Álvaro Uribe y Gustavo Petro le están ayudando a Sergio Fajardo en su estrategia electoral. El primero lo señaló de ser el candidato de Juan Manuel Santos, y el segundo no ha hecho nada distinto que criticarlo porque el exgobernador de Antioquia no quiere aliarse con él. Que los dos principales líderes que dividen a la opinión pública cuestionen de forma simultánea a Fajardo lo favorece en su propósito de ser el candidato del centro en las presidenciales de 2022.

“Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, dijo Fajardo esta semana al publicar, en una misma fotografía, los cuestionamientos de Uribe y Petro. Justo cuando el país atraviesa por una aguda polarización, la principal estrategia de Fajardo es la misma de 2018: no sumarse al coro de la confrontación, no incentivar la división entre unos y otros, y transitar por el complejo camino del medio que hasta ahora le ha dado resultados.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2018, el entonces candidato de la Alianza Verde, el Polo y Compromiso Ciudadano obtuvo 4.589.696 votos. Fue un enorme potencial electoral que Petro quería sumar para intentar derrotar a Iván Duque en la segunda vuelta. Pero Fajardo se fue a ver ballenas, se alejó de lo que llamó el mundanal ruido, y el uribismo le ganó sobrado a Petro.

El escenario para la próxima campaña se repetirá con un ingrediente adicional, pues el uribismo y el petrismo se están uniendo en un Toconfá: Todos contra Fajardo. Las razones de unos y otros son distintas, aunque el objetivo sea el mismo, atajar a un político al que no le incomoda el rótulo de tibio y que no quiere desgastarse en la confrontación. Respeto pese a las diferencias va a ser su frase favorita.

Consciente de su desplome en popularidad, Uribe busca construir desde ya una narrativa para pelear en 2022 y ha decidido fustigar sorpresivamente a Fajardo, tratando de hacerlo ver como si fuera el candidato de Santos, su conocido archienemigo.

El punto más importante del libreto del Centro Democrático es el referendo que propone Uribe: derogar la JEP, alma del acuerdo de paz con las Farc. A eso le suman ahora graduar de santista a Fajardo, lo cual puede exacerbar las emociones del uribismo más radical.

En el caso de Petro, la bronca es mucho mayor. Él no le perdona a Fajardo el desplante de 2018 y que le haya arrebatado una buena cantidad de votos en un sector de la izquierda, gracias a las alianzas con Jorge Robledo y Claudia López, quien fue su fórmula vicepresidencial.

El exalcalde de Bogotá radicalizará aún más su discurso y apelará al populismo con el fin de que los votantes se enfrenten únicamente a dos grandes bloques: la derecha de Uribe y la izquierda de Petro. La apuesta es arriesgada, y los resultados de 2018 y de los últimos comicios locales mostraron que hay un electorado cansado de la polarización, ubicado en el centro.

Precisamente, en la más reciente encuesta de líderes de opinión de Cifras y Conceptos, llamó la atención que, además de luchar contra la corrupción, disminuir la polarización sea considerado uno de los principales desafíos para lo que viene. Eso es el reflejo del desgaste de la confrontación que impide que el país logre acuerdos para sacar adelante reformas estructurales.

Los extremos se terminan pareciendo, y los caminos de Uribe y Petro confluyen ahora hacia Fajardo, quien marca bien en las encuestas de intención de voto y de favorabilidad. El exgobernador de Antioquia no quiere comprar esas peleas y sería raro que se le viera responder con la misma moneda. Simplemente, pondrá en evidencia el Todos contra Fajardo, lo cual le encaja perfectamente en sus propósitos electorales.