A las 7:51 a. m. suena el segundo Tik Tak de este jueves 16 de mayo en SEMANA por los lados del rechazo general y contundente a ese repudiable intento de discriminación de las pequeñas hijas del alcalde de Medellín, Daniel Quintero, por parte de un grupo de padres de familia del colegio donde las niñas estudian.

Inexplicablemente, la confrontación política se nos trasladó al templo de la enseñanza, el lugar menos apropiado para que se explayen el odio, la rabia y la indignación que han estado, desgraciadamente, en el centro de esta confrontación política.

Más aún, el incidente saca a flote cómo se ha rebajado, o degradado, nuestra cultura política, que por cuenta de la actitud confrontacional del estilo de Daniel Quintero, esto termine derivando en exigirles al colegio de sus hijas que las saque del plantel, nos debe poner a pensar profundamente en ¿qué estamos haciendo mal?

La madre de las niñas, Diana Osorio, ha rechazado con toda la fuerza de una madre el hostigamiento contra sus niñas de cuatro y dos años, que absolutamente nada, nada, tienen que ver con las diferencias políticas que encarna su padre como alcalde.

¿Cuál es el argumento de la carta de los padres? ―que a estas horas no se sabe si es un padre, son dos padres, son diez padres y madres de familia los que la firman― Que el padre de las niñas, el alcalde de Medellín, se ha hecho famoso por atacar, descalificar, deshonrar y buscar destruir sistemáticamente toda la estructura social y empresarial fundada en grandes valores. Eso, entre comillas, dice la carta de los padres de familia.

Es cierto que con frecuencia a este alcalde Quintero se le ha ido la mano en su vocabulario y actitudes frente a sus opositores. Ha llegado hasta a llamar mafiosos a los empresarios antioqueños y recientemente acusó al exalcalde y actual candidato Fico Gutiérrez de haber dado la orden de matarlo.

Si bien al alcalde Quintero le convendría moderar sus términos políticos, cuidar el lenguaje que utiliza y pensar dos veces antes de lanzar gravísimas acusaciones disociativas contra sus contendores, la sociedad entera tiene que levantarse en protesta por el intento de trasladar estos reclamos políticos a dos pequeñas niñas que van a un colegio a aprender a leer y, desde luego, a complementar valores como la convivencia, la tolerancia y la disciplina.

Lo que podemos concluir es que el episodio de las pequeñas de los Quintero Osorio debe servirnos de sacudón. Dejar la política en su escenario y sí, claro, vigilar sus formas, y dejar a nuestras niñas alejadas de la violencia, no solo física y verbal. Y claro, garantizarles que el inicio de sus vidas sea lo más armónico y seguro posible. Es lo mínimo, lo mínimo, que Colombia puede hacer por sus niños.