Con calculadora en mano, Fernando López, de 41 años, intenta explicar que él no es rico. Tiene dos hijas, su esposa es administradora de empresas, pero está desempleada. El salario de Fernando como ingeniero de telecomunicaciones es de 10,5 millones de pesos mensuales. De ahí le descuentan salud, pensión, retención en la fuente y un fondo de solidaridad que, por derecha, el Estado deduce. Es decir, que en realidad recibe 8 millones de pesos aproximadamente. De ahí paga 2,5 millones del crédito hipotecario, 850.000 del arriendo donde viven sus papás, que tienen 70 años y no lograron pensionarse. Los servicios públicos de las dos viviendas suman 900.000 pesos en promedio, eso sin contar el plan del celular, que suman otros 100.000 pesos.
Por el mercado de la casa paga 1,5 millones “sin malgastar porque la carne está muy costosa y las niñas tienen que comer proteína”, aclara Fernando. A sus papás les hace un mercado de 500.000 pesos, incluidos los medicamentos. Sabe que es insuficiente, es único hijo, pero no le alcanza para más. Sagradamente tiene que pagar la pensión del colegio, por cada una de las niñas cancela 800.000 pesos en una institución bilingüe en el suroccidente de Bogotá, la más económica que encontró. “Si en un colegio público enseñaran bien inglés las matricularía allí, porque sé que eso es lo que les va a ayudar en un futuro para tener buenas oportunidades”. Solo en sus gastos básicos, Fernando ya está sobregirado. Trabaja desde casa, así que se ahorra lo del transporte, pero una salida a pasear con su familia es un lujo, hace rato no estrena una muda de ropa. Él forma parte del 39,6 por ciento de los colombianos que sienten que a final del mes les falta dinero.
Pero paradójicamente, según el Gobierno, Fernando está entre el 10 por ciento de los colombianos más ricos del país y, por eso, tendrá que pagar más impuestos para poder ser solidario con los más necesitados. “¿Más solidario?, ustedes ya vieron en que se me va el sueldo. Lo que están buscando es que todos estemos a la par en necesidades. Que los que medio hemos logrado tener una oportunidad decrezcamos”, cuestiona este padre de familia. Es relativo el tema del que reciba 10 millones de pesos es quien pagará más impuestos, expertos tributarios consideran que eso podría convertirse en una cortina de humo porque la realidad mostrará que es algo que le compete a un porcentaje mucho más alto de los colombianos. Según el Dane, el 1,8 por ciento de los hogares del país son de clase alta, el 0,99 por ciento de los ocupados tienen ingresos totales superiores a nueve salarios mínimos legales vigentes. Visto así, es tanta la pobreza en Colombia que Fernando, en efecto, es rico. La clase alta está compuesta por personas con ingreso per cápita al interior del hogar correspondiente a más de 3.520.360 pesos, según explica el Dane.
Si se midiera así en la práctica tributaria, Fernando y su familia bajarían automáticamente a clase medía, ya que al dividir los 10,5 millones que devenga entre las seis personas que mantiene, cada uno recibiría 1.750.000 pesos. Para él resulta injusto como está diseñada la reforma tributaria, porque en su casa pagarían más impuestos que en otro hogar en el que los dos esposos trabajen y cada uno gane 9 millones de pesos. Esto sin contar con que la responsabilidad recaerá sobre los asalariados porque la Dian conoce su cuenta bancaria como la palma de su mano, en cambio, los independientes tienen mecanismos de evasión, así desde la entidad digan que tienen el control con la factura electrónica. Mientras se manejen únicamente pagos en efectivo, hay posibilidad de hacerle gol al Estado.
Para que Fernando llegara a ganarse el salario que hoy tiene, pasaron 23 años laborales e invirtió en créditos educativos para formarse. El superintendente financiero Jorge Castaño ha alertado que los colombianos se están endeudando cada vez más para conseguir sus cosas. El temor que tienen los ciudadanos es que, quizás, las deudas, responder por los papás y pagar la educación de los hijos ya no genere un deducible en los impuestos. Según Freddy Castro, gerente de la Banca de las Oportunidades, tener ingresos mayores a 10 millones de pesos no necesariamente es un indicador de salud financiera, sin que esto quiera decir que esté en contra de la tributaria, pues es necesario recaudar dinero para una mejor sociedad. “Pero no digan que somos ricos porque mienten”, puntualiza Fernando mientras recoge sus facturas.