Este lunes 13 de noviembre, se cumplen 38 años de la tragedia que conmocionó Colombia, uno de los episodios más difíciles de la historia del país. Se trata del desastre natural que ocurrió en Armero, el municipio del Tolima que terminó sepultado bajo agua, piedras, escombros y lodo.

Al amanecer de ese año, 1985, una pequeña erupción del volcán Nevado del Ruiz produjo un desastre que, según reporte de las autoridades, cobró la vida de más de 25 mil personas —el 94 % de la población—, entre ellas Omaira Sánchez, una niña de 13 años que se convirtió en símbolo de lo ocurrido. Además, se perdieron al menos 4.200 viviendas y 20 puentes.

Muchos científicos, escaladores y personajes de la vida política, un año antes de la tragedia, advirtieron sobre la catástrofe que ”se veía venir” y que, aseguran, las autoridades no escucharon. De hecho, en los años de 1595 y 1845 se presentaron dos avalanchas producto de erupciones volcánicas, por el río Lagunilla, orilla en la que se ubicaba Armero.

El municipio colombiano era la tercera población más grande del departamento de Tolima. Sus tierras eran altamente fértiles, debido a su cercanía con el volcán; tan solo 48 km lo separaban del Nevado del Ruiz y 169 km de Bogotá. Asimismo, antes de la catástrofe, este municipio era un importante centro agrícola que producía cerca de la quinta parte del arroz en el territorio nacional.

El parque Los Fundadores en el corazón de Armero era el lugar de encuentro de los armeritas. Crédito: César Zárate / Fundación Armando Armero.

La historia de Omaira Sánchez

Sin duda, una de las historias más recordadas y que más impactó a los colombianos fue la de Omaira Sánchez, una niña de 13 años que murió tras quedar atrapada bajo el agua, el lodo y los escombros que arrastró la avalancha, y que, además, dejó sepultados a su padre y a otros familiares.

Fueron 60 horas durante las cuales la joven se aferró a la vida. Fue tal la conmoción que desató su rescate que se convirtió en un símbolo de la tragedia de Armero.

Finalmente, luego de tres días de permanecer bajo esas circunstancias, Omaira decidió soltarse de un palo que la mantenía a flote: “Mami, te quiero mucho, papi, hermano. Adiós, madre”, fueron sus últimas palabras.

Omaira falleció por hipotermia y necrosis en las piernas, según se describe en la historia.

Hoy, en su honor, fue ubicada una cruz justo en el lugar de su deceso, convirtiéndose en un lugar de fe, esperanza y oraciones. De hecho, 38 años después, turistas y peregrinos acuden al lugar no solo para conocer de cerca lo ocurrido, sino para pedirle milagros y rezar en su nombre. Incluso, muchos hablan de beatificarla, pues a ella se le atribuyen peticiones cumplidas.

Un ejemplo de ello ocurrió en Melgar. Se trata de Eugenia, quien fue diagnosticada con un cáncer que comprometía varios órganos de su aparato reproductor. Buscó tres opiniones médicas y todas coincidían: la única solución para evitar un desenlace fatal era una cirugía.

Ella no quería ser intervenida porque eso implicaba despedirse de la posibilidad de ser madre. Decidió ir a la tumba de Omaira y tres meses después no sentía los dolores que no la dejaban ni sentar. A los seis meses se realizó exámenes y estaba completamente libre de cáncer. Volvió a agradecerle a la niña con una placa, pero dice que hasta la fecha desconocía que tenía que ir a la diócesis a reportar el milagro.

Francisca es una chilena que requería con urgencia una cirugía de la vesícula. En su país, según manifiesta, la salud pública la obligó a entrar a una lista de espera de tres años para realizarse la operación a un costo más bajo, de lo contrario tendría que pagar hasta 3.000.000 de pesos chilenos, dinero con el que no contaba, pues su salario mensual es de 400.000.

En medio de la agonía que le producía la enfermedad, vio un reportaje de televisión sobre Armero. Ella recordó a la niña atrapada en el lodo, tenían casi la misma edad cuando las imágenes le dieron la vuelta al mundo. “Vi que mucha gente tenía fe en ella y le pedí con mucha humildad y amor que me ayudara a que pasara un milagro”, dijo Francisca en su momentos a SEMANA.

Pasaron tres días, casi las mismas horas que Omaira padeció en el lodo, y recibió una llamada del hospital: le anunciaban que sería operada con prioridad. Ni médicos ni enfermeras sabían explicar qué había pasado. “Yo sabía que era la niñita Omaira la que había intercedido para que Dios me ayudara. Por eso corrí a una capilla a agradecerle. Espero algún día visitarla en Colombia”.

¿Qué ha ocurrido para evitar estas tragedias?

Con el fin de evitar nuevos eventos que terminen como la tragedia de Armero, tres años después —en 1988— fue creado el Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres, el cual reemplazaron por el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, en 2012.

A su vez, en el país implementaron un programa de monitoreo volcánico, el Observatorio Vulcanológico de Colombia, que inició en Manizales en 1986 y se extendió a Pasto en 1989 y Popayán en 1993.

De acuerdo con una referencia del diario La Patria, citado por Infobae, el director general del Servicio Geológico Nacional, Óscar Paredes, explicó: se “implementó todo un programa que cuenta con más de 650 estaciones sismológicas digitales, que permiten vigilar las 24 horas 30 volcanes que hay hoy activos en Colombia, con el acompañamiento de expertos de México, Estados Unidos, Japón, Costa Rica y Alemania”.

Omaira falleció tras días de aferrarse a la vida.