El Salado quedó en ruinas. Después de que en el año 2000 los paramilitares mataron a 66 personas en una masacre que duró tres días, y que celebraron como si fuera una fiesta, los sobrevivientes se fueron. Tres años después, cien personas regresaron y empezaron a salvar lo que quedaba del otrora pueblo próspero donde crecieron. Poco a poco otras familias fueron retornando, hasta llegar a ser mil. Durante estos años han vivido muchas penurias. Aislados por una carretera que es solo fango y sin comunicaciones de ningún tipo, sin servicios médicos y precarios recursos educativos, sin dinero para volver a cultivar las tierras que se había comido la manigua. Todo lo que tenían lo habían perdido con la guerra, y la destrucción era de tal magnitud que ninguna entidad estatal por sí sola podía resolver el problema. Muy a pesar de que entidades filantrópicas, como la Fundación Montes de María, siempre estuvieron allí impulsando proyectos, la magnitud del desafío era muy grande. Por el inmenso daño sufrido, y por el esfuerzo espectacular que estaban haciendo los saladeños para recuperar su pueblo, es que la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación definió a este caserío como uno de sus proyectos pilotos de reparación. En ese contexto, en septiembre del año pasado, la Fundación Semana, en cabeza de su directora, Claudia García, empezó a liderar una campaña para la reconstrucción de El Salado, convocando a la empresa privada para trabajar mancomunadamente con el gobierno y la comunidad. El país conoció la campaña a través de medios de comunicación como La W Radio, Publicaciones Semana y Caracol Televisión, entre otros, y de una manilla que diseñó la joyera Mercedes Salazar. Así llegaron más de 50 compañías que hoy hacen parte de una alianza que ya ha dado sus primeros frutos durante estos meses. La función principal de Fundación Semana ha sido darle soporte técnico y de gestión a la comunidad de El Salado para que gestione sus propias iniciativas de desarrollo, apoyar los proyectos que el gobierno viene desarrollando y emprender proyectos propios que sean demandados por la comunidad. Para empezar, se diseñó una hoja de ruta que actualmente se materializa en 14 proyectos que van desde construir una casa de la cultura hasta adquirir tierras, proyectos para la reactivar la economía, microcrédito, construcción del alcantarillado, mejoramiento de la vía y apoyo psicosocial, entre otros. Para atender todos estos proyectos, la Fundación Semana abrió una sede en El Salado, donde hoy hay cinco funcionarios: dos ingenieros y tres profesionales del área social, que trabajan mancomunadamente con la comunidad. "Fundación Semana es la única institución que vino y se quedó", dice Ledys Ortega, líder de ese corregimiento. La estrategia comunitaria y la ejecución del proyecto las ha orientado la Fundación Carvajal, institución con una reconocida trayectoria en este terreno. "El Salado puede convertirse en una experiencia ejemplar que se pueda replicar en otras regiones del país donde Estado y empresa privada pueden trabajar unidos", dice Roberto Pizarro, director de esta Fundación.No se trata de que cada empresa done o regale lo que quiera a El Salado, sino que, según un plan, se buscan las empresas que podrían atender las necesidades de la gente. Y otro aspecto crucial de la filosofía de la intervención de esta alianza es la coordinación permanente con todas las entidades del sector público y la cooperación internacional. El mejor ejemplo de la filosofía con la que se está trabajando es la Casa del Pueblo, un proyecto que los saladeños consideran prioritario como espacio para la cultura y el encuentro. El arquitecto Simón Hosie, premio nacional de arquitectura y con larga experiencia en trabajo con comunidades, decidió vincularse y donar los planos de la Casa, que se basaron en una profunda y minuciosa investigación histórica, etnográfica y física de los habitantes del pueblo. El resultado fue un diseño de dos espacios hechos para la memoria. "Ellos lavarán las lozas de la cancha y después esta se convertirá en un campo santo, porque allí ocurrió la masacre. Y la Casa del Pueblo, que está inspirada en los ranchos que tienen las casas de El Salado en la parte de atrás, que es donde transcurre la vida de ellos: donde se conversa, se toma tinto y se hace la siesta", dice Hosie. La Casa ya se está construyendo, con financiación de Coltabaco y el apoyo de muchas otras empresas y de la comunidad, que está trabajando en convites.Pero no todo ha sido fácil. Como se sabe, los Montes de María es una de las regiones donde hubo mayor despojo de tierras, y los proyectos para la agricultura en la región se han chocado con múltiples obstáculos legales. Fundación Semana, junto con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) decidieron apoyar con los estudios técnicos y la búsqueda de tierras un proyecto de la Cnrr y Acción Social en 300 hectáreas, que beneficiará a 62 familias. El proyecto fue calificado como el mejor del país en lo técnico, pero aún no se sabe si los predios se podrán comprar ya que una parte de ellos fue adquirida hace dos años por inversionistas foráneos que compraron masivamente predios baratos a personas afectadas por el desplazamiento y el conflicto. En otras áreas como la salud y las vías se puede ver la enorme dificultad que tiene el Estado para atender las necesidades básicas de la población que vive en regiones alejadas. A pesar de que la cooperación internacional le entregó a El Salado un centro de salud bien dotado, durante todo el año no fue posible que los gobiernos locales nombraran un médico, dado los múltiples problemas de gobernabilidad que hay en la región. En los Montes de María el gobierno tiene un plan de consolidación de largo plazo que contempla obras de desarrollo concertadas con los gobiernos locales. Diego Molano, director de Acción Social, cree que la intervención de Fundación Semana y sus aliados es novedosa y positiva. "Les da sostenibilidad a los proyectos porque tienen un enfoque productivo; segundo, al estar focalizados, tienen contundencia; tercero, porque se ha desarrollado un diálogo entre sector público y privado, y cuarto, porque con proyectos como el de la Casa del Pueblo, diseñado por Hosie, se ha hecho una verdadera innovación en la intervención social", dice. No obstante, Molano expresa una preocupación, que comparten muchas instituciones, y es cómo hacer que la empresa privada ayude a fortalecer al Estado en su versión local, con ejemplos de calidad técnica y eficiencia en la ejecución, sin que los alcaldes o gobernadores se sientan suplantados. Adicionalmente, que la comunidad empiece a ser mucho más protagónica y corresponsable en todo el proceso. "Bienvenidos, señores empresarios, pero aquí tenemos una historia que contar", dice Eneida Narváez, otra líder de El Salado. En realidad, este es uno de los retos que tiene la sociedad colombiana con el posconflicto. Por un lado, fortalecer a los gobiernos locales, y por el otro, a la sociedad civil de estas regiones. "Lo de El Salado es sobre todo una lección de paz", dice Eduardo Díaz, director de la Fundación Alpina, miembro de la alianza. Porque finalmente de lo que se trata esta experiencia es de ayudar a construir nación y Estado de derecho en lugares que fueron colonizados, antes que nada, por la violencia.Esta experiencia es nueva en el país y apenas está dando sus primeros pasos. Pero su resultado será sin duda un referente para seguir esta tarea a mediano plazo en centenares de pueblos que lo necesitan. Porque si la guerra ha sido larga, el posconflicto y la reconstrucción lo serán mucho más.