para salvarlo ―como se hacía con los enfermos críticos de covid― o habrá que recurrir más bien a la fórmula del director de la Policía, Henry Sanabria, que es exorcizarlo.
Escuche aquí el segundo Tik Tak de hoy 29 de marzo:
Tik Tak: las perlas del canciller Leyva en Washington
¿Qué fue lo que dijo en la cumbre entre Colombia y Estados Unidos? ¿Y qué le respondieron? En la diplomacia, brillan las buenas formas, pero el diablo, tan de moda por estos días, está como siempre en los detalles. Escuche a María Isabel Rueda.
Suena el segundo Tik Tak de hoy miércoles 29 de marzo en SEMANA y suena por los lados de la cumbre que termina entre Estados Unidos y Colombia en Washington, en la cual hubo reuniones de delegados de ambos países durante dos días y cuyos resultados hay que analizar con lupa.
Porque si algo caracteriza a la diplomacia ―y este era por excelencia un encuentro diplomático― son las formas. En apariencia, todo salió divinamente, y aunque hay diferencias, concluye la cumbre, existe la disposición de avanzar en una agenda conjunta. No es que lo anterior no sea verdad, sino que hay mucho más.
Empezando porque la citación a Washington, que previamente se le había hecho al embajador Benedetti, desde luego no tenía la función —como este explicó— de informarle a Estados Unidos por qué se habían restablecido relaciones con Venezuela. Esa explicación no la necesita, ni la pide ni un bobo.
Los eventos eran más delicados. Léase, por ejemplo, el futuro de Monómeros, cuyos planes de adquisición a buena hora paró Ecopetrol, por ahora, ante la realidad de que Monómeros está fuertemente marcada por el veto de los Estados Unidos. Off the record se comenta que más allá de eso, pudo haber incluido el tema Saab.
La visita de Benedetti a Washington no pasó de ser en su gran mayoría reuniones de nuestro embajador en Venezuela en la sede o en los salones de la Embajada de Colombia con unas ONG que no le niegan su presencia a nadie.
Pero ya en la cumbre —que se cierra esta semana— la estrella sí fue el canciller Álvaro Leyva con sus perlas. Porque viene de Europa de entregarnos una grandotota, una perla hermosa, que si él fuera indígena ya habría incendiado a Colombia.
Pero en esta visita produjo dos perlas más. La primera fue discursearse ante el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, muy emocionado con la afirmación de que Colombia abandonaba su imagen de país asociado con la coca y con la cocaína para ganarse la imagen de la esponja del mundo que va a salvar a la humanidad —la que recuerda Leyva que está en vías de extinción— del cambio climático.
La segunda perla no fue menos notable. Aseguró que, como país aliado de Estados Unidos, jamás Colombia se atrevería a darle sorpresas inesperadas a ese país. Gran mentira, por cierto, porque este gobierno que no lleva ni un año le ha dado por lo menos dos grandes sorpresas.
La primera, el permiso al campesinado colombiano de seguir sembrando coca hasta que buenamente se le presente la oportunidad de sembrar otros cultivos más rentables. Si hoy los campesinos están llenos de hoja de coca, a la que se le ha bajado el precio, no es por falta de demanda, sino por exceso de existencias. Sin embargo, cuando se desembotellen los embudos de las rutas, el negocio volverá a florecer en la ilegalidad, porque las de la legalidad..., ni hablar de eso en el momento.
Y la segunda sorpresa que le hemos dado al Gobierno de los Estados Unidos es que la paz total contempla la negociación con peligrosos zares del narcotráfico y del paramilitarismo. Con los señores de la droga y de los crímenes paramilitares. Lo que Estados Unidos le agradeció a Colombia al final de esta cumbre no es su nueva estrategia en la lucha contra las drogas, sino algo más sencillo: que haya una estrategia.
Pero ante el descubrimiento de que sí la hay, anuncia Estados Unidos que le dará la oportunidad a Colombia, siempre y cuando haya resultados. Así es la diplomacia, todo bien en apariencia, pero el diablo —ahora que lo puso tan de moda el director de la Policía— está en los detalles. Eso sí, adornado con las perlas de nuestro canciller Álvaro Leyva.