A las 2:00 de la tarde del sábado 6 de junio en Salento, Quindío, se vivió un hecho insólito para las nuevas generaciones. Por primera vez en varias décadas hubo una manifestación, toda una rareza en ese pueblo de no más de cuatro mil habitantes en el casco urbano. Un puñado de comerciantes se plantó en la plaza principal, muy cerca a la alcaldía, para pedir la apertura del comercio. “Sin turismo, moriremos de hambre”, decía una de las pancartas. La tranquilidad del pueblo más visitado del Eje Cafetero se vio interrumpida por una protesta de hambre.  Salento, ese pequeño caserío de colores en el corazón del Eje Cafetero, está blindado desde hace tres meses. Nadie entra ni sale sin una orden emitida por la administración municipal. El pueblo acostumbrado a recibir 1.500.000 turistas al año tiene sus puertas cerradas y calles despobladas. Ahora el municipio parece una estampa decorativa de cualquier obra de teatro. 

Salento lleva tres meses encerrado, sin salida ni entrada de personas. Foto: Luz Piedad Herrera  Las barreras están en las dos entradas principales de Salento, muy cerca de la espesa vegetación que hasta hace tres meses daba la bienvenida a los turistas. Allí operan día y noche funcionarios de la alcaldía acompañados por miembros del Ejército. El retén es improvisado con una guadua atravesada en la vía. Todo viajero debe rendir cuentas y mostrar la carta expedida directamente por la alcaldesa Beatríz Díaz Salazar, luego los vehículos son desinfectados con químicos caseros.

El psicólogo Germán Estrada Mariño, que se quedó encerrado en Salento, acompañó el plantón pacífico: “La gente está inconforme porque literalmente ya no tienen para comer”, dice. 

La plazoleta principal de Salento que en otrora en un lugar de masivas concentraciones, hoy está solo. Foto: Luz Piedad Herrera. La administración municipal no puede hacer mucho. Abrir el pueblo puede ser una puerta para que se filtre el virus, y no tienen centros asistenciales de alto nivel. El problema es que Salento se debe al turismo.  Vea el video del recorrido por los sitios turísticos del Eje Cafetero 

“Ha sido difícil. Estamos haciendo una reactivación interna, pero nuestra masa de consumo siempre fue una población flotante. O sea, personas que venían de afuera. El 95% de la economía de Salento pertenece al turismo”, explica Leidy Yuliana Toro, secretaria de Turismo municipal.  Las ayudas para atender la crisis económica por la covid-19 alcanzaron hasta el mes pasado. En Salento ya no hay mercados por repartir, todos se agotaron. “Aquí los únicos que no están quebrados son los supermercados y panaderías. De resto, la mayoría de negocios tienen saldos rojos”, dice Estrada Mariño. 

Las largas filas de carros buscando parqueadero en otrora, hoy parecen cuentos de ficción. Los portones de restaurantes y sitios de bisutería reposan imponentes ocultando la tristeza e incertidumbre de los más afectados. La Calle Real que alberga casonas coloridas y todo tipo de artesanías está desdibujada por la excesiva calma. “La mayoría de negocios aquí son familiares y están ad-portas de un cierre definitivo. Esto es lo peor que le puede pasar a Salento, porque cuando todo esto pase los turistas se encontrarán un pueblo casi fantasma”, comenta Gladys Castaño, dueña de un comedero que lleva el mismo nombre.

Las pérdidas en Salento pueden ascender a tres mil millones de pesos. El 95 por ciento del municipio depende del turimo. Foto: Luz Piedad Herrera Ella también fue al plantón. La covid-19 les preocupa, pero aún no tiene el poder de agobio que traen las deudas y la incertidumbre financiera. Los comerciantes de Salento quieren abrir el pueblo, porque en ese lugar de 337 kilómetros cuadrados no hay otra fuente de ingreso. 

Las opciones, entonces, se reducen a tres posibilidades: abrirse al mundo y tratar de recuperar el mercado del turismo conforme se reactive la economía, a pesar del riesgo latente de la covid-19; continuar con el cierre y buscar fuentes de ingreso inmediatas que subsanen las pérdidas; gestionar ante el Gobierno nacional un plan asistencial con mercados y alivios financieros mientras dure la pandemia.  “Hemos contemplado muchas opciones, pero esto no es fácil. ¿Cómo hacemos para cambiar de la noche una dinámica económica que siempre se fundamentó en el turismo?”, se reprocha la secretaria Toro. 

La apertura del comercio interno no ha servido para paliar la crisis. Comerciantes piden abrir el municipio. Foto: Luz Piedad Herrera La Gobernación del Quindío está a favor de iniciar pilotos en municipios como Salento para la reapertura del comercio a visitantes. Si a partir del primero de julio se habilita el transporte intermunicipal, la balanza de la administración departamental se inclinaría a una apertura total.  “Desde el Quindío queremos mostrarle al país cómo reactivar el sector turístico con todas las garantías de bioseguridad, porque tenemos lo necesario para hacerlo, es por ello que se adelantan conversaciones con el Viceministerio de Turismo para que nos conceda el aval de ser pioneros en esta reactivación”, explica María Teresa Ramírez, secretaria de Turismo Departamental.  Así se reinventa el Eje Cafetero 

“No nos olviden”, decía otra de las pancartas sostenida por una joven pareja. De eso se tratará cuando el país se acomode a la nueva normalidad, aseguran. Sus nombres son Juliana y Esteban. Tienen un pequeño negocio de camisetas estampadas y vasos personalizados con lo mejor de Salento. No quieren que el Gobierno se olvide que la pandemia los golpeó fuerte y la recuperación tardará un par de años. Y esperan que el miedo en Colombia no se profundice tras la cuarentena, porque solo serán los visitantes quienes los ayuden a salir de la debacle.