Suena el primer Tik Tak de este martes primero de febrero en SEMANA y suena por los lados de la FAO, agencia de la ONU que se ocupa de la alimentación y la agricultura, porque no puede ser serio que se elabore un informe sobre la situación alimentaria de un país prendiendo todas las alarmas, como en el caso de Colombia, y que ante la enérgica queja del Gobierno colombiano por injusto e inexacto los representantes de la FAO reconozcan que sí, que qué pena, que van a rectificar.

Es que el informe -evidentemente de forma abiertamente contextualizada- coloca a Colombia en el mismo lugar de Haití, Etiopía y Sudán como un país con un gravísimo riesgo de no poder ser capaz de alimentar a su población.

Se requirió una nota diplomática de la vicepresidente y canciller, Marta Lucía Ramírez, exigiéndole a la FAO que saque Colombia del lugar en que lo coloca en el mapa del riesgo alimentario, para que la agencia de la ONU reconociera que el informe no refleja los esfuerzos que ha hecho el país por los avances, las mejoras y los progresos en materia alimentaria.

Pero cómo así que un informe de este importancia cambia de sentido según lo que el Gobierno señalado opine. O lo que afirma el informe es verdad o no es verdad, pero la aclaración de la FAO hace quedar muy mal a Naciones Unidas, porque lo que salen explicar sus supuestos expertos es que la intención del informe era otra muy distinta: llamar la atención sobre la población vulnerable de los inmigrantes venezolanos en Colombia.

Pero a la vez ofrecen excusas porque, según reconocen, la presentación no fue la mejor empezando porque no hubo un intercambio con información y datos de las entidades responsables en el país de estos temas; por lo que la realidad que refleja no es objetiva, no tiene una metodología clara y su conclusión que Colombia se enfrenta a una escasez de alimentos es ajena a la verdad.

Episodios como este que nos ocurren en muchísimos otros temas, como la generalización de que la policía colombiana es esencialmente violenta o que el Gobierno ha incumplido de principio a fin los acuerdos de La Habana nos conduce a una reflexión, que quizás en nuestro esfuerzo por actuar mancomunadamente con los organismos internacionales para que avalen nuestros esfuerzos en todos estos frentes, hemos caído en manos de burocracia internacional que los manosea a su antojo.

No hemos sabido hacernos respetar, porque ya vamos en que ante una enérgica y razonada queja del Gobierno nos contestan que qué pena, que tal vez sí tenemos razón, a posteriori, claro. La verdad es que por cuenta de la pandemia el país sí tuvo un retroceso en su lucha contra la pobreza, pero las perspectivas de las cifras de crecimiento que el Fondo Monetario Internacional acaba de subir al 4,5 % nos permiten remar para recuperar el ritmo, lo que nos mantiene por fortuna todavía muy lejos de la hambruna que saca la foto de la FAO.