A las 130 hectáreas (2.1 kilómetros) del parque temático Panaca, en el Quindío, las arropa un silencio incómodo y prolongado. En un día de fin de semana, recibían en promedio dos mil visitantes, pero la pandemia cortó de tajo ese vínculo y transportó a cero esas cifras. Con el cierre, hasta los animales tuvieron que irse, fueron trasladados a fincas cercanas para optimizar gastos.  Jorge Mario Acosta, director de mercadeo y ventas de Panaca, explica que los caballos y otros mamíferos ahora están en predios de algunos socios del parque. El mantenimiento representa un gran gasto y por ahora no ven una salida concreta. “Aquí no podemos hablar solo de estos tres meses de cuarentena, sino de lo que va a pasar cuando podamos abrir. Estimamos entre 15 y 17 mil millones de pesos en pérdidas”, dice. 

 

Así se ve Panaca sin la presencia de público. La incertidumbre de cuándo abrirán reina en ese lugar. Foto: Luz Piedad Herrera. De los 320 trabajadores quedan 220. Es imposible sostenerlos a todos. A los que aún se mantienen no les pagan el salario completo; en cambio, Panaca les cedió sus diez unidades productivas —lácteos, trapiche, panadería y planta de transformación— para que aprovecharan esos recursos y los comercializaran. El dinero va a una cooperativa donde están afiliados la mayoría de colaboradores.  Vea el video del recorrido por sitios turísticos del Eje Cafetero 

“Este año veníamos con un crecimiento del 23%, respecto al año pasado. Era un año que prometía muchas cosas para Panaca. Los ejercicios con la banca no han sido fáciles en medio de esta pandemia”, dice, que es un conversador de largo aliento con quien se podría vaciar un termo de café en una de las tantas tardes nubladas que decoran el verde del Eje Cafetero: “Parte de nuestra esencia es la diversión con propósito y demostrarle a Colombia por qué sin campo no hay ciudad”. 

En este lugar se realizaba el tradicional show con los caballos. Foto: Luz Piedad Herrera “Esto fue un freno de mano”

El Parque del Café ha dejado de recibir más de 80.000 visitantes durante esta cuarentena. Foto: Luz Piedad Herrera. Jhon Faber Giraldo podría describir muchas de las 125 hectáreas del Parque del Café y en cada una detenerse para contar una historia. Es un narrador de esos que transportan a su interlocutor a un viaje en el tiempo mientras sus piernas se mueven casi por instinto entre las atracciones silenciadas por la pandemia. Esos grandes armazones donde en la mayoría de ocasiones la alegría era un bien insoportable. 

“Esta es la última. La trajeron hace dos años y costó $20.000 millones”, dice Faber en medio de inmensos barrotes amarillos incrustados en una montaña repleta de café. Es la montaña rusa Yippe, única en su especie en Colombia. Llegó desde Alemania. El tapabocas trata de desdibujar su entusiasmo cuando habla, pero los ojos lo delatan. 

La montaña rusa Yippe fue la última atracción que llegó al Parque del Café. Foto: Luz Piedad Herrera. Detenido sobre la plazoleta principal, y con una vista descendente del parque, cuenta que en 25 años han recibido a 15 millones de personas. Asegura que para este 2020 las proyecciones eran más altas que cualquier otra temporada. Tan solo en los primeros tres meses registraron ochenta mil visitas; lograron colarse en la lista de los diez mejores parques temáticos de Latinoamérica, según la Asociación Internacional de Parque de Diversiones y Atracciones (IAAPA por sus siglas en inglés), pero todos los pronósticos se vinieron abajo con la llegada de la covid-19. Un cambio brusco e inesperado, como uno de esos giros de las montañas rusas.  Vea el video sobre la situación de estos lugares 

“Esto fue un freno de mano. El parque cerró hace tres meses y la mayoría de proyectos para este año se fueron a pique. Hoy la administración está haciendo un esfuerzo enorme por mantener a sus 500 colaboradores, a quienes se les sigue pagando su salario normal”, explica Faber.  

Faber llegó al Parque del Café hace 21 años. Era un jovencito que buscaba su lugar en el mundo tras prestar el servicio militar obligatorio. Un tío, que ya trabajaba en el lugar, le habló de un reemplazo en el área de aseo. La corta estadía se prolongó y las expectativas crecieron. Meses después pasó a taquilla, también estuvo en logística, seguridad, animación y recursos humanos. Su nombre ya era popular en el parque y sus jefes decidieron ayudarle con su sueño de ser profesional. Estudió comunicación social y se especializó en comunicación estratégica. Desde hace diez años es el jefe de comunicaciones y publicidad. Ver el parque cerrado le produce nostalgia. Y no solo a él, también a la economía de Quindío, segundo departamento más pequeño de Colombia, pero el primero con más parques temáticos.  El Parque del Café tiene 125 hectáreas de propiedad, pero solo 58 de ellas están habilitadas; 27 atracciones, entre mecánicas y shows; y un museo que rinde tributo al café. Armenia, Montenegro y La Tebaida lo custodian con una especie de triángulo: el parque está en la mitad. 

Las pérdidas por el cierre del parque ascienden a siete mil millones. Foto: Luz Piedad Herrera. “Esto es un mundo de mucha diversión, café y aventura. Pero hoy estamos en una situación de crisis, se ha hecho un esfuerzo enorme de sostener la nómina con los ahorros, sin embargo, ante esta situación no hay dinero que aguante. Las pérdidas ya ascienden a siete mil millones de pesos. Por el cierre nos han dejado de visitar 120.000 turistas”.  En el Quindío, departamento de café y turismo, el panorama desafortunadamente no es muy diferente. María Teresa Ramírez, secretaria de Turismo, Industria y Comercio, habla de un cierre masivo de establecimientos por cuenta de la pandemia: “95 empresarios han considerado cerrar sus negocios durante la crisis, de ellos 69,2 % corresponden a alojamientos rurales. El Quindío recibió 1.200.000 visitantes en  2019 y hoy, a seis meses de finalizar el 2020, no vamos ni en el 20% de esa cifra”, dice.

La única esperanza para cientos de empresarios es la aprobación y desembolso de créditos bancarios. La idea son préstamos con al menos dos años muertos y un plazo mínimo de diez años. Si eso no ocurre, su operación peligra aunque pudiera abrir hoy las puertas al público, porque habrá un proceso lento de retorno de visitantes. ¿Quién se animará a ir a un parque o cualquier sitio turístico en medio de una pandemia?  “Los animales no sienten la pandemia”

El parque Ukumari ha puesto en marcha un programa para apadrinar animales. Foto: Luz Piedad Herrera Al otro lado, en Risaralda, el bio parque zoológico Ukumari también ruega porque lleguen las ayudas bancarias. Su situación es particular. Tienen decenas de animales silvestres rescatados por corporaciones de las manos de traficantes o de maltratadores, y aunque sus puertas están cerradas al público, la operación continúa. Los 90 empleados no han parado sus trabajos, porque de ellos dependen muchas vidas. “Los animales no sienten la pandemia”, cuenta Sandra Milena Correa, gerente de Ukumari. Ella, que pareciera tener la virtud de hablar con aves y mamíferos, se quiebra cuando empieza a hacer cálculos para saber hasta cuándo les alcanzarán los ahorros.  La falta de público tiene extrañados a los animales. Algunas aves parecen no tolerar la soledad. A Ukumari han dejado de llegar cien mil visitantes tras el cierre. Semana Santa, puentes festivos y esta temporada de vacaciones estaban marcadas con caritas felices en el calendario de 2020. Este bioparque, de 44 hectáreas, con cuatro años y en pleno crecimiento, necesitaba como ningún otro esos indicativos positivos que pintaba el presente año. 

“Este es un parque que se sostiene por las entradas. Ya enviamos los protocolos al Gobierno y estamos a la espera de respuestas, porque cada mes que pasa el mantenimiento de los animales nos cuesta 350 millones de pesos. Las pérdidas en estos tres meses ya ascienden a dos mil millones”, dice Sandra Milena Correa.  Mientras eso sucede han puesto sobre la mesa opciones para tratar de aliviar las cargas económicas. Una de ellas es que particulares puedan apadrinar a algunos de los animales y colaborar con dinero o recursos para su alimentación.  Y es que en el Eje Cafetero está afectada toda la cadena turística. Desde hoteles, parques, agencias de viajes, restaurantes hasta guías turísticos. Hace un año en Manizales el ingeniero industrial Sergio Henao Herrera echó a andar su sueño de toda una vida y se dedicó a vender recorridos por Quindío, Caldas y Risaralda.  Los paseos eran en moto, bicicleta o carro. Visitaban museos en las principales ciudades, cafetales en el campo, hacían senderismo en el nevado del Ruiz, y trepaban en atracciones mecánicas en parques temáticos, hacían un repaso por la historia en casas tan antiguas como la religión católica en América.  El tapabocas no logra ocultar los gestos de tristeza ante la difícil situación. Al Eje Cafetero no llegan turistas y todas las reservas fueron canceladas, incluso tendrá que devolver dinero si todo continúa igual. “Nosotros estamos en el fondo de la cadena turística, pero sufrimos igual la crisis”, asegura.  Los relatos de la crisis en el sector del turismo podrían llenar periódicos enteros, la pandemia desestabilizó el mercado y pasará un largo tiempo para que encuentre nuevamente estabilidad. A lo lejos se abre una luz de esperanza con la apertura de parques temáticos en la ribera Maya, México. Ese piloto servirá como hoja de ruta para Colombia. Mientras tanto, Faber es optimista y todos los días sueña con estar ahí cuando ingrese el primer visitante al Parque del Café: “No podremos tocarnos, pero seguramente nos abrazaremos con la mirada”. "El eje cafetero es una maravilla" 

El tenista Robert Farah, ganador de Wimbledon 2019 en la modalidad de dobles, se encuentra por estos días pasando la cuarentena en el Eje Cafetero, región de Colombia que describe como maravillosa  "El Eje Cafetero es mágico. Acá es lugares muy bellos, estos tres departamentos son una joya colombiana; he podido recorrer algunos como el Valle del Cocora, los termales, reservas naturales. Ojalá que todos podamos disfrutar pronto de estas maravillas, cuidando siempre la naturaleza y aprender de ella", dijo el deportista.