A plena luz del día, en diferentes puntos de Bogotá, vecinos y transeúntes fueron testigos, en días distintos, de tres tiroteos que dejaron cuatro personas muertas, entre ellas el patrullero de la Policía Edwin Caro, de 24 años, y dos heridos. La sensación de inseguridad se disparó, y la gente, literalmente, está presa del miedo, como pocas veces en su historia reciente.
Para muchos transitar hoy por las calles de Bogotá se convirtió en un peligro ante el acecho de la delincuencia. Aunque por ahora no hay información que permita conectar los diferentes episodios, y en uno de ellos se investiga un posible ajuste de cuentas entre esmeralderos, lo cierto es que llegó la hora de revisar a fondo qué pasa con la seguridad.
Pese a que algunos delitos se redujeron por el efecto de la pandemia, otros, como el atraco, el fleteo y el sicariato, aumentaron. El regreso progresivo a la normalidad ha venido acompañado de un preocupante recrudecimiento de la criminalidad.
Aun cuando la entonces candidata Claudia López hizo mucho énfasis en que sería la jefe de la Policía y haría temblar a los delincuentes, eso no ha ocurrido. Por un lado, lo que se ha visto es una inconveniente y permanente tensión con la Policía Metropolitana, y, por el otro, los que están haciendo temblar a los ciudadanos son los delincuentes.
¿Dónde están las estrategias de la Alcaldía para contener al hampa? ¿Qué medidas de choque se han puesto en marcha? ¿Cuál es la política pública para frenar los delitos? El viernes la alcaldesa ordenó prohibir el parrillero en las motos de los domiciliarios, pero expertos han puesto en duda la eficacia de dicha medida.
Como si todo esto fuera poco, y en medio de la crisis provocada por los tiroteos, la alcaldesa de nuevo agitó la bandera de la xenofobia, intentando evadir su responsabilidad al culpar otra vez a los venezolanos por la criminalidad en la capital.
Ella no ha podido entender que hacer énfasis en la nacionalidad de las personas incita a la discriminación y promueve la estigmatización frente a unos migrantes vulnerables, la mayoría de los cuales están en Colombia buscando salir adelante.
Así se lo han hecho saber todas las organizaciones defensoras de derechos humanos. Por eso, muchos se preguntan en dónde quedó la candidata que en campaña se comprometía a luchar contra la xenofobia.
En esta oportunidad, hasta sus aliados más cercanos, como Sergio Fajardo y Juanita Goebertus, la dejaron sola y la cuestionaron por esta nueva salida en falso. A Claudia López la compararon con Donald Trump.
“El discurso de xenofobia contra los venezolanos es peligroso y fomenta la violencia”, dijo el presidente Iván Duque, cuyo estatuto para ayudar a los migrantes ha sido aplaudido a nivel mundial, empezando por el papa Francisco. La mayoría de los concejales también le reclamaron a la alcaldesa por sus declaraciones y por el deterioro de la seguridad en Bogotá.
Si las cosas siguen como van, el problema puede persistir e, incluso, agravarse si la mandataria no decide hacer un alto en el camino y revisar con cabeza fría lo que está pasando.
En primer lugar, desde hace tiempo, ha venido chocando en público y en privado con su secretario Hugo Acero, un funcionario experto, que conoce el funcionamiento de la Policía y el Ejército, y que dio resultados cuando trabajó en el pasado con los alcaldes Antanas Mockus y Enrique Peñalosa.
En diferentes escenarios, lo que ha hecho la alcaldesa es reprenderlo, dejando en evidencia un inoportuno choque de trenes en el Palacio Liévano.
En segundo lugar, la alcaldesa debe ejercer liderazgo y comandar la Policía Metropolitana, tal como se lo ordena el artículo 315 de la Constitución, y como lo prometió en la campaña. Ella está en su derecho de pedir que los policías envueltos en actos reprochables sean castigados con todo el peso de la ley.
Pero ha ido más allá y ha propiciado una inédita ruptura institucional que no le conviene a nadie. Los policías no se sienten respaldados por su comandante en jefe, muchos de ellos se sienten juzgados por sus generalizaciones injustas y tienen la moral en el piso.
Todo eso favorece a las bandas criminales. Cuando se posesionó, Claudia López dijo: “Construyamos juntos una ciudad en la que se pueda vivir sin miedo, en paz, con justicia y seguridad; una ciudad cuidadora”. Un año y tres meses después, nada de eso se ha visto.