Los domingos ya no son iguales en Zipaquirá, el antiguo municipio de Cundinamarca ubicado a solo 30 kilómetros de Bogotá, en pleno centro de la sabana. La zona histórica y la plaza de los comuneros, antes llenas de turistas y de visitantes que recorrían sus calles adornadas con casas con estilo colonial y republicano, ahora están completamente vacías, como en un pueblo fantasma. Los restaurantes, que ese día solían estar llenos de familias bogotanas, de turistas extranjeros o de ciclistas que paraban a descansar en su ruta, están desocupados y solo algunos funcionan a punta de domicilios. Y la Catedral de Sal, una de las maravillas arquitectónicas de Colombia, que solía recibir a miles de personas cada fin de semana, está cerrada desde el pasado 17 de marzo. La crisis generada por el coronavirus tiene al municipio, como a muchos otros, en pausa y con las puertas cerradas. Pero es sobre todo el cierre de la Catedral, uno de los destinos turísticos más visitados del país, el que ha generado mayor impacto. Mientras sus imponentes bóvedas, naves y altares, construidos en las antiguas minas de sal del municipio, y adornados con esculturas de sal y de mármol, permanecen desocupados, muchos están preocupados, contando las pérdidas. No solo porque el lugar ha dejado de recibir a unos 50.000 turistas mensuales, con todo lo que eso implica para sus finanzas, sino también porque eso ha impactado a todo el pueblo. “Lo que nosotros calculamos es que más o menos el 10 o el 20 por ciento de la población tiene que ver con el turismo: hoteleros, chefs, meseros, taxistas, guías turísticos, comerciantes con negocios cerca de la catedral. Todos ellos están parados”, explica Orlando Sotelo Suárez, el gerente de la Catedral de Sal.
Las cuentas son complicadas: la catedral aspiraba a recoger 17.000 millones de pesos este año, pero como van las cosas, ya bajaron las previsiones a 5.000 millones. Y aunque la reserva presupuestal ha permitido que los 83 empleados directos que trabajan allí y en el parque de la sal (la zona circundante a la catedral) mantengan su puesto con el mismo salario, si el cierre se mantiene por varios meses más, es probable que tengan que buscar acuerdos para ajustar los pagos. Aún peor es la situación de las personas que tienen trabajos informales o empleos en otras empresas y que dependen de que la catedral funcione, como operadores turísticos, funcionarios de cafeterías o vendedores de artesanías: están sin ingresos desde mediados de marzo.
La plaza de los comuneros, ubicada en el centro histórico del municipio, solía recibir a cientos de visitantes y turistas que recorrían sus calles coloniales y republicanas. Foto: Daniel Reina. Laura Murcia, la secretaria de desarrollo económico y turismo, lo resume en una cifra aterradora: el municipio calcula que entre hoteles, bares, restaurantes, vendedores ambulantes, comerciantes, empresas dedicadas al turismo y la propia catedral, hay una pérdida promedio de más de 20.000 millones de pesos mensuales.
Una de las afectadas es Nubia Suárez, dueña de la cadena de restaurantes La Carreta y del Ecoparque Nukasa, en la zona rural del municipio. La sede principal de su restaurante, una hermosa casa en el centro histórico, hace parte de una ruta gastronómica, avalada por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, con otros 7 establecimientos, para potenciar al municipio como un destino gastronómico, por lo que solían visitarla turistas extranjeros, empresarios y varias familias bogotanas. Sin embargo, desde que comenzó la cuarentena, las visitas pararon y las ventas se cayeron. “Estamos aislados y pidiendo a gritos que algo pase. Sabemos que tenemos que reinventarnos, pero ahorita lo que estamos haciendo es tratando de sobrevivir”, dice. Hasta el momento continúan vendiendo a punta de domicilios y han intentado potenciar sus redes sociales, pero no ha sido lo mismo: “nuestra especialidad es el lomo al trapo, uno de los platos tradicionales del municipio, y normalmente lo vendíamos mucho, a 60.000 pesos, pero ahora en los domicilios nos toca mover los platos que van de de 18.000 a 20.000”. Además, por falta de pago durante los primeros meses de la cuarentena, les cortaron el servicio de luz, y perdieron más de un millón de pesos en carnes y pescados que tenían refrigerados.
El equipo de La Carreta, liderados por Nubia Suárez, antes de que comenzara la crisis actual. Actualmente están ella, su esposo y sus dos hijas.. Otro restaurante que solía ser visitado por muchos turistas y que ha visto un bajón de sus ingresos es La Komilona de Andrés. Su gerente, Clara Patricia Castillo, cuenta que normalmente tenían ventas de 70 u 80 millones de pesos al mes (aunque en diciembre pasado lograron hacer 90), pero que ahora, en medio de la emergencia, no llegan sino a los 15 millones. Y eso, que es mucho comparado con lo que hacen otros restaurantes del municipio, lo han logrado gracias a que les hacen domicilios a algunos de sus clientes fieles que viven o trabajan en municipios vecinos como Cajica, Sopo, Chia, Cogua o Tocancipá. Aún así, pasaron de 12 empleados -7 vinculados directamente y 5 que trabajaban por horas- a solo 4, incluyéndola a ella y su esposo.
La peor situación, sin embargo, la viven los operadores turísticos. Carla Paola Serrano, por ejemplo, tiene una agencia llamada Quira Tours, que atendía a unos 1.200 visitantes mensuales, el 70 por ciento de ellos extranjeros. Actualmente no solo tiene ingresos nulos, sino que el cierre de actividades la cogió luego de haber hecho una alta inversión en boletas para visitar la Catedral de Sal en semana santa, una de las épocas con más visitas al municipio. Todo eso se perdió. Actualmente, sobrevive gracias a La pringamosa, un restaurante con el que está haciendo domicilios, y su única esperanza es que en septiembre reabran los vuelos internacionales para que vuelva el caudal de turistas extranjeros. “Estamos muy mal. Con lo poco que va entrando uno va subsistiendo, pero los ahorros ya se están acabando y en este tipo de negocios uno no puede vivir de los ahorros”, dice. Algo similar pasa en el hotel Cacique Real, ubicado en el centro del municipio, que en el 2019 vivió uno de sus mejores años con una ocupación del 62 por ciento. Estuvieron cerrados entre el 27 de marzo y el 1 de junio, cuando les autorizaron a abrir, y actualmente no tienen ningún huésped. “En cuanto a los turistas es normal, pero lo que nos preocupa es el sector corporativo, las personas que trabajan en empresas de la zona y que vienen a hospedarse por cuestiones de trabajo. Ellos representan el 80 por ciento de nuestra ocupación”, cuenta el gerente, Manuel Arevalo. El hotel es una empresa familiar y debido a estos problemas financieros, tuvieron que sacar a dos empleados y rebajar los sueldos, de común acuerdo, a los nueve restantes.
El hotel Cacique Real, ubicado en pleno centro histórico, abrió nuevamente el pasado 1 de junio y actualmente no tiene a ningún huesped alojado. La idea de sus dueños es mantenerlo , pues es un negocio que ya lleva 22 años. Con la mira puesta en el futuro La crisis actual, sin embargo, ha permitido que muchos en Zipaquirá piensen en cómo potenciar el atractivo turístico del municipio para que a futuro, cuando toda esta situación termine, puedan atraer a cada vez más personas. “Nosotros, los comerciantes que nos dedicamos a esto, siempre habíamos notado que las administraciones municipales no dimensionaban la importancia del turismo para Zipaquirá -explica Castillo-. Pero esta situación ha cambiado las cosas”.
La Catedral de Sal, de hecho, ya está trabajando para estar lista cuando el presidente de la orden de reabrir los sitios turísticos. “Nuestra mayor preocupación es que cuando eso pase, podamos lograr que a la gente no le de miedo visitarnos”, explica el gerente Orlando Sotelo. En ese sentido, están adecuando lavamanos y suministro de gel y de alcohol en varias de las zonas verdes del parque de la sal, y organizando las cosas para que los visitantes puedan hacer recorridos en grupos pequeños y sin aglomeraciones. Lo bueno es que la catedral tiene un recorrido de 1 kilómetro, por lo que eso no representa un problema. La principal estrategia, sin embargo, es aprovechar el ambiente salino de la mina para atraer a los visitantes extranjeros interesados en temas de salud. En Europa, de hecho, existe una tendencia llamada la haloterapia, en la que simulan el ambiente de una mina de sal para tratar enfermedades respiratorias y dermatológicas. “Estamos estudiando el tema a fondo, porque cuando esto pase, queremos aprovechar que acá tenemos el ambiente salino real para atraer a los visitantes, sobre todo en momentos en los que muchos buscan fortalecer su sistema respiratorio”, explica Sotelo.
La gerencia de la Catedral de Sal decidió aprovechar el tiempo de cierre para remodelar el parque de la sal, que rodea la entrada de la mina, y para disponer de lavamanos y puestos de alcohol y gel. Quieren estar listos para cuando se de la orden de reabrir. Además están desinfectando la mina y preparando recorridos sin aglomeraciones.
También hay planes de mediano y largo plazo. La alcaldía actual, de hecho, ya estaba pensando en aprovechar el potencial turístico de Zipaquirá desde antes de la pandemia y esta situación solo ha acelerado las cosas. Su idea es hacer una gran campaña de promoción para que los turistas no vayan solo medio día a visitar la catedral, sino para que se queden más tiempo en el municipio y aprovechen el resto de atractivos turísticos: “Aquí tenemos la Casa Museo de Gabo, que es el colegio donde estudió Gabriel García Márquez, y el Museo Quevedo Zornoza, una casa con vestigios coloniales y republicanos que hace parte de la historia del municipio. También el Museo Arqueológico y el valle de las rocas del Abra, declarado patrimonio arqueológico de la nación”, explica la secretaria Murcia.
Algunos operadores turísticos, de hecho, hablan del potencial en ecoturismo que tiene la sabana de Bogotá y creen que en unos meses, la mayor parte de los turistas van a preferir hacer actividades en sitios naturales, como el avistamiento de aves o el senderismo, una opción que prestan muchos parques alrededor del municipio. Por eso, en medio de las dificultades actuales, la mayoría de zipaquireños vinculados al turismo saben que tienen en sus manos una de las grandes maravillas del continente, que atrae a miles de extranjeros y que genera cientos de empleos. Además. están en un municipio con un potencial turístico enorme: lleno de historia, gastronomía, arqueología y con una ubicación envidiable. Lo único que tienen que hacer es tener paciencia.